En el artículo anterior describí la importancia de esconder el garrote, es decir, tener en orden la situación legal y financiera de la pareja, para evitar problemas financieros en caso de separación.
Debo decir que, entre mis amistades, hay mucho escepticismo con respecto a la posibilidad de un divorcio tranquilo y justo. Y no los culpo: la mayoría de las separaciones son desagradables y una de las partes suele ser la más “raspada”... hay abusos, recriminaciones y muchas sorpresas, como dice la frase: “Nadie sabe con quién se casa, hasta que se divorcia”. Pero aunque no sea posible hacer del divorcio una fiesta con globitos y serpentinas, sí es posible ponerle “bolsas de aire y frenos abs” a tu relación, para amortiguar el golpe en lo posible.
El primer paso que debes tomar es conocer y, en caso necesario, modificar el marco legal de tu unión para que esté de acuerdo con las expectativas y metas de la pareja. ¿A qué me refiero con esto? Ya sea casados o en unión libre, siempre hay un tipo de contrato relacional, a nivel sicológico y emocional, es decir, un compromiso inconsciente o consciente de lo que cada quien espera dar y recibir en la relación.
El gran problema de muchas parejas es que emocionalmente viven en un régimen y legalmente en otro. Por ejemplo, quizás emocionalmente vives por bienes comunes, y pones todos los inmuebles adquiridos con el sudor de ambos a nombre de tu pareja, pero si en la realidad estás casado por bienes separados, te puedes meter en serios problemas y romper con el equilibrio de poder en la relación.
Pero vayamos por pasos. En México, cada Estado promulga sus propias leyes, y deberás revisar cuáles aplican en tu lugar de residencia, pero en general, hay tres regímenes predeterminados de uniones de pareja, cada uno con sus ventajas y desventajas: el de bienes comunes, el de bienes separados y el “mixto” (acuerdo pre-nupcial o pos-nupcial). Lo más importante es que en cualquier momento que lo desees puedes cambiarlos o disolverlos, sin divorciarte, siempre y cuando ambas partes estén de acuerdo.
1. Matrimonio por bienes comunes
Este es el tradicional, aunque cada vez más en desuso. Matrimonio significa “protección a la madre”, así que este contrato está diseñado para proteger los derechos del miembro de la pareja que se queda en casa a cuidar de los niños y que, por lo tanto, no obtiene remuneración y está en riesgo financiero. En caso de divorcio, todos los bienes (y las deudas) adquiridos durante el vínculo se dividen por igual. En la actualidad, este tipo de matrimonio incluye solamente los bienes adquiridos gracias al trabajo, y deja fuera donaciones, ingresos de la fortuna como ganar la lotería, o los bienes heredados (este es un cambio relativamente reciente, así que investiga si aplica en tu Estado, sobre todo si te casaste antes del año 2000). En este régimen es necesario el consentimiento de ambas partes para vender, prestar, rentar o hipotecar algún bien inmueble de la sociedad. Yo lo recomendaría si:
- Uno de ustedes planea dejar de trabajar y quedarse en casa a cuidar de los retoños.
- Ningún miembro de la pareja tiene la fea costumbre de incurrir en deudas o practicar infidelidad financiera, pero tampoco tienen ganas de estar negociando la división de las propiedades en el transcurso del matrimonio.
- Debido a grandes diferencias en la capacidad de generar ingresos, o a una incapacidad para llegar a acuerdos financieros, se sienten más cómodos con una división forzosa en partes iguales de los bienes.
2. Matrimonio por bienes separados
A diferencia del régimen anterior, las compras, ventas y deudas de los miembros de la pareja se asumen de manera individual. Aunque muchos piensan que no es un matrimonio “verdadero” porque no compartes todos tus bienes con la pareja, yo creo que es justamente lo contrario porque sí compartes pero voluntariamente. Yo me casé por bienes separados por varias razones:
3. Unión libre
Yo viví en unión libre antes de casarme, porque no me latía seguir los dictados caprichosos de la sociedad. Además, me consta que el contrato de matrimonio por sí mismo no significa que existe un compromiso verdadero con la relación de pareja. En la actualidad, el concubinato es muy parecido al matrimonio por bienes separados, pues otorga derechos para recibir herencia y las prestaciones de seguridad social que apliquen.
Además, se puede solicitar una pensión al cónyuge por tiempo igual al que duró el concubinato aunque, eso sí, cada quien se queda con sus propios bienes. En México, el concubinato existe a partir de los dos años de vivir “como casados” o antes de este tiempo cuando se ha procreado un hijo. A menos que tu amorcito se haya casado sin tu conocimiento, en cuyo caso tus derechos se reducen a cero, pues el concubinato sólo existe entre solteros. Lo que aprendí viviendo en unión libre fue que:
Quizás el marco legal de tu unión funcionó perfecto en el pasado, pero es hora de hablar con tu pareja y actualizarse. Poner al día el marco legal de tu matrimonio es muy importante; recuerda que los problemas de dinero son la segunda causa de divorcio en México. La vida no es blanco o negro, así que elige el tono de gris que más se adapte a tu situación de vida y recuerda: todos entramos a una relación con un “contrato” emocional, así que asegúrate de que esté en armonía con tu “contrato” legal.
*DR