Carlos Velázquez

Veranda

Carlos Velázquez

2 Jun, 2020

Aladino, el genio del regreso de los cruceros

 

Dicen que los líderes de la industria de los cruceros son unos genios por cómo han gestionado crisis anteriores, pero ante la magnitud de la del covid-19 parece que necesitarán un genio como el del cuento de Aladino para salir bien librados.

Cuando la crisis del 11 de septiembre de 2001, durante meses la gente tuvo pavor de subirse a un avión luego de que fueran usados como misiles por los subordinados del terrorista Osama Bin Laden para impactar contra diversos objetivos.

Además, fue en aquel tiempo en el que las autoridades estadunidenses implementaron medidas como el arco de seguridad, la puerta blindada en los aviones y el uso de biométricos, entre tantas más, para que no ocurriera otra catástrofe como la de las Torres Gemelas.

Fue así que las navieras lanzaron sus planes conocidos como drive to port, mediante los cuales habilitaron puertos en Estados Unidos, como Galveston, cerca de Houston. Dichos puertos eran fundamentalmente de carga y servían para que los estadunidenses llegaran con sus familias, en sus propios coches, a tomar un crucero.

El éxito resultó tan grande que a partir de allí estos barcos entraron de lleno al negocio del turismo masivo. La demanda creció a tal nivel que permitió la construcción de esos resorts flotantes que transportan cinco mil o seis mil turistas a la vez.

Otra historia famosa fue cuando quisieron entrar al mercado asiático con barcos viejos y los chinos, japoneses y coreanos, quienes son fanáticos del lujo cuando viajan, sencillamente no se subieron.

Los dueños de las navieras en ese entonces no sólo desarrollaron desde cero barcos que cumplieran con los parámetros de esos exigentes viajeros, sino que, además, les hicieron adecuaciones únicas para que pudieran hacer sus viajes exactamente como deseaban.

Por ejemplo, y dado que nos les gusta el sol, idearon que el piso de arriba, donde la gente va a la alberca y a disfrutar del aire libre, los cruceros para asiáticos tuvieran un techo, como sucedió con los barcos Quantum, de Royal Caribbean.

Pero ahora mismo la situación parece bastante más complicada, pues, para empezar, las navieras estadunidenses no están teniendo acceso a los programas de rescate financiero de ese país debido a que sus flotas no están registradas en la Unión Americana.

Como se sabe, los barcos de cualquier tamaño usan las llamadas “banderas de conveniencia”, las cuales les otorgan, por un módico precio, países como Bahamas o Panamá, y con lo cual se evitan pagar toneladas de dólares en impuestos.

Pero ahora esa misma decisión se está volviendo un problema, pues resulta que, por ejemplo, sus miles y miles de empleados, no están en los programas estadunidenses.

Por supuesto, los recortes han sido brutales, pero incluso con la tijera afilada a todo lo que da resulta que cada naviera tendrá que conservar alrededor de la tercera parte de su personal para darles servicio a sus barcos, pues así lo demanda el contacto con el agua de mar, uno de los líquidos más corrosivos.

Estos son sólo algunos de los retos que enfrenta un negocio que, según diversas encuestas, está al final de las listas para regresar a viajar; ¿cómo gestionarán esta situación? Esa es una de esas grandes historias que está por escribirse.

 

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