Edgar Amador

Edgar Amador

6 Jul, 2020

¿Cómo serán sus próximas vacaciones?

La buena noticia es que hoy sabemos mucho más del covid de lo que sabíamos hace seis meses, cuando todo comenzó en una región industrial de China. La mala es que dentro de lo que sabemos es que la pandemia quizá siga una trayectoria similar a la de la terrible gripe española de 1918-1920: una etapa inicial que descendió al cabo de unos seis meses, para luego regresar más mortífera en el invierno. Esa perspectiva, de materializarse, cambiará aún más nuestras vidas, empezando por nuestras próximas vacaciones.

Para quienes tienen la fortuna de no haber perdido su empleo en esta terrible recesión económica, las condiciones laborales no han sido fáciles, ya sea arriesgando la salud al continuar laborando en el lugar de trabajo o desde casa, en donde la frontera entre el descanso y la labor se han borrado.

Pero incluso quienes han perdido su empleo necesitan vacaciones, han sido meses difíciles, de tensión y estrés personal, familiar y comunitario, y salir de nuestras casas, ciudades y ambientes de reclusión por algunos días nos vendría bien a todos, incluyendo a la economía en general, y al sector turístico en particular.

Pero las perspectivas sanitarias no son halagüeñas. Como lo muestra la necia realidad en Estados Unidos, reabrir mientras no se tenga bajo control la tasa de infección (que caiga significativamente por debajo de uno) casi garantiza rebrotes explosivos y exponenciales que terminan forzando a revertir las aperturas de las economías.

Incluso en países como China, Taiwán, Japón y Corea del Sur, en donde la pandemia parece estar controlada, la movilidad es limitada y la recuperación de los viajes y el turismo se antoja distante mientras no haya una vacuna o tratamiento efectivo.

El escenario anterior significa que los consumidores realizaremos drásticos cambios en nuestros patrones de gasto, modificando la forma en la que las economías se mueven en el corto y el mediano plazo. Tomemos, por ejemplo, unas hipotéticas vacaciones.

Ante el riesgo de contagio, los consumidores seguramente querrán viajar a donde su cobertura médica sea válida. Infectarse en un país extranjero, en donde la cobertura sanitaria no esté disponible de manera inmediata y urgente, puede ser un costo demasiado alto para ser incurrido. Ser hospitalizado en un país extranjero, con la posibilidad de quedarse varados sin poder regresar a casa, como sucedió al inicio de la primera oleada de la pandemia, seguramente desincentivará el turismo foráneo en ambas direcciones.

Viajar dentro del país parece ser, entonces, la mejor opción para los consumidores que se aventuren a tomarse un descanso. Pero una vez tomada esa decisión, la siguiente es: ¿a dónde ir? Viajar a los destinos de playa, tan populares y placenteros, implica, para la mayoría, viajar en avión, una opción que económica, pero, sobre todo sanitariamente, no parece ser la mejor. Las vacaciones se tomarán, en su caso, conduciendo el automóvil para evitar el contacto con desconocidos y reducir el riesgo de contagio, lo cual implica que, por lo general, nuestras hipotéticas vacaciones serán cerca de casa, en un destino en la vecindad de nuestras ciudades.

Y una vez que llegamos a nuestro destino la cuestión es: ¿en dónde hospedarnos? En un hotel de cadena que ofrece estrictos protocolos sanitarios, pero que alberga a centenares de huéspedes, o en una casa de Airbnb en donde la familia pueda estar aislada, aunque no nos consten los protocolos sanitarios previos a nuestra llegada.

La precaución es la enemiga del crecimiento económico. Las economías florecen en el despilfarro y en la indulgencia. La pandemia, incluso cuando regresemos a cierta normalidad, dejará consumidores extremadamente precavidos, que consumen poco y cerca de casa, que tienden a manejar sus vehículos antes que a subirse al transporte masivo, y que cuidarán su gasto ante un regreso de la recesión económica.

Otros rubros se han activado: la compra de muebles y artículos para casa, el entretenimiento doméstico y las compras minoristas de comestibles, por ejemplo. La pandemia aún no se ha abatido, desgraciadamente, y eso limitará y transformará nuestros patrones de consumo, sobre todo mientras no haya un remedio contra el virus.

 

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