David Páramo

Análisis superior

David Páramo

15 Oct, 2018

No comen gasolina

De los muchísimos mitos y mentiras en la economía mexicana, los que tienen que ver con el precio de la gasolina son de los más populares.

En los últimos días se han despertado arranques de ira, acompañados de grandes muestras de desconocimiento, luego de que el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, dijo que los pobres no consumen gasolina, consumen tortillas.

La afirmación fue vista como una falta de sensibilidad, hubo más de un sandio que lo comparó con María Antonieta, e incluso de conocimiento del tema del que estaba hablando. Los menos rupestres, desde el punto de vista económico, dicen que se debió haber quedado callado (lo que fue una de las principales fallas del gobierno de Enrique Peña Nieto).

Si usted cree que Guajardo se equivocó, lo invito a que lo piense nuevamente. La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares revela que más de 70% del consumo de gasolina se concentra en los tres deciles más altos de ingresos. El 50% más pobre de la población consume el 10% de la gasolina y el decil de menores ingresos consume, aproximadamente, 1% de la gasolina. Entre mayor sea el decil de ingreso, las personas destinan mayor cantidad de su gasto al consumo de transporte.

En contrapartida, el consumo de tortillas, pollo y huevo se da más o menos de manera equitativa en todos los deciles de ingreso, pero entre menor sea el decil de ingreso, se destina una mayor parte del gasto familiar al consumo de esos productos.

En este sentido, resulta mucho más relevante que el precio de las tortillas, pollo y huevo haya tenido incrementos menores al 20%, durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto, que la liberación del precio de la gasolina que, como está demostrado, afecta más a los ricos. El sexenio anterior, los precios de estos productos tuvieron un incremento superior al 60 por ciento.

SIMPLEZA

Una de las respuestas más socorridas ante estos datos duros es si la gasolina sube de precio, todo sube. Esta afirmación parte de traumas no superados sobre las épocas en las que el precio de la gasolina era controlado por el gobierno y cuando se volvía insostenible se convertía en un gatillo más de las crisis recurrentes que azotaron a México hasta mediados de la década de los noventa.

Desde el gobierno del presidente Felipe Calderón, el precio de este producto se hizo más racional, ajustándolo por inflación, y durante este sexenio, liberando el precio. Es posible que en la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador regrese al esquema implementado por el segundo gobierno panista.

Si cree que el precio es el principal detonador del alza sostenida y generalizada de precios, explíquese el caso de Venezuela: tienen la gasolina más barata del mundo y una inflación que supera el millón por ciento. Creencias como, si sube el precio de la gasolina, todo aumenta porque bienes y personas se transportan en vehículos de combustión, sólo muestran un profundo desconocimiento de la realidad. El precio del transporte de pasajeros está controlado por los tres niveles de gobierno, es decir, no aumenta directamente ante el incremento de los precios de las gasolinas.

El costo de transporte de bienes y mercancías no es uno de los factores que mayor impacto tiene en la formación de precios. Adicionalmente, el régimen fiscal permite muy importantes deducciones en el costo de transporte, lo que aminora el impacto en la formación de precios. No falta el defensor de los pobres que se diga preocupado por los micro y pequeños transportistas o quienes comercializan productos a muy pequeña escala. Quien defiende esta posición, también está a favor del incumplimiento de obligaciones fiscales, puesto que si estos agentes económicos se inscriben en el Régimen de Incorporación Fiscal, tendrán, entre otras cosas, los beneficios de ese tratamiento fiscal.

TRAGEDIA

En los últimos tiempos, las creencias, opiniones desinformadas y descalificaciones han arrebatado a datos duros y opiniones informadas el lugar que les corresponde. Los hechos parecen irrelevantes ante las consignas. Parece que pensar ha dejado de ser importante.

La hipersensibilidad de amplios sectores de la sociedad no únicamente dificulta un debate informado, sino que, además, se convierten en la base de decisiones que terminan siendo profundamente equivocadas. La gasolina es un bien que consumen mayoritariamente los que más ingresos tienen. Congelar el precio hace más ricos a los ricos y daña más a los pobres, puesto que disminuye la recaudación de impuestos por los combustibles.

Hay quienes creen que una manera de bajar los precios de la gasolina es disminuir los impuestos. Paga más impuestos quien más consume y estos recursos deben ser usados a favor de generar oportunidades de prosperidad para los que menos tienen. Hágase un favor. Cuando escuche una afirmación, investigue. No vaya siendo que por tratar de linchar quede en ridículo.

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