Un caso de transacción privilegiada, la "tragedia griega" entre padre e hijo

Un padre aprovechó información que le pasó su hijo para beneficiarse, hasta que ambos fueron traicionados por otro de los conjurados
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El juicio por transacción privilegiada contra Sean Stewart tiene todos los elementos de una tragedia griega. Foto: Pixabay
El juicio por transacción privilegiada contra Sean Stewart tiene todos los elementos de una tragedia griega. Foto: Pixabay
El juicio por transacción privilegiada contra Sean Stewart tiene todos los elementos de una tragedia griega: un padre aprovechó información que le pasó su hijo para beneficiarse, hasta que ambos fueron traicionados por otro de los conjurados, destruyendo lazos familiares mientras que es posible el hijo vaya a dar a la cárcel por lo que hizo el padre.
 
Por el lado de la fiscalía, el veredicto de culpabilidad dictado por el jurado es una reivindicación para la procuraduría federal de Manhattan. Va a impulsar los esfuerzos por perseguir casos de transacciones con información privilegiada, después de la decisión de una corte de apelaciones en 2014 que pareció coartar la posibilidad de perseguir casos en los que estén implicados familiares que compartan información confidencial.
 
Stewart hijo era banquero de inversión en JPMorgan Chase, y después en Perella Weinberg, que trabajaba en transacciones de atención médica. Él fue condenado por darle soplos a su padre, Robert Stewart, en cinco acuerdos. El padre ganó unos 150,000 dólares por las transacciones y compartió la información con un amigo, Richard Cunniffe, que ganó casi un millón de dólares.
 
Cunniffe fue acusado y después fue un testigo colaborador en el caso, grabando sus conversaciones con Robert Stewart. En una de ellas, Stewart padre relata que en una ocasión, su hijo le dijo: “Te entregué esto en charola de plata y tú ni siquiera tuviste que invertir”, al parecer recriminándolo por no haber aprovechado la información privilegiada. 
 
Robert Stewart se declaró culpable, junto con Cunniffe, mientras que Sean Stewart prefirió irse a juicio.
 
La conversación sobre la “charola de plata” resultó ser una evidencia decisiva en el juicio, convirtiendo al padre en testigo en contra de su propio hijo. La grabación permitió que los fiscales demostraran que la información confidencial sobre los acuerdos no era algo que le habían robado a Stewart hijo sino que fue entregada como parte de un plan. Sean Stewart estaba en una posición difícil. 
 
Foto: Reuters
 
Él ya no podía pagarles a sus abogados, después de su divorcio y de elevados pagos por manutención de menores. Así pues, estuvo representado por un abogado de oficio nombrado por la oficina de Defensores Federales, algo que no es nada común en casos destacados de transacciones privilegiadas, aunque ciertamente había precedentes.
 
Esa oficina tiene algunos de los mejores abogados defensores, pero Sean Stewart no tenía los mismos recursos que otros acusados en casos de transacciones con información privilegiada, como el de Raj Rajaratnam, ex operador de fondos de cobertura que fue condenado de 14 cargos en 2011. Como sea, nunca se sabrá si el hecho de que Sean Stewart no pudiera contratar la mejor defensa legal afectó su caso, pero en términos generales, los acusados prefieren contar con un ejército de abogados para enfrentarse al gobierno.
 
Sean Stewart quiso llamar a su padre como testigo en el juicio, para tratar de demostrar que la declaración sobre la “charola de plata” y otras que indicaban su conocimiento de las transacciones no eran verídicas, sino solo fanfarronadas hechas ante Cunniffe. 
 
En una declaración después de su arresto, Robert Stewart afirmó que su hijo no sabía de sus transacciones. Esa información solo podía salir a la luz en el juicio si Stewart padre rendía su testimonio.
 
Sean Stewart quería demostrar que su padre no era una fuente confiable de información. Pero Robert Stewart se negó a ayudar a su hijo y prefirió invocar la quinta enmienda, que le permite no contestar preguntas que lo incriminen, para evitar presentarse como testigo.
 
Generalmente, cuando alguien ya admitió su culpa _ Robert Stewart ya se había declarado culpable para cuando empezó el juicio de su hijo _ no hay bases para invocar el derecho a no autoincriminarse pues ya no existe la posibilidad de enjuiciamiento futuro. 
 
En este caso, empero, sospecho que existía la preocupación de que los procuradores acusaran al padre de perjurio si su testimonio no era consecuente con las declaraciones que le había hecho a Cunniffe.
 
Robert Stewart ya había sido sentenciado a un año de arresto domiciliario, pena muy por debajo de la recomendada por el departamento de Justicia, y en su declaración de culpabilidad él no aceptó cooperar en el caso en contra de su hijo. Así que había buenas razones para sospechar que los fiscales pudieran ir detrás de su cabeza si su testimonio resultaba útil para la defensa.
 
El departamento de Justicia rechazó la solicitud de Sean Stewart de concederle inmunidad a su familia para permitirle rendir testimonio, decisión con la que estuvo de acuerdo el juez del juicio. Sin poder contar con su padre, Sean Stewart corrió el riesgo de rendir testimonio en el juicio, cosa que no suele suceder en casos por transacciones con información privilegiada.
 
Él declaró que su padre “lo traicionó” al usar la información. “Yo jamás de los jamases le di información a mi padre para que hiciera transacciones”, le dijo al jurado. “Mi papá cometió algunos errores terribles. Me utilizó”.
 
Al rendir testimonio en su propia defensa, él quedó expuesto al careo con el gobierno, que se centró en por qué Sean Stewart no dijo la verdad cuando fue interrogado por primera vez sobre las transacciones de su padre por su empresa. Una de las preguntas favoritas que los abogados plantean a su oponente es: “Entonces, usted mintió al respecto, ¿no es así?” El fiscal lo acribilló a preguntas para despertar la duda en el jurado sobre la historia de que estaba mintiendo para proteger a su padre.
 
La parte más difícil de este caso para el departamento de justicia fue demostrar que Sean Stewart recibió un beneficio de su padre a cambio de la información confidencial. Este requerimiento quedó en relieve por la decisión de la corte federal de apelaciones del segundo circuito en Manhattan, en el caso de los Estados Unidos contra Newman, en diciembre de 2014, que anuló la condena por transacciones con información privilegiada de dos administradores de fondos de cobertura.
 
La corte de apelaciones sostuvo que el gobierno debe de demostrar que el informante ofrece la información como parte de “un intercambio que es objetivo, consecuente y que representa por lo menos la posibilidad de ganancia de naturaleza pecuniaria o de otro tipo”. 
 
Eso significa que los fiscales tenían que demostrar que hubo una transferencia de beneficio tangible entre hijo y padre. Lo que demostraron fue que Robert Stewart gastó parte de sus ganancias en contratar a un fotógrafo y pagar la cena de ensayo de la boda de su hijo en 2011.
 
Antes de la decisión en el caso de Newman, hubiera sido fácil demostrar el beneficio, pues habría bastado con la sensación de calidez entre los familiares al conceder un regalo. La Suprema Corte podría restablecer esa posición después de escuchar la apelación en el caso de Newman en octubre, o bien, podría tomar otra dirección.
 
La cuestión de su hubo beneficio resultó ser un tema difícil para el jurado que decidió la suerte de Sean Stewart. Bloomberg reportó que la presidenta del jurado dijo que durante los seis días de deliberaciones, los miembros se habían preguntado qué sacó él (Sean) de todo eso. 
 
Al votar por la condena, uno de los jurados dijo: “De plano hay demasiadas contradicciones en su historia”.
 
Para el departamento de Justicia, esto demuestra que el caso de Newman puede no ser un impedimento tan grande como se pensó en un principio para encausar casos de transacciones con información privilegiada que impliquen soplos. 
 
Este fue el primer caso que implica un soplo que llega a juicio después de esa opinión y la condena significa que incluso un regalo de boda del padre a su hijo puede bastar para convencer al jurado de que se intercambió información valiosa por un beneficio.
 
Para la familia Stewart, el costo de las transacciones supera con mucho las modestas ganancias financieras obtenidas. Sean Stewart declaró que la relación con su padre “se había dañado, quizá de manera permanente”, si bien aseguró que “lo amo y siempre lo amaré”.
 
El castigo recomendado conforme a los lineamientos federales de sentencias es de más de cinco años. Sean Stewart está casi seguro de recibir una pena de cierto tiempo en la prisión, aun si el juez impusiera un castigo por debajo del que probablemente recomiende la fiscalía, que sería una sentencia sustancial.
 
Hay un proverbio yiddish que dice: “Cuando el padre le da al hijo, ambos ríen; cuando el hijo le da al padre, ambos lloran.” Eso parece aplicarse claramente a Sean Stewart y su padre.
 
kgb 

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