Tras su descalabro, ¿el bitcoin se parece más a la crisis de los tulipanes o al internet?

En cualquier conversación con personas de la industria tecnológica acerca del futuro del bitcoin, es inevitable escuchar dos comparaciones muy diferentes: una con bulbos de tulipán y otra con internet
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En cualquier conversación con personas de la industria tecnológica acerca del futuro del bitcoin, es inevitable escuchar dos comparaciones muy diferentes: una con bulbos de tulipán y otra con internet. Foto: Pixabay
En cualquier conversación con personas de la industria tecnológica acerca del futuro del bitcoin, es inevitable escuchar dos comparaciones muy diferentes: una con bulbos de tulipán y otra con internet. Foto: Pixabay

SAN FRANCISCO — En cualquier conversación con personas de la industria tecnológica acerca del futuro del bitcoin, es inevitable escuchar dos comparaciones muy diferentes: una con bulbos de tulipán y otra con internet.

Los críticos de Bitcoin afirman que sus fichas digitales son como los bulbos de tulipán del siglo XVII en Holanda, que generaron un frenesí especulativo tremendo pero muy breve que dejó tras de sí una estela de hermosas flores y cuentas bancarias destrozadas.

Quienes le tienen fe a Bitcoin, por otra parte, quieren convencernos de que las criptomonedas se parecen al internet: según ellos, es una amplia categoría tecnológica que tardará algún tiempo en alcanzar su potencial y cuyas expectativas superaron a la realidad en los primeros años.

Ninguna de estas comparaciones es certera en realidad. Bitcoin no es ni un fracaso sin remedio ni un milagro económico. Entonces, ¿qué es?

Explicado de manera sencilla, lo que ofrece el bitcoin es una nueva forma de conservar valor y trasladarlo en línea. Cualquiera puede abrir un monedero de bitcoins y recibir dinero de amigos y extraños. El sistema funciona sin la intervención de ninguna autoridad central, gracias a una red de computadoras no muy distinta de la que permite el funcionamiento de internet.

Los usuarios del bitcoin en general transfieren a diario entre cuatrocientos y ochocientos millones de dólares en bitcoins por la red, según datos de la cadena de bloques, el libro contable público en el que se registran todas las transacciones con bitcoins.

Quienes respaldan la versión de los tulipanes para explicar la situación del bitcoin afirman que la mayoría de las transacciones realizadas hoy en día son especulativas: compradores y vendedores de bitcoins que esperan que su valor aumente en el futuro.

Las transacciones especulativas representaron más o menos entre el 60 y el 80 por ciento de todas las transacciones en la cadena de bloques, de acuerdo con Chainalysis, una empresa emergente que realiza análisis de la cadena de bloques para gobiernos y grandes empresas.

Cuando apareció el bitcoin en 2009, se describió como un nuevo mecanismo para efectuar pagos en línea, libre de las comisiones que cobran las empresas emisoras de tarjetas de crédito. Chainalysis calcula que el año pasado las gestoras de pagos con bitcoins realizaron un 0,3 por ciento de las transacciones con bitcoins, por unos 2400 millones de dólares.

Muchos de los partidarios del bitcoin con quienes he conversado, si no es que la mayoría, admiten que no ofrece muchas más ventajas que los métodos tradicionales de pago electrónico. En muchos aspectos, incluso es peor. Quien paga con bitcoins se convierte en un especulador y depende de su valor volátil todo el tiempo que conserva las fichas hasta que se realiza el pago.

En vista de estos datos, es válido preguntar si esta tecnología llegará a utilizarse más en actividades distintas de la especulación. El uso más convincente que describen los fanáticos del bitcoin es el que le dan las personas que viven en países represores cuya moneda es más volátil que el bitcoin.

En Venezuela, por ejemplo, el bitcoin permite desplazar ahorros fuera del bolívar, que experimenta una inflación tremenda. Gracias a la naturaleza abierta del bitcoin, los venezolanos pueden comprarlo sin que el gobierno se los impida.

Algunos venezolanos relatan cómo salvaron sus ahorros gracias al bitcoin. El año pasado, los ciudadanos de ese país compraron más de 230 millones de dólares en bitcoins a través de la plataforma más popular de compras, LocalBitcoins, según el analista de datos Matt Ahlborg.

Sin embargo, hay razones para preguntarse cuántas de estas transacciones en realidad fueron hechas solo por funcionarios gubernamentales corruptos o por venezolanos acaudalados que pudieron sacar su dinero del país por otros medios.

El mayor problema que enfrenta el bitcoin es que sus usos prácticos y legales han batallado para superar a las actividades ilícitas o evidentemente inmorales.

Cada vez es más larga la lista de usos que le han dado los delincuentes al bitcoin, desde pagos de rescates para recuperar el acceso a archivos bloqueados en computadoras —o incluso liberar personas cautivas— hasta ventas ilícitas de drogas.

El total de transacciones en la red oscura durante 2018, alrededor de 620 millones de dólares, equivale a más del doble de la cantidad que compraron los venezolanos en LocalBitcoins.

Las actividades ilegales, en especial la pornografía, tuvieron un papel importante en los albores del internet, pero nada en comparación con lo que hemos visto en el amanecer del bitcoin.

Todo el mundo puede acceder al bitcoin: una situación relativamente similar a la del internet. El problema es que, además de la especulación, ninguno de sus usos legítimos se ha establecido en nada al ritmo de la actividad ilegal.

Si bien esta tecnología no tiene usos generalizados entre la gente común y corriente, nada indica que no pueda hacerlo en el futuro. Todavía hay muchas áreas en las que los empresarios más ingeniosos están convencidos de que la naturaleza abierta de las criptomonedas podría ser útil.

Muchos inversionistas en primeras fases le han apostado a Ethereum y EOS, otras redes de criptomonedas que pueden programarse para aplicaciones más sofisticadas que aquellas posibles con el software de Bitcoin, como los contratos financieros.

Algunos programadores han desarrollado miles de las llamadas aplicaciones descentralizadas, o Dapps, que utilizan fichas de EOS y Ethereum. Muchas pueden utilizarse en la actualidad. Con esas Dapps es posible movilizar dinero y registrar la propiedad de bienes digitales, como artículos para videojuegos, sin necesidad de que una empresa central lleve registros.

Por desgracia, la mayoría de estas Dapps todavía se concentran en zonas legales grises, como las apuestas. El uso más destacado de Ethereum hasta ahora ha sido por parte de empresas que querían recaudar fondos sin necesidad de cumplir las normas aplicables a los valores, para las llamadas ofertas iniciales de moneda, que en muchos casos involucraron estafas y actividades fraudulentas.

Quizá el aspecto más positivo de las criptomonedas sea que quienes tienen interés real en ellas quieren remediar las fallas. El valor de las fichas digitales, por más volátiles que sean, ha creado incentivos para quienes trabajan en ellas.

La empresa grande que incursionó más recientemente en el sector es Facebook, y se dice que trabaja para crear sus propias fichas digitales. Lo mismo hacen muchas otras empresas grandes de envío de mensajes.

*livm

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