La infraestructura mundial con déficit de un billón

El gasto mundial en infraestructura básica asciende actualmente a 2.7 billones de dólares
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El déficit en infraestructura en el mundo es casi tan grande como el PIB de Corea del Sur, y probablemente crecerá rápidamente. Foto: Especial
El déficit en infraestructura en el mundo es casi tan grande como el PIB de Corea del Sur, y probablemente crecerá rápidamente. Foto: Especial
Si usted ha estado recientemente en el aeropuerto La Guardia de Nueva York, tomado un tren durante la hora pico de Londres, tratado de conducir en Lagos o soportado una de las ubicuas fallas de electricidad de India, tiene conocimiento de primera mano del déficit de infraestructura del mundo.
 
Según el Foro Económico Mundial, el gasto mundial en infraestructura básica – transporte, electricidad, agua y comunicaciones – asciende actualmente a 2.7 billones de dólares al año cuando debería ser de 3.7 billones de dólares. El déficit es casi tan grande como el PIB de Corea del Sur, y probablemente crecerá rápidamente.
 
Gran parte del dinero para cubrir el déficit necesita provenir de las arcas públicas. Incluso en una era de austeridad, muchos gobiernos deberían estar gastando más.
 
Como la economía está débil y el endeudamiento es barato, es absurdo que el gasto en infraestructura pública de Estados Unidos esté en su nivel más bajo en 20 años, aun cuando las carretas, puentes y presas del país reciben una calificación de D+ por parte de la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles. 
 
Las economías emergentes más escasas de fondos tienen espacio para reducir los subsidios ineficientes, como los del combustible, y usar el dinero para construir mejores carreteras y drenajes.
 
Sin embargo, los fondos públicos sólo pueden ser parte de la solución. La mayor oportunidad radica en echar mano del capital privado.
 
Desafortunadamente, los grandes bancos mundiales que acostumbraban prestar dinero para financiar proyectos de infraestructura están refrenándose, ya que las nuevas reglas de capital “Basilea 3” hacen menos atractivos esos préstamos. 
 
La potencial mina de oro está en otra parte, en los 50 billones de dólares de capital administrados por fondos de pensiones, fondos de riqueza soberana, compañías de seguros y otros inversionistas institucionales. Solo 0.8% de esto es destinado actualmente a infraestructura. Un aumento de 10 veces sería una buena meta.
 
En principio, invertir en una estación eléctrica o una autopista de cuota debería ser una perspectiva atractiva para los inversionistas institucionales. La larga vida de estos activos es una pareja perfecta para las obligaciones a largo plazo de un fondo de pensiones. 
 
Los proyectos de infraestructura ofrecen un flujo de efectivo confiable, una compensación contra la inflación, baja volatilidad y rendimientos que generalmente no están correlacionados con otros activos.
 
En la práctica, sin embargo, muchos administradores de dinero se han mantenido alejados, asustados por la escala, complejidad y riesgo político involucrados. Los fondos de pensiones individuales carecen de la experiencia para evaluar los proyectos complicados, demasiados de los cuales son ideados por políticos a quienes les importa más obtener votos que la viabilidad comercial. 
 
La corrupción abunda y los obstáculos políticos, desde ambientalistas iracundos hasta votantes furiosos por las crecientes tarifas de electricidad, son innumerables. En las economías emergentes, estos riesgos se amplifican por la posibilidad de crisis monetarias.
 
No obstante, en dos áreas algunas innovaciones pudieran transformar al mercado.
 
La primera es la profesionalización de la gestión de los proyectos. Cada país necesita un grupo de burócratas competente que tenga la autoridad y las habilidades para diseñar un plan de convenios de infraestructura viables y la influencia política para estandarizar los procedimientos de adquisiciones y otros aspectos prácticos para conseguir la construcción de una carretera o la excavación de un túnel.
 
Algunos países ya hacen bien esto. Chile tiene un Sistema Nacional de Inversión Pública que ha mejorado drásticamente la eficiencia de su gasto de capital. Canadá y Australia también destacan. En demasiados países, sin embargo, los tecnócratas tienden a estar bajo el control de los políticos y no son aptos para el puesto.
 
 En los países más pobres, el dinero de programas de ayuda pudiera ser usado útilmente para pagar a equipos de infraestructura de primera.
 
La segunda prioridad es modernizar el sistema para reducir el riesgo no relacionado con la viabilidad comercial de un proyecto. Los gobiernos y las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial ya protegen, por una cuota, a los inversionistas privados contra los riesgos políticos, como la expropiación de sus activos. Las agencias de desarrollo del mundo rico también ofrecen garantías para los proyectos en que inviertan las empresas de sus países.
 
No obstante, el sistema existente es pequeño, está fragmentado y se orienta hacia los bancos. Para alentar el crecimiento de un mercado en bonos de infraestructura, las mayores organizaciones de desarrollo, encabezadas por el Banco Mundial, deberían ofrecer un menú mayor y más estandarizado de mejoras y garantías crediticias.
 
Estos cambios pudieran tener resultados espectaculares. Los bonos de infraestructura pudieran volverse ubicuos como los valores respaldados por hipotecas. Eso no significará que todos los países africanos tendrán la red de carreteras que necesitan, pero ayudaría a asegurar que más de los ahorros de hoy financiaran los cimientos del crecimiento del mañana.
 
#kgb 

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