Los planes de rescate de los grandes bancos generan escepticismo

Los reguladores bancarios en particular parecen escépticos respecto del papel en el proceso de resolución de un juez de quiebras
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Los reguladores bancarios en particular parecen escépticos respecto del papel en el proceso de resolución de un juez de quiebras. Foto: Getty
Los reguladores bancarios en particular parecen escépticos respecto del papel en el proceso de resolución de un juez de quiebras. Foto: Getty
En las últimas semanas hemos recibido la última entrega del prolongado - y algunos dirían incluso quijotesco- intento de explicar por qué algunas de las descomunales instituciones financieras estadounidenses estarían contempladas en la ley de bancarrotas, en caso de que llegaran a quebrar.
 
La ley Dodd-Frank, promulgada en 2010 en respuesta al colapso de Lehman Brothers y a la casi quiebra de muchas instituciones en 2008 y 2009, requiere que todas las instituciones financieras grandes, incluso las filiales estadounidenses de establecimientos financieros extranjeros, preparen planes para explicar cómo se enfrentarían a una situación como la de Lehman.
 
Este ejercicio es congruente con la noción de que la “autoridad de liquidación ordenada”, sistema de insolvencia en que la Corporación Federal de Seguros de Depósitos actuaría como destinataria de una institución financiera en apuros, está para actuar solo como mampara para los procedimientos normales de bancarrota.
 
Algunos analistas, especialmente en el extranjero, consideran que ésta es una tarea inútil. 
 
Los reguladores bancarios en particular parecen escépticos respecto del papel en el proceso de resolución de un juez de quiebras, que obviamente no tendría relaciones anteriores con la institución financiera.
 
Los nuevos planes son notables principalmente por inyectar a las compañías controladoras intermedias en la estructura organizativa de los bancos. 
 
Esta nueva compañía controladora aborda los problemas obvios de la bancarrota que habrían ocurrido por los planes anteriores de hacer que la compañía controladora en bancarrota transfiriera dinero a sus subsidiarias antes de declararse en quiebra.
 
No obstante, hay algo extraño en tratar de resolver este problema agregando una entidad legal más a la de por sí complicada estructura corporativa de los bancos.
 
Pero en el fondo, los nuevos planes de bancarrota son bastante similares a los borradores anteriores. 
 
Todos giran en torno de la noción de que una institución financiera grande puede salvarse mediante esfuerzos que se enfocan exclusivamente en la compañía controladora de la institución financiera.
 
El modelo básico implica que la compañía controladora emita un montón de deuda que sirva para financiar a las subsidiarias en operación. 
 
Dado que estos fondos frescos llegan en forma de bonos de largo plazo, no pueden estar sujetos a una corrida como los depósitos bancarios en los años treinta, o los embargos y papeles comerciales de 2008. 
 
Esos bonos, llamados de capacidad absorbente de deuda, se intercambiarían por acciones de la institución financiera. Los accionistas anteriores quedarían descartados.
 
Este enfoque de “un solo punto de entrada” a la quiebra de las instituciones financieras plantea que arreglar el estado de cuenta de la compañía controladora -cancelando deuda, con lo que se equilibran las cuentas- estabilizaría a todo el grupo corporativo.
 
En un estudio reciente, realizado junto con Arthur E. Wilmarth Jr., de la Universidad George Washington, y que se publicará en The Florida Law Review, yo sostengo que hay buenas razones para ser escéptico respecto de este enfoque de la quiebra de instituciones financieras.
 
En pocas palabras, nosotros planteamos dos preguntas clave. La primera: ¿quién va a comprar esos bonos?
 
Y la segunda es ¿qué posibilidad hay de que convertir a la fuerza titulares de bonos en accionistas dé resultado en una crisis financiera?
 
Sobre la primera pregunta, la preocupación es que los inversionistas al menudeo serían los que más probablemente tendrían esa deuda nueva. Eso significa que, una vez más, serían los contribuyentes lo que tendrían que cargar con el muerto. 
 
Cuando menos, convendría asegurarnos de que los inversionistas supieran esto de entrada y exigieran una ganancia correspondiente.
 
Sobre la cuestión del enfoque de “punto de entrada único”, la cuestión básica es si es razonable pensar que la casi quiebra del American International Group en 2008, para poner solo un ejemplo, hubiera podido contenerse reestructurando su compañía controladora.
 
Nosotros lo dudamos y sostenemos que es mejor considerar el enfoque de “punto de entrada único” como una herramienta más del instrumental de resolución. 
 
Así, rechazamos las propuestas pendientes del “capítulo 14” que condicionarían la resolución de la institución financiera conforme al código de quiebras a la aplicación de dicho enfoque.
 
kgb 

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