La suerte de Canadá podría acabar si no actúa rápido

Beneficiario de un sistema bancario fuerte y de un gobierno liberal que eliminó el déficit, el país dejó de encabezar el crecimiento de los países que integran el Grupo de los Siete, pese a ser el menor de sus integrantes
Economía -
El gobierno del primer ministro canadiense, Stephen Harper, prometió no involucrarse en programas descabellados de gasto público. Foto: Reuters
El gobierno del primer ministro canadiense, Stephen Harper, prometió no involucrarse en programas descabellados de gasto público. Foto: Reuters

CIUDAD DE MÉXICO.- Canadá soportó bien la crisis financiera. Ninguno de sus bancos necesitó ser rescatado y, en realidad, el Foro Económico Mundial (FMI) ungió al sistema bancario de Canadá como el más sólido en el mundo. Mark Carney fue exportado al Banco de Inglaterra en gran parte debido a su trabajo en el Banco de Canadá. Al primer ministro Stephen Harper le dio por describir a Jim Flaherty, quien murió el 10 de abril apenas semanas después de dejar el Gabinete, como “el mejor ministro de Finanzas del planeta”.

En el recuento que hace el gobierno de la crisis, él fue lo único que se interpuso entre los canadienses y el desastre.

Sin embargo, la suerte desempeñó un papel grande y poco reconocido, dice Livio Di Matteo, un académico que contribuye con Worthwhile Canadian Initiative, el blog de economía más reconocido del mundo.

Para Di Matteo el gobierno canadiense tuvo suerte de que se hubieran adoptado medidas para fortalecer al sistema bancario después de una serie de quiebras en los años 80. Pero esa no fue su única ventaja.

También resultó afortunado de que un gobierno liberal anterior hubiera eliminado el déficit, y por si fuera poco, la fortuna tocó a su puerta cuando las provincias occidentales, productoras de materias primas, fueron capaces de compensar la debilidad económica incipiente cuando el corazón manufacturero se desaceleró drásticamente.

“Existe el riesgo de que, si pensamos que lo hemos hecho realmente bien debido a nuestras instituciones y a algún tipo de situación excepcional canadiense, pudiéramos volvernos complacientes”, dice Di Matteo.

El poder de los bancos

El gobierno conservador de Harper ha reconocido ciertas debilidades. Pese a los elogios para sus bancos, Canadá aún tiene el problema de que “son demasiado grandes para quebrar”.

Seis prestamistas dominan el sistema con activos financieros combinados cuyo valor es de cinco veces el Producto Interno Bruto (PIB). No obstante, el regulador bancario federal hizo más estrictos los requisitos de capital y la supervisión de los bancos en marzo de 2013, y al organismo que tendría que solucionar una quiebra bancaria se le han otorgado más poderes.

Canadá también está trabajando en reducir su dependencia de Estados Unidos, que en 2013 compró tres cuartas partes de sus exportaciones de productos y suministró más de la mitad de sus importaciones.

Eso fue una reducción respecto de los niveles históricos, pero es lo bastante alta para que Canadá sufra cuando su vecino se desacelera, como lo hizo en el primer trimestre de este año.

Sin embargo, en los dos últimos años, Canadá ha llegado a un acuerdo en principio con la Unión Europea sobre un pacto de libre comercio, firmado otro con Corea del Sur y obtenido la admisión al grupo de 12 países que negocian la Asociación Transpacífico.

Para diversificar el comercio energético –casi todas sus exportaciones petroleras se dirigen actualmente al sur– el primer ministro también apoyó con todo su peso un propuesto oleoducto que redirigiría el crudo de Alberta a Asia.

Ya no es líder

No obstante, todo esto tomará tiempo y Harper ya no puede jactarse de que Canadá, la más pequeña de las economías del G7, esté encabezando al grupo.

El FMI proyecta que su crecimiento será de 2.3 por ciento este año, detrás de Estados Unidos y Gran Bretaña. La tasa de empleo de Canadá sigue estando por debajo de su nivel previo a la crisis, y se clasifica en quinto sitio en el G7 en creación de empleos desde 2008, por delante sólo de Italia y Estados Unidos.

Una recuperación largo tiempo prevista en la inversión de negocios y las exportaciones aún no ha aparecido, lo que deja al abrumado consumidor como el principal motor del crecimiento.

Con tasas de interés que aún están cerca de su nivel más bajo registrado, los canadienses han seguido apilando deuda desde la crisis: la deuda familiar canadiense se elevó a 93 por ciento del PIB en el tercer trimestre de 2013, respecto de 76 por ciento en el tercer trimestre de 2007. La mayor parte del endeudamiento ha sido en forma de hipotecas, elevando aún más los precios de la vivienda. Al FMI y otros les preocupa que Canadá sea vulnerable a una sacudida repentina.

El gobierno ha enmendado las reglas hipotecarias repetidamente para desacelerar al mercado de vivienda. Los últimos ajustes son que la Corporación de Hipotecas y Viviendas de Canadá, que ofrece el seguro respaldado por el gobierno, ya no suscribirá hipotecas para segundas casas y que el ciudadano auto-empleado ya no recibirá seguro a menos que su ingreso sea verificado.

Estas medidas han desacelerado el aumento en la deuda inmobiliaria y en las ventas de casas. Los precios de las viviendas incluso han declinado en algunas ciudades, pero siguen estando en niveles récord nacionalmente y en Toronto, el mercado más importante. Los cálculos más recientes de The Economist sugieren que los precios de las casas en Canadá están sobrevaluados en 76 por ciento y 31 por ciento cuando se miden en comparación, respectivamente, con las rentas promedio a largo plazo y los ingresos.

El consumidor, entre dos fuegos

El banco central sostiene que un aterrizaje  suave es el resultado más probable. Sin embargo, eso aún dañaría a la demanda del consumidor, en una época en que el gobierno también está recortando el gasto. Canadá tenía su casa fiscal en orden antes de que golpeara el torbellino financiero, y el gobierno federal pudo endeudarse profundamente con su plan de estímulo de 57 mil millones de dólares (estadunidenses). Ahora se está atrincherando de nuevo.

“Nuestro gobierno no se involucrará en nuevos planes de gasto imprudentes que conducirían a impuestos mayores o una deuda más alta o ambas cosas”, dijo en abril Joe Oliver, sucesor de Flaherty como ministro de Finanzas.

La prisa por balancear los libros a tiempo, antes de la próxima elección en 2015, podría parecer prudente. Aun así, le costará a la economía empleos muy necesarios, según un informe presentado esta semana por el funcionario presupuestario del Parlamento.

Algunas partes del país necesitan más apoyo que otras. La Alberta rica en recursos ha sido el motor del crecimiento en los últimos años, y la inversión en el sector energético es saludable. Es una historia diferente en Ontario y Quebec, que entre ellas tienen ligeramente más de 60 por ciento de la población de Canadá. Ambas se quejan de que Ottawa está absorbiendo las transferencias federales para equilibrar sus libros.

La manufactura de autos se fue a Estados Unidos

La manufactura que está concentrada en estas dos provincias, no se ha recuperado todavía a los niveles previos a la crisis. La fabricación de autos quizá nunca se recupere, porque la producción continúa trasladándose al sur hacia Estados Unidos y México, donde los costos son menores y el TLCAN ha reducido las barreras arancelarias. La inversión de negocios es débil.

“Si yo estuviera estrujándome las manos por algo, sería por Ontario y Quebec”, dice Philip Cross del Instituto C.D. Howe, un grupo de análisis empresarial basado en Toronto.

Los problemas de Canadá aún son de la variedad del primer mundo. Las exportaciones energéticas y un sólido sistema bancario son grandes ventajas. Hay un límite a lo que puede hacer sobre las exportaciones a otros países. Sin embargo, no actuó vigorosamente para desinflar al mercado de la vivienda, y ahora está siendo demasiado agresivo con las finanzas públicas. El brillo posterior a la crisis se está desvaneciendo.

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