José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

6 Abr, 2018

AMLO y Trump, hermanos siameses

 

Conforme los peligros legales que amagan a Donald Trump –por su conexión rusa y sus escándalos lúbricos— se vuelven más ominosos y él corre a los profesionales mejor calificados del staff de la Casa Blanca, florecen con creciente vigor
sus peores manías, que invariablemente incluyen a México.

Esta semana sus arrebatos se tradujeron en un golpeteo diario, desde el tuit el Domingo de Resurrección en el que denunció “una caravana” –lenguaje de Fox News, medio fascistoide y fuente única de noticias de Trump- de centroamericanos que cruzaba México rumbo a su país y que “ese gobierno no hacía nada,” para luego amenazar con enviar al Ejército a la frontera “mientras se construye el muro.”

La respuesta inicial del gobierno de México aclara que, como todos los años, llegó la procesión de refugiados conocida como el “Viacrucis del Migrante” para llamar la atención al tema de sus derechos humanos. El lenguaje terso y plenamente burocrático de la nota, es veneno puro para Peña Nieto y su candidato presidencial.

Los mexicanos están hartos que su gobierno se agache ante las injurias y calumnias de Trump, y que no le responda como se merece, actitud que tildan de cobarde y entreguista, sin reparar que impugnar los exabruptos del bufón tendría costos elevados para el país. Pero la prudencia de Peña Nieto sólo lleva agua al molino del hermano siamés de Trump, el aberrante demagogo tropical.

La lista de lacras que ambos comparten es larga y empieza con su terquedad de vivir en una realidad aparte, ideada por ellos mismos, que no tiene nada que ver con hechos y circunstancias objetivos. De allí, el incontinente diluvio de mentiras que reiteran a diario y su visión distópica del mundo, “todo está mal
y yo lo cambiaré.”

La ignorancia de ambos es únicamente equiparable a su engreimiento y petulancia: el uno se dice gran negociador sin la menor prueba de ello, mientras el otro cree ser experto en todo, desde ingeniería aeroportuaria hasta los complejos procesos de explotación y procesamiento del petróleo y sus derivados: en todos los casos ellos saben más que nadie y sólo ellos tienen la solución a los problemas.

Tanto Trump como AMLO prometen erradicar la corrupción, principal brete que, según ellos, aflige a sus países. El primero, juró “secar el pantano” que existía en Washington, dónde el tráfico de influencias es moneda de curso legal, sólo para volverlo mucho peor por los conflictos de intereses entre sus negocios y su posición, su insolente nepotismo y al rodearse de gente sin el menor asomo de moralidad.

López Obrador, por su parte, asegura que parará la corrupción con su solo ejemplo, dada su honradez, como si no estuviera cercado por la peor gavilla de delincuentes de la que se tenga memoria, que crece a diario con nuevos personajes de probada impudicia. ¿Cómo se puede acreditar la honradez de alguien cuyo último trabajo pagado ocurrió en 2005 y que se niega a probar de qué ha vivido desde entonces?

Ambos ignoran los rudimentos básicos de economía y pretenden regresar a un pasado que es imposible restaurar; Trump revitalizando industrias obsoletas con tecnologías vetustas y AMLO volviendo al control gubernamental de los medios productivos, en el contexto de economías cerradas y proteccionistas en ambos casos.

El amago de Trump de militarizar la frontera se concretó el miércoles con el anuncio que enviaría a la Guardia Nacional, entrenada para pelear con armas letales, a “combatir la inmigración ilegal,” aunque no está claro cuántos soldados irán ni cuál será su misión específica. El presidente Peña salió el jueves con un mensaje a la nación con mucha retórica y poca substancia que no creo que ayude.

Con sus actos coléricos y la comedida reacción pública del gobierno de México, Trump  ayuda como nadie a que AMLO, su hermano siamés, sea elegido Presidente.    

 

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