Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

3 Dic, 2020

¿Festejar estos dos o lamentar los que siguen?

Lo he dicho y lo repito, lo nuestro es el pasado; lo es, tanto para festejarlo como para lamentarlo. Hoy, lo vemos de manera clara al cumplirse los dos primeros años de este gobierno y leer y escuchar a quienes han optado por una de esas dos visiones del pasado; por el contrario, ninguno ha tomado el futuro como centro.

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Frente a esas dos posiciones, para mí, la adecuada sería ésta: dado lo sucedido estos dos primeros años, ¿qué podemos y debemos esperar para los siguientes dos? Manejar viendo el camino a través del espejo retrovisor, jamás ha sido recomendable; lo obligado y sano es ver a través del parabrisas, ver hacia adelante. En otras palabras, ver al futuro.

Con lo que vimos y padecimos estos 730 días, ¿qué veremos y padeceremos los siguientes dos años? Enfrascarnos en intentar rebatir datos chapuceros imposibles de rebatir (por ser burdas mentiras las cuales, los que las aceptan como verdades axiomáticas exhiben un nivel cercanísimo al retraso mental), sería perder el tiempo. Asimismo, enfrascarnos en una discusión con alguien que hace del triunfalismo acedo sin sustento su único argumento, implicaría una pérdida de tiempo que, no tengo duda, sería mejor aprovechado si volteáremos a vislumbrar el futuro.

De hacer esto último, debo decir que no veo cómo esas decenas de millones de electores (cuya ceguera intelectual exhibida allá los llevó a decidir en favor de lo que se ha convertido en la peor tragedia del México contemporáneo), pudieron haber dejado atrás ese estado y convertido, para estas fechas, en ciudadanos responsables y críticos severos de lo que decidieron, y que con su decisión causaron.

En los tiempos actuales, difícilmente es posible encontrar una respuesta lógica y certera de las preguntas que, haberlas respondido debió haber sido la prioridad a partir del 2 de julio de ese año fatídico: ¿Por qué decenas de millones decidieron así? ¿Qué los motivó en realidad a entregar su voto al actual Presidente, no las falsas razones aducidas desde entonces a la fecha? ¿Por qué y para qué votaron como lo hicieron? ¿Para apoyar esta tragedia?

¿Dónde está la explicación medianamente racional que no hemos podido, querido o sabido dar de aquella barbaridad gigantesca la cual, imposible negarlo, hizo posible la tragedia que enfrentamos y padecemos? Las razones de esa traición democrática, pienso, siguen ahí; tan arraigadas en la mentalidad de quienes entregaron su voto sin análisis alguno que aún hoy se mantienen —casi todos—, en su misma absurda posición.

Sería una ilusión afirmar lo contrario; los que votaron por el causante de la tragedia siguen a la espera del paraíso terrenal y la felicidad prometidos, a pesar de estar el país y su economía al borde del precipicio. Por eso digo, hay que ver al futuro para vislumbrar qué nos espera en los próximos dos años; si los primeros fueron de terror, imagine los siguientes.

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¿Esperaría usted una rectificación frente al triunfalismo exhibido este martes? Por otra parte, ¿podrían nuestra débil institucionalidad y los graves problemas estructurales permitirnos albergar una débil esperanza de cambio positivo?

 

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