Engañar a la muerte: La nueva ciencia del envejecimiento

Imagine un mundo en el cual ser restaurado con un corazón, hígado o par de riñones nuevos, reproducidos de sus propias células corporales, fuera tan común como lo es ahora un reemplazo de rodilla
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Los avances en la ciencia nos permitirán vivir hasta 120 años. Foto: Archivo
Los avances en la ciencia nos permitirán vivir hasta 120 años. Foto: Archivo

CIUDAD DE MÉXICO.- Imagine un mundo en el cual ser restaurado con un corazón, hígado o par de riñones nuevos, reproducidos de sus propias células corporales, fuera tan común como lo es ahora un reemplazo de rodilla o de cadera. Imagine un mundo en el cual celebrara su cumpleaños número 94 corriendo un maratón con sus amigos de la escuela. Imagine, en otras palabras, un mundo en el cual la vejez hubiera sido abolida.

Ese mundo no ha llegado aún, pero algún día podríamos ver algo parecido a él. La senectud, el marchitamiento general de las destrezas experimentado por todos conforme el tiempo cobra su precio, está bajo el escrutinio de médicos y biólogos. Suspenderla todavía no es posible, pero desacelerarla probablemente sí.

Las esperanzas de vida promedio han aumentado mucho durante el último siglo, pero eso fue gracias a una mejor alimentación, una mejor vivienda, mejor salud pública y algunos medicamentos. El nuevo incremento pudiera ser producido por medicamentos antienvejecimiento específicos, algunos de los cuales quizá ya existan.

Esto, afirman los optimistas, extenderá la vida de muchas personas al tope de hoy de 120 años o más. Sin embargo, ese podría ser solo el principio.

En la próxima fase no solo la esperanza de vida promedio sino también la esperanza de vida máxima aumentará. Si una parte del cuerpo se desgasta, será reparada o reemplazada por completo. El ADN será optimizado para una vida larga. Sume los medicamentos antienvejecimiento, y los centenarios se volverán comunes.

Con este fin, muchos restauradores optimistas están ahora poniendo manos a la obra. Algunos de ellos quieren mejorar tejidos desgastados usando células madre, precursoras de otros tipos de células. Esa bio-renovación es la base de un tratamiento no probado, casi vampírico, de moda en algunos círculos: la transfusión en los viejos de la sangre de los jóvenes.

La industria del cultivo de órganos desde cero también está avanzando. Por el momento, estos “organoides” son pequeños e imperfectos y se usan principalmente para probar medicamentos, pero eso seguramente cambiará.

Se sabe que la longevidad se presenta por familias, lo cual sugiere que variedades particulares de genes prolongan la vida. Algunos están investigando esto, con la idea de que técnicas de edición de genes modernas pudieran un día ser usadas para hacer modificaciones cruciales para extender la vida al ADN de quienes lo necesiten.

Desde el punto de vista de un individuo, esto suena deseable. Para en la sociedad en general, sin embargo, tendrá profundos efectos. La mayoría de ellos serán buenos, pero no todos.

Un motivo de preocupación es que una vida larga agravará los problemas sociales y económicos existentes. El desafío más inmediato será el acceso al tratamiento antienvejecimiento. Si una vida más larga es costosa, ¿quién lo recibirá primero? El ingreso ya es uno de los mejores indicadores de la esperanza de vida. Ampliar la brecha con tratamientos inaccesibles para los pobres pudiera profundizar las divisiones que ya están tensando a las democracias.

¿Los trabajadores de más edad serán discriminados, como ahora, o su número les dará dominio sobre los jóvenes? ¿Los jefes se aferrarán a sus puestos, obstaculizando las carreras de sus subalternos, o se aburrirán, renunciarán y harán algo totalmente distinto? ¿Todas estas personas ancianas dejarán de considerarse como tales, conservando actitudes mentales y físicas juvenilmente vigorosas, o más bien harán a la sociedad más conservadora, porque los ancianos tienden a serlo?

Una razón para esperar que los ancianos se vuelvan menos rígidos es que la vida misma sería más una serie de nuevos principios que una sola historia. Las crisis de la mediana edad quizá no giren tanto en torno de recapturar la juventud perdida como de preguntarse cómo sacar el mejor provecho del siguiente medio siglo.

El retiro se volvería una opción más distante para la mayoría, porque los fondos de pensiones tendrían que ser enormes para apoyar las vidas extendidas. Con este fin, los múltiples empleos de medio tiempo se volverían la norma y la educación tendría que cambiar en consecuencia. La gente podría regresar a la escuela pasados los 50 años para aprender cómo hacer algo completamente diferente. El jornalero dedicado a una actividad física seguramente necesitaría un descanso, el contador podría convertirse en médico y el abogado en empleado de una organización de caridad. Quizá algunos tomarían descansos largos entre una profesión y otra y se dedicarían a alocadas fiestas, a sabiendas de que la medicina les ofrecería reparaciones después.

El aburrimiento, y la necesidad de variedad, alteraría la vida familiar. ¿Cuántos se casarán veinteañeros con la expectativa de estar con la misma persona 80 años después? La vida con una sola pareja, ya en declinación, pudiera volverse rara, reemplazada por una serie de relaciones, cada una tan larga como lo que muchos hoy considerarían un periodo marital decente.

En cuanto a la reproducción, los testículos de los hombres presumiblemente funcionarían indefinidamente y, aunque se cree que los ovarios de las mujeres están cargados con un número finito de óvulos, la tecnología seguramente podría crear nuevos. Quienes lo desearan pudieran, por tanto, seguir procreando durante décadas. Eso, y el matrimonio serial, haría difícil seguir el rastro de quién está relacionado con quién. Las familias empezarían a parecerse más a redes laberínticas. En el mundo en el cual los matrimonios no duran, las mujeres en todas partes serían más libres de divorciarse y los patriarcas ancianos finalmente perderían su dominio.

Esa especulación es divertida, y en su mayor parte optimista. La promesa de una vida más larga, bien vivida, completaría a una persona. Sin embargo, esta visión del futuro depende de una cosa: que una existencia larga también sea saludable. La humanidad debe evitar la trampa en que cayó Titono, un troyano mítico al que los dioses le concedieron la vida eterna, pero olvidó pedir también la juventud eterna. Eventualmente, se marchitó para convertirse en una cigarra.

La trampa de Titono ha surgido porque los cuerpos han evolucionado para ser recipientes descartables que portan los genes de una generación a la siguiente. Los biólogos tienen una frase para ello: el soma desechable. Explica no solo la senectud general, sino también por qué la demencia, el cáncer, los problemas cardiovasculares, la artritis y muchas otras cosas no se presentan en la juventud, sino se apiñan en la vejez una vez que la reproducción ha terminado. Estos, también, deben ser abordados si se busca que una vida larga y saludable se vuelva rutina.

Además, incluso un cerebro sano podría envejecer mal. Un órgano que ha evolucionado para dar acomodo a entre 70 u 80 años de recuerdos quizá sea incapaz de responder cuando se le pida almacenar los de 150 años.

Sin embargo, el conocimiento biológico está avanzando rápidamente. Una mayor longevidad está al alcance; aun cuando la inmortalidad real no esté tan cerca, o sea tan interesante, como les gustaría creer a algunos soñadores.

Asegúrese de elaborar una larga lista de cosas que desea hacer antes de morir.

dvr

 

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