Gonzalo Almeyda

Geopolítica 4.0

Gonzalo Almeyda

30 Jun, 2022

Cumbres borrascosas

La celebración de dos cumbres en Europa —la del G7 y la de la OTAN— marca la pauta de la agenda internacional esta semana. Una revisión de los temas en agenda da fe de la complejidad y la aceleración que ha registrado la política internacional. En el curso de un año las prioridades pasaron de la pandemia y la competencia estratégica con China en el largo plazo a múltiples crisis, económica, energética, alimentaria y de seguridad, que amenazan con desbordar el descontento social y producir catástrofes humanitarias de forma inminente. 

 En tiempos de paz, las cumbres muchas veces se perciben como acontecimientos fatuos donde lo más relevante es lo que las fotos dejan traslucir sobre las relaciones personales entre los líderes mundiales. En un contexto de crisis geopolítica como el que atravesamos, adquieren una trascendencia capaz de reconfigurar paradigmas y modificar de raíz los sistemas de seguridad internacionales existentes. 

 Entre las decisiones anunciadas hasta mediados de esta semana se cuentan nuevas sanciones al oro proveniente de Rusia, la multiplicación por 6 de la fuerza de intervención de la OTAN, el compromiso —vago— de seguir apoyando a Ucrania por el tiempo que sea necesario y la promesa concreta de transferirle un sistema de defensa basado en misiles antiaéreos. Los aliados occidentales también enfrentan la responsabilidad por el incumplimiento de sus compromisos de combate al cambio climático y de impedir una hambruna en África por el embargo a la exportación de granos ucranianos. 

Cada una de estos asuntos tiene el potencial de afectar de forma significativa el balance geoestratégico, pero hay dos anuncios que concentran la atención del mundo: la decisión de Turquía de levantar su veto al ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN y el intento de imponer un precio máximo a los combustibles fósiles para contener el aumento en los precios y los ingresos excedentes que Rusia sigue recibiendo por la venta de sus energéticos. 

La decisión de Turquía abre la puerta para una nueva expansión de la OTAN, consecuencia directa de la invasión de Putin y justamente el desenlace que buscaba prevenir. La propuesta del precio máximo a los energéticos —que no fue adoptada, sino que quedó para estudio de los equipos técnicos— sería impuesta mediante las compañías aseguradoras de los cargamentos y equivaldría a una cartelización de los países consumidores para manipular los precios, una idea que hubiera sido anatema apenas un par de años atrás para los defensores del libre mercado. 

 Detrás de estos grandes anuncios hay uno que pasa casi desapercibido, pero que representa la continuidad de la apuesta de Occidente por cortejar al mundo en desarrollo: el anuncio de un fondo de infraestructura de 600 mil millones de dólares para competir con la iniciativa china del Cinturón y el Camino. Estos fondos serán destinados a financiar proyectos de energía e infraestructura para facilitar la transición energética y la transformación digital. 

 Por lo pronto, se han anunciado algunos proyectos derivados de la Alianza por la Infraestructura Global, sucesora de la malhadada iniciativa de la triple B anunciada el año pasado: plantas solares, reactores modulares, cables submarinos e incentivos monetarios para desfasar plantas de carbón. 

Occidente está jugando sus cartas, pero su propuesta de liderazgo enfrenta enormes desafíos de coordinación, de cumplimiento y de consistencia interna. 

  

El autor es profesor de Política y Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey. 

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