Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

30 Oct, 2018

Resulte lo que resulte, el daño estaría hecho

Escribo esta colaboración el viernes 26 por la tarde, a dos días de terminado lo que más parece ópera bufa que otra cosa, con toda intención. Lo hago porque, como reza el título de esta colaboración, el daño para el país y su imagen como destino seguro de la inversión, ya está hecho.

¿Acaso usted piensa que, de ganar una u otra opción —o para ponerlo más claro, de ganar Texcoco o Santa Lucía—, el daño al que me refiero podría ser eliminado? ¿En verdad piensa usted que los inversionistas, locales o foráneos, de ganar la opción donde han tomado un riesgo —al margen de la magnitud de éste—, regresarían en cuanto a su opinión del país se refiere, a la que tenían en las fechas cuando decidieron invertir en el NAIM Texcoco?

Es un lugar común, viejo y desgastado, afirmar que la imagen positiva de un país como destino seguro para la inversión extranjera, lleva años o decenios construirla; al mismo tiempo, la segunda parte del lugar común remata así: pero toma un tiempo cortísimo destruirla. En pocas ocasiones México ha visto que dicho lugar común es casi una verdad axiomática, tal y como sucede en los tiempos que corren.

Pocos políticos —hayan sido gobernantes, funcionarios o legisladores— han hecho tanto daño (en un tiempo tan corto) a la imagen del país, como López y la dupla de destructores que lo rodea: Jiménez y Riobóo.

¿Tiene usted suficiente edad para recordar a López Portillo en esos meses de 1982 cuando, ya en la desesperación casi total, nos acabó de hundir? ¿Recuerda esos días después del 1 de septiembre de ese año cuando, frente a la nación, coronó los 12 años de destrucción sistemática y consciente que había comenzado su antecesor, Echeverría?

De no tener la edad para haber vivido esos años trágicos, pregunte por favor a algunos de sus familiares que lo vivieron, pero, sobre todo, pregúnteles qué fue lo que padecieron y en un descuido, perdieron todo o casi todo su patrimonio.

La victoria de López este 1 de julio ilusionó a muchos porque, decían y aún hoy lo repiten con otras palabras, que ahora sí será realidad vivir del erario. Sin embargo, las ilusiones son sólo eso, pompas de jabón que ante el menor embate de la realidad, se rompen y se vuelven nada.

México, jamás estará de más decirlo, es un país con severas y muy profundas limitaciones y obstáculos estructurales que impiden, entre otras cosas, crecer a las tasas que la composición demográfica exige. Estas limitaciones, para complicar lo de por sí ya complicado, producen limitaciones también en la visión que una muy buena parte de la clase política y grupos sociales amplios, han hecho suyas desde hace una buena cantidad de decenios.

Las limitaciones y obstáculos estructurales son, dicen algunos, fácilmente removibles; basta con que el Congreso apruebe un paquete que contendría nuevas leyes y reformas profundas en algunas vigentes incluida, por supuesto, la Constitución misma, y ya está resuelto el problema. Sin embargo, las cosas en esta materia —como en muchas otras— no son tan fáciles, rápidas y sin altos costos políticos. Queda el otro aspecto, el a veces imposible de remover: la mentalidad que priva en millones y millones de ciudadanos. Cambiarla requiere años de una lucha política e ideológica durante años y a veces, generaciones. Lo vemos hoy con el tema del NAIM.

Basta revisar las respuestas de quienes habrían votado, para darse cuenta del desconocimiento del tema que dejan ver desde la primera frase; triste papel de aquéllos a los que la demagogia y la manipulación política perversa con base en la ignorancia de millones de mexicanos, los toma como carne de cañón sin el menor pudor político. Hoy, al margen de los resultados, el daño causado a México por López y la dupla destructora (El Hombre Marlboro y El Contratista favorito), está hecho.

Y a todo esto, ¿qué dicen los babeantes seguidores de López?

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube