El lado oscuro de las familias poderosas en el mundo

Pese a miles de movimientos sociales, en la política y los negocios, el control sigue concentrado en dinastías
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La concentración de poder y riqueza en una pequeña élite plantea dudas sobre la legitimidad. Foto: AP
La concentración de poder y riqueza en una pequeña élite plantea dudas sobre la legitimidad. Foto: AP
“Como democracia, Estados Unidos presumiblemente debe poder prescindir de las familias dinásticas”, escribió en 1947 Arthur Schlesinger Jr., uno de los historiadores mejor conocidos de Estados Unidos.
 
Sin embargo, casi 70 años después, la elección presidencial del año próximo bien pudiera convertirse en un asunto familiar. Un Clinton o un Bush han estado en las boletas en siete de las últimas nueve contiendas. 
 
Una Hillary vs un Jeb quizá atente contra las oportunidades igualitarias, pero no contra las leyes de la estadística. La gente se pregunta: ¿Cómo puede suceder esto en un país que fue a la guerra para deshacerse de la autoridad hereditaria de un rey?
 
Las familias y dinastías poderosas llegaron para quedarse. La pregunta es cómo asegurarse de que sean una fuerza para el bien.
 
Esa es la pregunta equivocada. En todo el mundo, en la política y en los negocios, el poder sigue concentrado en la familia. 
 
Las familias y dinastías poderosas llegaron para quedarse. La pregunta es cómo asegurarse de que sean una fuerza para el bien.
 
Foto: Twitter @jackiejcollins 
 
En política, los Clinton y los Bush difícilmente cuentan como excepciones. Los líderes de Bangladesh, Japón, Filipinas, Singapur y Corea del Sur están relacionados con jefes políticos anteriores. 
 
Los países terminados en “stán” de Asia Central son feudos familiares. Los Gandhi están luchando en India, como lo hacen los Bhutto en Pakistán, pero los Kenyatta son los reyes en Kenia, una Fujimori está de nuevo encabezando los sondeos en Perú y un Trudeau tiene una posibilidad de dar la pelea en Canadá. 
 
El Boston Consulting Group calcula que familias poseen o controlan 33 por ciento de las compañías estadounidenses y 40 por ciento de las francesas y alemanas con ingresos de más de 1,000 millones de dólares al año.
 
Mientras tanto, el largo catálogo de “principitos” de China, los hijos de los grandes del Partido Comunista, empieza en el puesto máximo con el Presidente Xi Jinping.
 
En Europa, el poder familiar es una razón por la cual la política parece una tienda cerrada. Cincuenta y siete de los 650 miembros del recientemente disuelto Parlamento británico están emparentados con parlamentarios actuales o anteriores. El presidente François Hollande de Francia tiene cuatro hijos con Segolene Royal, quien se postuló para la presidencia en 2007. 
 
Tres generaciones de Le Pen están peleando por su partido insurgente, el Frente Nacional. El primer ministro de Bélgica es hijo de un exministro de Relaciones Exteriores y comisionado europeo. Los apellidos Papandreou y Karamanlis siguen teniendo cierta importancia en Grecia.
 
En los negocios, también, las compañías familiares siguen prosperando. Más de 90 por ciento de las empresas del mundo son administradas o controladas por familias, incluidas algunas de las más grandes, como News Corp. y Volkswagen, fabricante de autos en medio de una batalla en la sala de consejo entre sus dos principales dueños familiares. 
 
El Boston Consulting Group calcula que familias poseen o controlan 33 por ciento de las compañías estadounidenses y 40 por ciento de las francesas y alemanas con ingresos de más de 1,000 millones de dólares al año. En el mundo emergente, la preponderancia del control familiar es aún mayor.
 
La importancia de las familias poderosas habría sorprendido a los fundadores de la teoría económica y política moderna. Se supone que las dinastías políticas desaparecerían conforme la gente común recibiera el voto. Se suponía que las empresas familiares perderían terreno a medida que las compañías públicas recaudaran dinero entre millones de pequeños inversionistas.
 
Eso nunca sucedió, en parte porque muchas ventajas del parentesco resultaron sorprendentemente perdurables. Las dinastías políticas tienen una combinación poderosa de nombres conocidos y conexiones personales. Las compañías familiares pueden ser más flexibles y previsoras que las compañías públicas. 
 
Las familias propietarias típicamente quieren que sus empresas duren por generaciones, y pueden hacer inversiones a largo plazo sin preocuparse por los accionistas que están a la caza de utilidades inmediatas.
 
Las familias poderosas también han prosperado gracias a cambios sociales económicos grandes y bien recibidos. Su prominencia refleja la creciente prosperidad de Asia, donde las familias tradicionalmente desempeñan un gran papel. La emancipación de la mujer está duplicando la fuente de talento. 
 
 
Antaño, el chovinismo político habría excluido a Park Geun-hye, Keiko Fujimori y Hillary Clinton. Asimismo, las mujeres han tomado exitosamente las riendas del banco Santander de España, Hancock Prospecting de Australia e incluso la Olayan Financing Company de Arabia Saudita.
 
Sin embargo, el poder familiar plantea problemas. Los conservadores creen en la importancia de proteger la propiedad privada y permitir que los emprendedores disfruten de los frutos de su talento. 
 
Al mismo tiempo, sin embargo, creen que la gente debería ser juzgada por sus méritos individuales en vez de sus conexiones familiares o su conocido nombre. 
 
The New York Times estima que el hijo de un gobernador tiene 6,000 veces más probabilidad que el varón sexagenario estadounidense promedio de convertirse en gobernador, en tanto el hijo de un senador tiene 8,500 veces más probabilidad de convertirse en senador. La concentración de poder y riqueza en una pequeña élite plantea dudas sobre la legitimidad.
 
El poder familiar también tiene su lado oscuro, especialmente cuando los negocios y la política se entretejen en un nexo exclusivo de dinero e influencia. Los Clinton son un ejemplo inquietante: Todo tipo de personas, incluidos gobiernos extranjeros, han dado millones a la fundación de la familia Clinton, quizá en parte porque piensan que les dará influencia ante una futura presidenta.
 
Los holgazanes políticos en funciones tienen un incentivo para usar las conexiones políticas a fin de protegerse de la competencia. Esto puede conducir a la corrupción. Un estudio de 2003 concluyó que las empresas que representan casi 8 por ciento de la capitalización del mercado mundial eran administradas por parientes de los líderes políticos de sus países.
 
Incluso sin conexiones políticas, las familias empresariales pueden ejercer una influencia poco saludable en la economía en general. Las estructuras de propiedad piramidales permiten a una pequeña porción del capital ejercer un gran grado de control. Otro estudio arrojó que las 10 familias más ricas controlaban 34 por ciento de la capitalización de mercado en Portugal y 29 por ciento en Francia y Suiza.
 
El secreto del poder familiar saludable es la competencia. En un sistema abierto de libres mercados, regido por el régimen de derecho y llamado a cuentas por una prensa libre, el nepotismo importa menos.
 
Las enormemente costosas elecciones de Estados Unidos favorecen a las maquinarias políticas, otra razón para reexaminar el financiamiento de campaña. Las estructuras piramidales ponen candado a los mercados de capital. Estados Unidos las limitó en los años 30, Gran Bretaña siguió el ejemplo a fines de 1960 e Israel está haciendo lo mismo. También deberían hacerlo otros países. Los impuestos sobre la herencia en lugares como Gran Bretaña favorecen a las compañías familiares, las cuales deberían sobrevivir o no con base en sus méritos.
 
El poder familiar, como el de cualquier otro tipo, necesita ser vigilado. Si no puede ser disputado, no debería ser bienvenido.
 
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