El futuro de tu cartera será virtual

Empresas como Paypal han revolucionado la forma en que los clientes pueden realizar sus transacciones
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Las emisoras de la enorme mayoría de las tarjetas de prepago no son bancos. Foto: Thinkstock
Las emisoras de la enorme mayoría de las tarjetas de prepago no son bancos. Foto: Thinkstock
Los cajeros de autoservicio en Home Depot ofrecen a los clientes una inesperada opción de pago junto con tarjetas y efectivo: Paypal, el servicio de pagos en línea, que está tratando de penetrar en la variedad fuera de línea.
 
Los usuarios simplemente ingresan sus números telefónicos y códigos personales, y la magia electrónica se hace cargo del resto. El dinero es deducido de las cuentas de Paypal de los usuarios y los recibos con los detalles de las transacciones son enviados a sus direcciones de correo electrónico. Los bolsos y carteras no entran en ello.
 
En varios países, los clientes en Starbucks tampoco necesitan echar mano de tarjetas o efectivo. Café en mano, pueden abrir la aplicación de la empresa en sus teléfonos móviles, sostener un código de barras para que el cajero lo escanee y el cobro está hecho. Las recompensas para los clientes frecuentes son automáticamente añadidas a sus cuentas en línea.
 
E incluso más opciones de pago sin intervención en muchas tiendas estadounidenses involucran a una empresa llamada Square. Entre otras cosas, ofrece una cartera “virtual” que almacena detalles de las tarjetas de crédito de un usuario y las membrecías de plan de lealtad y puede accederse a ella vía un teléfono móvil.
 
Para comprar cosas con ella, un cliente ni siquiera necesita tocar el teléfono, sólo tenerlo consigo. La aplicación de Square puede ser instruida para que se encienda y “registre el ingreso” cuando el usuario entre en una tienda que forme parte de la red de la empresa. Cuando quiera pagar, todo lo que tiene que hacer es decirle al cajero su nombre y que está usando Square.
 
Se eliminan firmas, número PIN, tarjetas y códigos de barras. En vez de ello, el sistema del cajero muestra una fotografía del cuentahabiente, para asegurarse e que es quien afirma ser, y Square le envía un mensaje de texto confirmando su compra para asegurarse de que los cobros son correctos.
 
El mundo de los pagos está cambiando. La gente está comprando cada vez más cosas en línea y, cada vez más, con sus teléfonos. La tecnología mágica puede hacer transacciones sin esfuerzo o incorporarlas sin que se note en otras actividades, como reservar un taxi o buscar una cafetería cercana. Los números se están volviendo importantes: Paypal tiene 143 millones de cuentas activas y manejó 180,000 millones de dólares en pagos el año pasado, y todo el tiempo están surgiendo nuevos servicios para facilitar más el gastar dinero.
 
Tampoco se limitan al mundo rico. En Kenia, un 60% de los adultos, alrededor del mismo número de los que tienen una cuenta bancaria, usan un servicio de pagos vía teléfono móvil llamado M-Pesa. Cada vez más, estos servicios atienden también a los clientes empresariales: Ofreciendo servicios que integran la facturación y los pagos electrónicos en los sistemas de adquisiciones y contabilidad de una empresa, o que ayudan a manejar y recaudar capital de trabajo, se están volviendo comunes.
 
No sorprendentemente, los titanes del Internet han empezado a poner la mira en la industria de los pagos. Google ofrece una cartera virtual, y Amazon estableció recientemente un servicio que permite a sus clientes transferir dinero. Apple y Facebook han expresado interés en el campo.
 
Hay mucha especulación de que la capacidad del iPhone más reciente de leer las huellas digitales pudiera estar anunciando un servicio de pago que cambiará al mundo. Las compañías de telecomunicaciones como Safaricom, la firma detrás de M-Pesa, y los comerciantes del mundo físico como Starbucks también están incursionando en el campo.
 
Sin embargo, los bancos están en gran medida ausentes de este terreno de batalla tecnológico y comercial. Los pagos son un negocio enorme para ellos, aportando 1.3 billones de dólares en 2012, o 34% de sus utilidades mundiales, según McKinsey, una firma consultora, y estos ingresos han estado creciendo constantemente, en 3% al año entre 2008 y 2012, comparado con solo un 1% al año para otros ingresos.
 
Como en sus operaciones de crédito, sin embargo, los bancos están encontrando que las nuevas regulaciones se comen sus ingresos debidos a los pagos. El blanco principal han sido las comisiones de enlace, como se conoce a los cobros que hacen los bancos por procesar los pagos de tarjetas de crédito y de débito.
 
El Parlamento Europeo adoptó recientemente una ley que pondría un tope a las mismas en 0.2% del valor de las transacciones para las tarjetas de débito y 0.3% para las tarjetas de crédito. En Estados Unidos, la ley Dodd-Frank de 2010 puso límite a las comisiones de enlace para las tarjetas de débito.
 
Las autoridades estadounidenses también han alcanzado grandes acuerdos con varias emisoras de tarjetas por embaucar a los clientes para que compren servicios adicionales costosos e innecesarios, como un seguro contra los pagos de tarjeta no realizados. Un escándalo similar ha costado mucho a los bancos en Gran Bretaña. En muchas jurisdicciones, las redes de tarjetas de crédito han sido investigadas por las autoridades de competencia.
 
Todo esto es un motivo de preocupación para los bancos, porque las tarjetas de crédito representan una gran parte de sus ingresos debido a pagos; 41 por ciento en Norteamérica, según McKinsey, aunque menos en otras partes. Su uso está creciendo rápidamente, especialmente en los mercados emergentes en auge. En China, McKinsey espera que aumente en 42% al año entre 2012 y 2017. Brasil ya es el segundo mercado más grande del mundo para las transacciones con tarjeta después de Estados Unidos, según Capgemini, otra consultora.
 
Al mismo tiempo, la riqueza de los servicios nuevos está amenazando con alterar a la industria de los pagos. Unos cuantos advenedizos – más notablemente bitcoin, una moneda virtual en apuros – están buscando eludir totalmente a la infraestructura de pagos existente. Bitcoin ha resultado un depósito de valor volátil, pero como una forma barata, confiable y transparente de hacer una transferencia es un éxito notable.
 
En su mayor parte, sin embargo, el desafío no es frontal. De hecho, al hacer más fácil comprar cosas, la mayoría de los nuevos servicios de pagos están impulsando operaciones extra en los canales existentes, dominados por los bancos.
 
Cuando un consumidor compra algo usando Paypal, aún debe encontrar una forma de saldar su cuenta de Paypal. Eso típicamente involucra una tarjeta de pago o una transferencia directa desde una cuenta bancaria. Igualmente, los clientes en Starbucks rellenan sus saldos de tarjetas de lealtad o cuentas en línea por medio de métodos convencionales.
 
Square es quizá el mejor ejemplo de esta simbiosis: Su cartera móvil inteligente es meramente un retoño de su actividad principal, que hace más fácil y más barato que los pequeños comerciantes acepten tarjetas de crédito. Ha tenido tanto éxito que ha engendrado una veintena de imitadores, incluido un servicio europeo llamado Izettle y un ofrecimiento de Paypal llamado Paypal Here, todos los cuales están canalizando millones de pagos a través de las redes de tarjetas de crédito.
 
Sin embargo, esos servicios pueden mordisquear los ingresos de los bancos. En algunos países, Paypal guía a los usuarios hacia las transferencias bancarias, en vez de las transacciones con tarjeta, cobrando comisiones menores por ellas. Esas transferencias son mucho más baratas para Paypal, y por tanto no tan lucrativas para los bancos, porque cuestan solo una pequeña cantidad fija en vez de un porcentaje del pago. Además, cuando los usuarios añaden fondos a su cuenta de Paypal para cubrir más de una compra, reducen el número de transacciones mediadas por el banco.
 
Quizá lo más importante es que los bancos están perdiendo la información que viene con el manejo de las compras de los clientes directamente y que luego puede ser usada para dirigir publicidad u ofrecer otros servicios. Una empresa incipiente de pagos móviles estadounidenses llamada Levelup, por ejemplo, considera esa oportunidad tan valiosa que ofrece a los comerciantes un descuento sobre las comisiones de enlace que paga a los bancos en su nombre.
 
A cambio, los comerciantes dan a Levelup una parte del dinero que los clientes gastan usando promociones difundidas a través de la plataforma de Levelup.
 
A los consultores les gusta hablar de “jornadas de adquisiciones”, en las cuales el pago de la cuenta es solo el paso final. Otras estaciones de paso incluyen la publicidad, la búsqueda en Internet, la participación en programas de lealtad, etcétera. Los innovadores, continua el razonamiento, pudieran permitirse socavar los precios de mercado para los pagos en anticipación de mayores recompensas en alguna otra etapa en la travesía.
 
“Pudiera ver a Google dirigiendo la industria de los pagos”, dice Lee Kyriacou de Novantas, una consultora. “La publicidad pudiera pagar toda la red”.
 
Las empresas tecnológicas no son los únicos potenciales usurpadores. Los minoristas también están comprensiblemente ansiosos de incrementar su participación en el mundo de los pagos. En Estados Unidos, una alianza de nombres conocidos, incluidos Walmart, CVS y Exxon Mobil, está en el proceso de establecer un plan de pagos móviles llamado Merchant Customer Exchange. Esas empresas bien pudieran usar su influencia para hacer que los bancos reduzcan sus cobros sobre las transacciones con tarjetas.
 
Muchas empresas de telecomunicaciones, también, ven el crecimiento de los pagos móviles como su oportunidad de penetrar en un nuevo negocio lucrativo. AT&T, T-Mobile y Verizon, tres de los cuatro proveedores móviles más grandes de Estados Unidos, han formado un consorcio llamado Isis para desarrollar su propio sistema de pagos móviles y cartera virtual. Grupos similares han surgido en muchos otros países.
 
A largo plazo, los bancos corren el riesgo de convertirse en los proveedores de un servicio barato y de consumo, mientras la mayor parte del dinero en la industria de los pagos se dirige a las empresas que hacen más fácil la vida de los clientes o proporcionan nuevos servicios. Como lo expresó Capgemini en un informe reciente: “La cadena de valor de los pagos-adquisición se está desintegrando, y los componentes de la transacción se están volviendo artículos de consumo y los componentes de involucramiento con el cliente se están volviendo diferenciadores”.
 
Un buen ejemplo de este tipo de cosas es una empresa llamada Simple. Combina la banca en línea y móvil con herramientas para ayudar a los clientes a organizar sus finanzas a través de un elegante sitio Web y una aplicación.
 
Los clientes pueden verificar fácilmente no solo su saldo sino también la cantidad que es seguro gastar, tomando en cuenta las facturas pendientes y los pagos recurrentes. Pueden establecer metas de ahorro y presupuestos para diferentes categorías de gasto cada mes. Simple da seguimiento a su progreso y puede responder preguntas como “¿Cuánto gasté en ropa el año pasado?”
 
Lo más asombroso de Simple es que no es un banco. Como señala su sitio web, “los fondos en su cuenta de Simple son retenidos por nuestro banco socio, The Bancorp Bank, Miembro del FDIC”. Estas cuentas generan ingresos de la manera normal, gracias al diferencial entre el interés que perciben cuando prestan y el interés que Simple les paga, y por las comisiones de enlace de las tarjetas vinculadas con la cuenta. Simple ofrece la interfaz, y a cambio se divide los ingresos con Bancorp. Los clientes se enteran del nombre del banco en el cual está su dinero solo si leen la letra chiquita.
 
Aun peor para los bancos sería un futuro en el cual la gente comience a almacenar más de su dinero fuera del sector bancario y a hacer pagos que no estén vinculados a una cuenta bancaria formal. De manera pequeña, eso ya está sucediendo en el mundo rico. Los clientes de empresas como Shell y Starbucks mantienen miles de millones en las tarjetas prepagadas de las compañías.
 
Las tarjetas prepagadas “de circuito abierto”, que pueden ser usadas en cualquier minorista que acepte pagos con tarjetas, también se están volviendo más populares. Los volúmenes de transacciones han estado creciendo en 20% al año, según Capgemini. Mercator Advisory Group, otra consultora, espera que los fondos cargados en esas tarjetas alcancen los 80,000 millones de dólares este año solo en Estados Unidos.
 
Las emisoras de la enorme mayoría de las tarjetas de prepago no son bancos. En realidad, las tarjetas a menudo son explícitamente promovidas como alternativas a una cuenta bancaria. Regularmente permiten a los tenedores depositar cheques, hacer y recibir pagos electrónicos y usar cajeros automáticos.
 
Los grandes minoristas estadounidenses, incluidos Walmart y Walgreens, están involucrándose en el negocio, promoviendo tarjetas de prepago a través de sus tiendas y permitiendo a los clientes depositar dinero en sus cajas y retirarlo de cajeros automáticos en las instalaciones. Además de esta influencia de mercado, las tarjetas de prepago tienen una ventaja regulatoria en Estados Unidos: No están sujetas a las restricciones de las comisiones de enlace que aplican a las tarjetas de débito.
 
La amenaza para los bancos que representan los sistemas de pago novedosos es incluso más clara en los países más pobres, ya que una porción más pequeña de la población está usando un banco en primer lugar. Mastercard, por ejemplo, está cooperando con el gobierno nigeriano para emitir tarjetas de identidad nacional que puedan ser usadas como tarjetas de prepago, en un esfuerzo deliberado por ofrecer servicios financieros a aquellos sin cuentas bancarias. Visa está ayudando a desarrollar un sistema de pagos móviles en Ruanda.
 
Cuando esos planes despeguen, pueden suplantar rápidamente a los bancos como el principal conducto para el dinero. Un 43 por ciento del PIB de Kenia es canalizado a través de M-Pesa cada año, según Safaricom. M-Pesa mismo no puede ofrecer cuentas que conlleven intereses, préstamos o seguros, pero los ofrece a través de convenios con varios bancos locales. Los productos están disponibles solo para los clientes de M-Pesa y puede accederse a ellos solo vía un teléfono móvil. Como con Simple, los bancos parecen desempeñar un papel secundario.
 
Uno de los anuncios de M-Pesa muestra a un pastor en traje tradicional, rodeado por vacas y cabras que pastan, sonriendo mientras lee un mensaje de texto con una actualización sobre el crédito en su cuenta. Luego un supervisor sij en un sitio de construcción se da cuenta de que puede hacer su vida mucho más simple pagando a sus trabajadores vía M-Pesa en vez de en efectivo. Después un hombre de negocios en un avión toma su teléfono para pagar la colegiatura de la escuela de su hijo. La idea que se está difundiendo es que M-Pesa atiende a todos los kenianos, sin importar su ingreso.
 
Vodafone, la matriz de Safaricom, ha lanzado M-Pesa en otros varios países africanos, así como en Afganistán e India. En marzo, anunció que ofrecería el servicio en Rumania, donde más de un tercio de la población no tiene cuenta bancaria. Dice que le seguirán lanzamientos en otros países europeos.
 
Los bancos no están ignorando estos acontecimientos. Están acicalando sus sitios web y aplicaciones móviles y tratando de desarrollar productos interesantes por su cuenta. Barclays, un gran banco británico, suscribió a 2.5 millones de usuarios para su servicio móvil de transferencia de dinero, Ping It, en sus primeros 18 meses. Erste Group de Austria ha desarrollado un sistema, llamado Erste Confirming, que permite a las empresas hacer movimientos financieros con facturas, asegurando descuentos para compradores y préstamos baratos contra cuentas por cobrar para proveedores.
 
De ser necesario, los bancos siempre pueden comprar la tecnología que necesiten o las compañías que la creen. BBVA, un banco español, recientemente compró Simple por 117 millones de dólares; una cantidad emocionante para un servicio con solo 100,000 clientes, pero una insignificancia para un comprador con una capitalización de mercado de 70,000 millones de dólares. Una subsidiaria estadounidense de Royal Bank of Scotland se ha unido con Bottomline Technologies, una firma que ayuda a las empresas a pagarse entre sí electrónicamente, para ampliar su oferta corporativa.
 
Sin embargo, adquirir esas empresas a las personas que las inventaron no convertirá a los bancos en innovadores audaces.
 
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