La economía de Latinoamérica se estanca de forma preocupante

CIUDAD DE MÉXICO.- La reducción drástica de los pronósticos de crecimiento económico en Latinoamérica por parte de los analistas se ha convertido en un ritual anual deprimente. Este año no es diferente. El Fondo Monetario Internacional al principio esperaba un crecimiento del dos por ciento. Para abril lo había bajado a 1.4 por ciento. Incluso esto podría ser demasiado optimista.

Al parecer, durante los primeros tres meses del año, las tres economías más grandes —Brasil, México y Argentina— se contrajeron y otras tuvieron un mal desempeño. En vista de que la economía mundial se ha expandido con relativa firmeza en los años recientes, esto significa que Latinoamérica se está quedando atrás.

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Desde luego, hay algunos puntos positivos. Muchas economías latinoamericanas, gracias a una política fiscal más responsable, son al menos más resilientes y menos volátiles de lo que eran. Los países cuyos dirigentes pensaron que la política macroeconómica prudente era para tontos —Hugo Chávez en Venezuela, Dilma Rousseff en Brasil y Cristina Fernández en Argentina— han sufrido desplomes.

Pero lo que es realmente preocupante es que el desempeño económico rezagado de Latinoamérica haya durado varias décadas. La brecha entre el ingreso promedio por persona de la región y el de Estados Unidos es más grande de lo que era en la década de 1950. Dos nuevos estudios intentan explicar este fracaso relativo y cómo podría revertirse.

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En un artículo para el Diálogo Interamericano, un centro de investigación en Washington, Augusto de la Torre y Alain Ize estudiaron lo que distingue a los países latinoamericanos cuyo producto interno bruto por persona ha crecido significativamente más rápido que el de Estados Unidos en este siglo.

Es el caso de Perú, Chile y Uruguay, los cuales son exportadores de materias primas, y de Costa Rica, la República Dominicana y Panamá, que son exportadores de servicios. Concluyeron que el éxito en los mercados internacionales —medido por el aumento de la participación en las exportaciones mundiales— ha sido el camino a la convergencia de ingresos. Eso se debe en parte a que exportar es una forma de aprender, como lo han señalado otros economistas.

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Existe una excepción a la regla desconcertante: México ha ganado participación en las exportaciones, pero su ingreso se ha estancado principalmente debido a que el resto de su economía es muy ineficiente.

También las políticas macroeconómicas contracíclicas son fundamentales, en especial en los países que exportan materias primas, puesto que el precio de estas puede fluctuar enormemente.

Sin embargo, la desigualdad extrema en los ingresos y la pobreza generalizada hace que sea difícil para los gobiernos latinoamericanos resistir la presión de la población para gastar durante las épocas de crecimiento.

Esto significa que más que una idea adicional, una buena política social debe considerarse un componente central del manejo económico. Es evidente que no todos los países pueden expandir su participación en las exportaciones mundiales; esto es especialmente difícil cuando el proteccionismo va en aumento.

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No obstante, Latinoamérica tiene mucho campo de acción para ampliar sus exportaciones de servicios, como la atención a las personas de edad avanzada y el turismo, siempre y cuando se reduzcan los índices de delincuencia.

Los investigadores del Instituto Global McKinsey estudian la falta de convergencia de Latinoamérica desde un ángulo diferente. Centrándose principalmente en Brasil, México y Colombia, identifican dos “puntos medios faltantes”. El primero es la escasez de empresas medianas.

En relación con el tamaño de la economía, Latinoamérica solo tiene más o menos la mitad de empresas con ventas de diez a 500 millones de dólares al año que los integrantes de un grupo de comparación formado por diez economías emergentes en otros lugares.

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Las empresas latinoamericanas tienden a obtener mayores ganancias, señal de que enfrentan menor competencia.

El otro punto, según el informe, es la falta de empleos bien remunerados y, por lo tanto, “un grupo faltante de consumidores de clase media con los ingresos suficientes para mantener sólida la demanda interna”.

Las tres cuartas partes más pobres de latinoamericanos representan solo el 40 por ciento del consumo total, en comparación con las dos terceras partes del consumo en el grupo de comparación. La falta de demanda del consumidor disuade a las empresas de invertir.

A menos que las empresas latinoamericanas se vuelvan más productivas, el panorama de la región es poco prometedor. De acuerdo con McKinsey, el 72 por ciento del crecimiento económico de la región entre 2000 y 2016 se debió a la expansión de la fuerza laboral más que a una mayor productividad. Las mujeres latinoamericanas ahora tienen menos hijos, así que pronto dejará de crecer la fuerza laboral.

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Destacan dos lecciones políticas. La izquierda debería entender que la disciplina fiscal y las exportaciones son vitales para lograr un crecimiento sostenido del ingreso. Pero la derecha debe aprender que los monopolios frenan las economías, que los trabajadores deben tener participación en los beneficios de la productividad y que los impuestos deben ajustarse de tal forma que no recaigan desproporcionadamente sobre el consumo más que sobre el ingreso.

De otra forma, Latinoamérica corre el riesgo de quedar atrapada en un círculo vicioso de estancamiento económico y conflictos políticos y sociales.

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