¿Las energías limpias pueden ser la respuesta a los problemas de desarrollo del país?

A pesar de la falta de apoyo institucional, en otros países como Estados Unidos se ha logrado impulsar la inversión en energías limpias hasta niveles récord
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A pesar de la falta de apoyo institucional, en otros países como Estados Unidos se ha logrado impulsar la inversión en energías limpias hasta niveles récord. Foto: Pixabay
A pesar de la falta de apoyo institucional, en otros países como Estados Unidos se ha logrado impulsar la inversión en energías limpias hasta niveles récord. Foto: Pixabay

CIUDAD DE MÉXICO.- En materia de transición energética, México ha sido uno de los países pioneros en América Latina. En el último sexenio, la energía limpia en México atrajo más de 8,600 millones de dólares.

Lo anterior representa casi un 10 % de la inversión extranjera directa (IED) en el país, de acuerdo con cifras oficiales. Buena parte de esta IED, además, fue atracción de nuevas inversiones, y no solamente redistribución de las ya existentes en el país.

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Las inversiones en energía limpia han logrado posicionarse globalmente a velocidad meteórica. Hace unos días se reportó que, en el mes de abril, Estados Unidos alcanzó por primera vez un nivel de producción energética limpia superior a la proveniente del carbón. Este logro es resultado del creciente interés por generar mayores inversiones en energía solar y eólica, a pesar de la falta de apoyo a nivel federal. De hecho, si revisamos de dónde provienen estas inversiones, nos damos cuenta de que se deben a políticas estatales e inversiones públicas, privadas y publico-privadas que, en muchos casos, están localizadas en poco más de una decena de estados norteamericanos que lideran el tema. En México, como ocurre en EE.UU., las inversiones en energía limpia podrían tomar fuerza, pese al interés gubernamental por fuentes de energía no tan limpia, como el petróleo y el carbón.

 

Una historia inconclusa

En nuestro país, las inversiones en energías limpias comenzaron a detonarse de forma transexenal al liberalizarse la producción energética. Hasta hace poco, producir nuevas formas de energía no solo no era del interés del estado mexicano, sino que era facultad exclusiva del mismo. La noción de cambio climático fue un factor determinante en el debate energético, y fuimos de los primeros países en crear las bases legales y prácticas para el desarrollo de esta industria, al menos en América Latina. Existen dos etapas clave en esta historia: la liberalización del sector energético y la reforma energética, que, aunque dejó muchos cabos sueltos, permitió avanzar en importantes inversiones durante un tiempo.

Aun si la agenda política privilegia el petróleo, las propias condiciones del país nos sitúan en una posición de liderazgo en la región. El potencial de la producción solar y eólica resultante de unas condiciones geográficas y productivas únicas, aunado a una industria capaz de detonar desarrollo y empleo en zonas diversas (algunas incluso remotas), muestran un interesante caso de negocio para las energías limpias.

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Durante el sexenio pasado, la reforma energética comenzó a rendir frutos, al menos por un breve periodo. El reto ahora es de continuidad. Las energías limpias pueden ser la respuesta a problemas de desarrollo y empleo en algunos estados, además de contribuir a la reducción de los costos medioambientales y de salud pública que genera el sobreuso de combustibles fósiles y minerales.

 

Volteemos a los casos de éxito

En el mundo existen algunos ejemplos de buenas prácticas, como Alemania, que logró surtir el 54.5 % de su electricidad con renovables en marzo de este año y ha generado más de 36,000 empleos en este sector, o California (EE. UU.) que cuenta con más de 7,879.5 MW de capacidad en energía solar. Pero quizá el mejor ejemplo pudiera ser Massachusetts (EE. UU.), que ha logrado convertirse en un baluarte de la innovación en energías limpias con un programa estatal que ha fomentado una industria de más de $13.2 miles de millones de dólares en nuevas inversiones, y 110,700 empleos desde el 2010 (una tasa de crecimiento de empleo del 84 % para el sector desde el inicio del programa). Como estos hay otros ejemplos, pero quizá el verdadero reto está en entender cómo aprovechar esta enorme oportunidad. 

Ahora nos encontramos con que el tema deja de ser prioritario en la agenda del gobierno federal mexicano, y se privilegian, casi exclusivamente, proyectos energéticos relacionados con la industria petrolera, hasta el punto de poner en juego la estabilidad de sus propias finanzas, o al menos a percepción de algunos expertos y las calificadoras internacionales. Esto no solamente deja una enorme oportunidad sobre la mesa, sino que también nos retrasa competitivamente.

Por ello, el desafío sigue siendo alinear la agenda política del país en sus diferentes niveles. Si ha sido posible en otras regiones, a pesar de los obstáculos, también puede serlo en México, pues ya contamos con un marco legal que permite el desarrollo del sector, lo cual es un gran paso en la dirección correcta.

font-family:"Arial",sans-serif;mso-fareast-font-family:Arial;mso-ansi-language:
ES-MX;mso-fareast-language:ES-TRAD;mso-bidi-language:AR-SA">Por: Carlos Alberto Vargas Castolo, profesor investigador de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.

 

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