Edgar Amador

Edgar Amador

18 Feb, 2019

La (des)unión europea frente al abismo

para José Miguel Moreno
 

Europa es una buena idea. Pero está derrumbándose por dentro. Si se mantiene unida es por la misma razón por la que Borges amaba a Buenos Aires: no los une el amor, sino el espanto. En caso de romperse el bloque, los países más pobres del mismo corren el riesgo de desmoronarse, y los más ricos de resurgir poderosos, pero en el balance las pérdidas económicas y sociales serían catastróficas, y la larga paz europea estaría comprometida. El espanto del fin es lo que los mantiene unidos, pero las fuerzas irracionales para desmembrarse son cada vez más fuertes.

El corazón de Europa es la unión franco–alemana, el equilibrio económico–político entre las dos naciones más poderosas del continente del siglo XVIII a la fecha, pero la medida del éxito de la unión quizá sea España. Por su historia antropológica España ha sido la nación más tolerante de Europa. La genética de los españoles, mezcla intensa de casi todos los pueblos del continente, de los musulmanes del norte de África e histórico destino de la diáspora judía, los condena a la tolerancia y a la convivencia.

El surgimiento de la extrema derecha española, corporizada en Vox, es una ominosa señal: incluso España, crisol de pueblos como hay pocos en el mundo, destino y origen de migrantes, maravillosa cacofonía de lenguas y artes, ha sido atrapada por la esquizofrenia de la ultraderecha xenofóbica, mostrando el nivel que la xenofobia ha alcanzado en Europa. La xenofobia es la negación de la integración. Su avance es la medida del riesgo de desintegración de Europa, si un partido xenofóbico alcanza el 11 por ciento de las preferencias electorales en España, casi podríamos afirmar que dicha cifra es la probabilidad de desintegración de la Unión Europea.

Estamos a tres semanas (29 de marzo) de que venza la fecha para que el Reino Unido abandone la Unión Europea (UE). Pero hasta el momento ninguna de las dos partes han alcanzado un acuerdo que regule la relación económica entre ellos después de esa fecha. Si bien en sectores como las finanzas, el transporte aéreo y la seguridad, las empresas y los gobiernos han llegado a acuerdos mínimos para evitar una catástrofe, el riesgo de que el Reino Unido abandone la UE sin un acuerdo económico y comercial crece con los días, y lo que parecía descabellado: una salida desordenada, es una posibilidad creciente.

La causa última de este malestar antieuropeo, que ya corroe a Europa misma es, por supuesto, económica. Cada vez más europeos están más enojados con Europa: la unión económica y política no ha dado para la mayoría los resultados que fueron prometidos, y los beneficios se han concentrado en los menos y en las grandes corporaciones del continente. Para una mayoría, la idea de la UE no les ha dado a ganar como esperaban, y creen entonces que la destrucción de la misma es la alternativa para mejorar sus condiciones de vida y la de sus hijos.

Se equivocan por supuesto, el colapso de Europa sólo profundizaría su pobreza y la concentración de la riqueza, pero ¿cómo culparlos?, si no hay manera de demostrar lo contrario a lo que sienten: la riqueza ha crecido poco, y se ha distribuido en favor de los más ricos desde la fundación de la UE. Y hasta el momento las élites no han dado muestras de revertir el curso

El desquiciado Brexit, el ascenso de grupos nazis en Francia, Grecia e incluso Alemania, los esquizofrénicos independentistas en Cataluña, el País Vasco, Flandes, los Balcanes, que quieren regresar a sus pequeños países cuando lo necesario es crear prósperas uniones. Todas ellas son manifestaciones centrífugas que amenazan con desbaratar una eficiente construcción supranacional que tiene claro que ante las potencias económicas estadunidense y china, la única alternativa posible para competir es mediante identidades supranacionales que sepan unirse a la vez que son diversos.

Pero hay un fallo grave en el diseño económico, del cual todos son conscientes, pero que es difícil arreglar: para tener una moneda común es necesario que la fuerza de trabajo fluya de un lado a otro para equiparar los salarios, y que exista un presupuesto del sector público consolidado para todos los países. Esto significa profundizar la UE, no desintegrarla como quieren los xenófobos. Pero ojalá fuera tan fácil.

 

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