Edgar Amador

Edgar Amador

30 Nov, 2020

La triste historia de la vacuna y el neoliberalismo

México llegó a ser una potencia en la producción de vacunas. Hace unas décadas nuestro país contaba con una infraestructura para manufacturar y distribuirlas de primer orden. Pero la visión del Estado mexicano cambió: juzgaron quienes lo dirigían que el sector privado era mejor para llevar a cabo esas tareas que el sector público. El colofón está de más: la pandemia ha mostrado lo importante que la investigación y la producción en materia de salud es para la soberanía de cualquier nación. La salud es una cuestión de Estado inclaudicable.

Y la salud inicia desde la investigación biomédica básica. La carrera por la vacuna contra el covid muestra que aquellos países con tradición en la investigación biológica: el Reino Unido (Oxford), Francia (el Instituto Pasteur), Alemania y Rusia, largan adelante del resto de los países junto con Estados Unidos, quien ha dedicado miles de millones de dólares para subvencionar a farmacéuticas privadas (el proyecto warp speed) y China, en donde la frontera entre la empresa privada y el partido comunista es borrosa.

Pero la constante es inequívoca: ya sea el modelo europeo de fuerte tradición universitaria y de institutos de investigación asociadas con empresas privadas; el modelo estadounidense de subvenciones a las grandes farmacéuticas; o el modelo chino de vinculación orgánica con las empresas, el gobierno e incluso el ejército, el rasgo común es el acento en la investigación básica como un factor de seguridad nacional en el contexto de una crisis pandémica global.

Al neoliberalismo le han colgado muchas calamidades, incluso algunas que no le corresponden, pero en las economías emergentes como México, el desmantelamiento del sector de investigación médica básica bajo la concepción de que las finanzas públicas debían de enfocar el gasto de manera más eficiente, dejó a decenas de países en condiciones de vulnerabilidad y dependencia que en condiciones críticas como la actual pandemia son palpables y que es conveniente no repetir.

El esquema neoliberal dejó para los países emergentes un rol de manufacturero de bienes y servicios estándares, reservando el diseño y la producción de los productos estratégicos en los países centrales. Desde los semiconductores, a las medicinas, pasando por el armamento y la inteligencia artificial, el modelo es el mismo.

El argumento del equilibrio fiscal, y el hecho de que, efectivamente, estar en la frontera de la investigación básica requiere enormes recursos, la investigación y producción de ciencia básica y sus resultados fue desmantelado en los países emergentes en las últimas décadas. México es el ejemplo que nos queda más cerca desde luego, pero Argentina y Brasil, los países del sureste asiático e incluso naciones africanas, tenían una tradición sólida de infraestructura médica básica.

El problema de medir el gasto público conforme al impacto de corto plazo es que aquellos sectores como la investigación básica suelen salir muy mal parados. Solo cuando sobrevienen eventos como una pandemia queda de manifiesta la enorme importancia de contar con instituciones, personal, capacidades y prácticas que sean capaces de generar, implementar y aplicar las vacunas que necesitaremos en los meses próximos.

Uno de los argumentos más crueles y derogatorios de la visión neoliberal fue que era ilusorio que los modestos esfuerzos de los países emergentes para desarrollar vacunas y soluciones básicas en salud era fútiles ante los colosales recursos de las grandes farmacéuticas.

Tal argumento es una falacia, pues como toda falacia, parte de una premisa incorrecta. La investigación biomédica básica (y en semillas, y en ingeniería, y en tecnología, etc) en países como México no tiene como objetivo ganarle a Pfizer o a Astra Zeneca, sino el de insertar a estos países en la compleja cadena de valor de la industria farmacéutica global en donde ni siquiera la gran potencia estadounidense puede hacer todo.

Como en la industria automotriz, en la farmacéutica la producción de las vacunas contra el covid es una complejísima concatenación de capacidades, investigación, manufactura y distribución que requiere el concurso de múltiples actores en todo el mundo.

Así como México supo acoplarse de manera estelar a la cadena de valor en la industria automotriz, el desmantelamiento de las capacidades en la producción de vacunas que una vez tuvimos como país han hecho que países como el nuestro estén jugando en este momento crítico, una función marginal.

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