Edgar Amador

Edgar Amador

25 Dic, 2023

La nueva geopolítica y la inflación

La Reserva Federal de Estados Unidos es el banco central más poderoso del mundo. Sus acciones y palabras son capaces de mover mercados y economías en todas las latitudes, pero ni toda su capacidad tiene el poder de arreglar un balance geopolítico en transición, que está desequilibrando a las cadenas de suministro, incrementando el riesgo de que la inflación global sea distinta a la que era hasta antes de la pandemia de covid-19. El balance geopolítico existente comenzó en 2020. No sólo porque el origen del virus provino de China, sino porque los países avanzados se percataron de su dependencia industrial de aquel país, ante la necesidad de tener respiradores e insumos estratégicos para combatir la emergencia sanitaria. En una obvia elección, China privilegió la fabricación para atender la pandemia en su territorio y suministro al resto del mundo de manera secundaria.

La pandemia expuso la relevancia estratégica de la producción local o en la vecindad geopolítica. Los países avanzados se percataron que la lógica corporativa de producir al menor costo para maximizar los beneficios, que convirtió a China en el corazón manufacturero del planeta, tiene un límite: la seguridad nacional. En esos extremos, los Estados deben de decidir entre lo que es mejor para los intereses de sus corporativos o para sus ciudadanos. No es difícil entender que se inclinen por quienes proporcionan la legitimidad política a cualquier gobierno.

El cambio en la relación China-EU (incluyendo el asunto de Taiwán) es una de las líneas de fractura del orden geopolítico que está alterando la cadena global de suministros. Las otras más conocidas son el intento de Rusia de restablecer las fronteras soviéticas y el sempiterno conflicto en Oriente Medio, cuya repercusión implica el cierre a la navegación de contenedores por el Mar Rojo debido a los ataques de los hutíes de Yemen.

El balance geopolítico es siempre dinámico y delicado, pero en esta ocasión hay un componente que no existía: la cadena global de suministros. Las tensiones geopolíticas anteriores no representaban necesariamente una dislocación en la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Las economías eran más o menos autárquicas y las redes comerciales poco profundas.

Pero tras la incursión de China a la OMC en 2001, el despliegue de la cadena de suministros cambió radicalmente: la producción se hace en China; la distribución depende de nodos críticos (como el canal de Suez, el estrecho de Singapur, el Mar del Sur de China), y de un conjunto de puertos claves, mientras que el consumo se lleva a cabo en los países centrales. El planeta es la fábrica en donde se producen y distribuyen los bienes y servicios consumidos por las sociedades, buscando minimizar los costos e incrementar los ingresos corporativos de las empresas encargadas de suministrarlos. Existen importantes beneficios de ello. La especialización de las diversas fases de la producción en distintas áreas geográficas permite un incremento notable en la productividad laboral promedio en el mundo, presentando significativas ganancias de eficiencia en el agregado. ¿Quién captura esas ganancias de eficiencia? Los productores chinos y los consumidores globales. ¿Quiénes pierden? Los productores locales desplazados, así como los salarios de los trabajadores de las regiones menos competitivas.

Esta lógica determinó en las últimas tres décadas una geografía, una economía, y una política, pero al cambiar el balance de poder, esos tres factores se modificarán. La necesidad de reducir la dependencia de la manufactura china está detonando el nearshoring, la invasión en Ucrania ha producido un repunte de los precios de múltiples materias primas, dificultando que la inflación converja hacia los objetivos de los bancos centrales, y el rebalanceo económico, militar y migratorio sacude las estructuras políticas en todas partes.

Los países más avanzados han tomado la decisión de contar con una mayor seguridad estratégica para sus suministros; lo que implicará una menor eficiencia global y mayores costos. Este nuevo balance geopolítico implica que la poderosa fuerza deflacionista que significó el avasallamiento de la manufactura china menguará, lo que implica, que la inflación sería un problema más difícil de administrar en el futuro. Todo en esta vida, (en este caso la seguridad nacional) cuesta.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube