Edgar Amador

Edgar Amador

17 Ene, 2021

Lo que la pandemia nos dejó: ¿inflación?

 

A nivel individual, en una fracción de quienes lo han padecido, el contagio por covid-19 deja secuelas importantes que impactarán en el gasto público en salud a largo plazo.

Pero a nivel agregado de la economía, además de una deuda gigantesca en los países desarrollados y una carga de varios años en el gasto de salud, en el corto plazo y mientras no se logre una vacunación generalizada habrá también una economía frágil. Entonces, la pregunta más importante es: dentro de los efectos que nos dejará la pandemia, ¿estará el regreso de la inflación?

Cuando se escriba la historia económica de las últimas tres décadas, casi seguramente se considerará como una época dorada del capitalismo. Más de treinta años de crecimiento prodigioso: sí, interrumpidos por severas crisis en 2000 y 2008, pero de las cuales surgió una economía global cada vez más vigorosa e integrada, celebrada por un inaudito auge de las bolsas de valores, sobre todo en Estados Unidos, que se tradujo en la creación de un cúmulo de riqueza sin paralelo en la historia económica del mundo.

Lo único que logró detener el avance portentoso de la economía global fue una pandemia, tan global como la economía contemporánea, y la cual, en cuestión de días, se propagó a todos los continentes de la Tierra, provocando la recesión económica más profunda de las últimas siete décadas.

La pregunta es si este golpe seco, duro y contundente contra la economía tendrá, como el covid sobre las personas y sobre los sistemas de salud, efectos a largo plazo.

Tomemos la anécdota de Audi, la marca de lujo de Volkswagen que se encuentra en estos días ante una escasez de chips necesarios para el armado de sus autos. Audi está impedido de satisfacer la demanda por sus productos debido a la escasez de este insumo crítico para su producción.

La palabra “escasez” se ha escuchado poco estos últimos treinta años. Todo ha abundado: desde las materias primas hasta los chips y semiconductores y circuitos, pasando por los comestibles y los artículos de lujo. Todo ha abundado. Tanto que la abundancia de bienes ha impedido que, a pesar de la combinación del fortísimo crecimiento de la economía y las bajísimas tasas de desempleo, se traduzca en el alza de precios, como solía ser el caso hasta antes de la década de los noventa.

Pero la pandemia ha irrumpido algunos procesos y, de manera espaciada y ocasional, algunos sectores han registrado incrementos en los precios como no ocurría en mucho tiempo, como es el caso de Audi y sus escasos chips.

Pero hay otras señales: el rendimiento de los bonos a 10 años ha trepado en las últimas semanas, las acciones de algunas empresas productoras de alimentos, las cuales han languidecido por décadas, están repuntando modestamente, y algunos componentes de mercancías de los índices de precios están repuntando.

La disrupción de la pandemia en múltiples sectores está produciendo escasez en algunos de ellos y ha alentado incrementos en costos y precios. ¿Será posible que esta pandemia, que pudo detener la marcha de la expansión económica global, salvo en China y Vietnam, acabe reviviendo el fantasma de la inflación, ausente del escenario por casi cuarenta años ya?

De todas las secuelas económicas que nos pueda dejar la pandemia, un regreso de la inflación sería el peor de todos. Si los bancos centrales y los gobiernos han logrado inundar los mercados y las economías con gasto y liquidez de manera exitosa, amortiguando así los efectos potenciales de la pandemia y limitando la recesión económica, es porque no hay inflación.

La enorme capacidad de China, complementada por el sureste asiático, para producir bienes para todo el mundo, las nuevas tecnologías para, literalmente, sacar petróleo de debajo de las piedras, la capacidad de las empresas tecnológicas para aumentar de manera exponencial la capacidad de cómputo y comunicación, han producido una economía global en donde la inflación ha estado ausente.

No sobra estar atentos. Si la inflación regresa esta aparente licencia para inundar la economía de liquidez, déficits y deuda, sin que nada pase, podría estar comprometida. Pues si la inflación sube las tasas de interés subirán tras ellas y podrían convertirse en el alfiler que acabe pinchando esta burbuja feliz en donde, como las criptomonedas, todo sube.

 

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