Banxico y SHCP, caminos diferentes
La economía perdió dinamismo, el dólar cobró vigor, la gasolina subió al tope máximo; la inflación está tranquila, la confianza se deterioró.
Una buena economía no puede funcionar así. Los datos revelan que hay dificultades, como en todos los países; pero también revelan que entre Luis Videgaray, de Hacienda, y Agustín Carstens, del Banxico, no hay ni el saludo.
En cristiano, eso quiere decir que las políticas monetaria y fiscal van por rumbos diferentes. La monetaria, para defender a la economía de la inflación y por eso sube la tasa de interés.
La fiscal quiere que la economía esté más dinámica, cobrar más impuestos, tener más ingresos y cubrir los déficit con deuda. Es decir, hay una estrategia, la monetaria, que lo único que le interesa es que no haya inflación.
Y otra, la fiscal, que quiere que la economía crezca, que todo el mundo pague impuestos, que el gasto sea eficaz, que la deuda esté en niveles razonables.
Pero en el corto y mediano plazos van en rumbos diferentes: la monetaria, metiendo freno a la economía; la fiscal, tratando de meterle acelerador.
Y la realidad es que Hacienda pierde la batalla: el crecimiento económico ha sido raquítico desde que inició el sexenio; la deuda ha crecido; el tipo de cambio se ha devaluado más de 50%, la Reforma Fiscal, exitosa para captar impuestos, ha sido un veneno para el crecimiento y la deuda galopa hacia arriba.
Para el ciudadano común y corriente la estrategia es un desastre y golpea de frente la popularidad del Presidente.
Su equipo es incapaz de explicar que la devaluación tiene orígenes externos; que los gasolinazos no existen; que la situación económica del país es mejor si se compara con el ambiente internacional.
Pero, como quiera que sea, hay una percepción y es que Hacienda y el Banco de México van por caminos diferentes y que siempre que eso pasa al país le va mal.
México necesita una política monetaria de tasas de interés bajas, combinada con una estrategia fiscal que capte más impuestos y administre mejor del gasto.
El ambiente actual es que el Banxico tiene el pie metido en el freno y que Hacienda aprieta el acelerador a la deuda.
Esta es una combinación muy peligrosa porque significa que la economía no crece, pero sí se devalúa el peso, crece la deuda y se cierran las oportunidades para los mexicanos.
Y eso indica que, a estas alturas del partido, Luis Videgaray y Agustín Carstens necesitan ponerse de acuerdo y tener una política monetaria antiinflacionaria y una política fiscal con ingresos más sanos, lo cual significa más captación de impuestos.
Si eso no sucede, el país terminará con un peso en la basura, una deuda enloquecida y un crecimiento tan raquítico como en la historia de las últimas décadas.
Y no hay otra salida, o se ponen de acuerdo o las cosas se pondrán peores.
La realidad es que, cuando hay esos desencuentros, quien sufre es el ciudadano común y corriente: ve precios mayores, oportunidades menores e indicadores macro, como endeudamiento, que le dicen que las cosas en el futuro están agravándose.
Hasta mañana con nuevas… Perspectivas.