Gonzalo Almeyda

Geopolítica 4.0

Gonzalo Almeyda

14 Jul, 2022

El legado geopolítico de Shinzō Abe

La inserción de los países en la política global suele responder a factores estructurales de largo aliento; sin embargo, ocasionalmente surgen líderes que ejercen una influencia trascendental en la política exterior de sus estados. Tal fue el caso de Shinzō Abe, quien fuera primer ministro de Japón entre 2012 y 2020 y murió asesinado la semana pasada. 

 Conocido por su política de expansión monetaria, en política exterior, Abe impulsó una estrategia asertiva, relajó la tradición pacifista adoptada por Japón desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y abanderó los esfuerzos de contención de China, que hoy definen las relaciones de seguridad en el Indo-Pacífico. 

La constitución de Japón, impuesta durante la ocupación estadunidense de la posguerra, estipula en su artículo noveno la renuncia al uso de la fuerza y compromete al país a nunca sostener fuerzas terrestres, aéreas o marítimas con potencial bélico. La interpretación de este artículo no ha impedido a Japón tener una fuerza de autodefensa, pero sí se tradujo en un compromiso informal de mantener el gasto militar del país por debajo del uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). 

Abe renunció expresamente a este límite y se propuso reformar la constitución japonesa para eliminar cualquier ambigüedad sobre la legalidad de las fuerzas armadas japonesas y su participación en operaciones más allá de sus fronteras. Durante su gobierno, Japón destinó recursos crecientes al fortalecimiento de su ejército y hoy aspira a alcanzar dos porciento del PIB en gasto militar. La importancia concedida a la agenda de seguridad se tradujo también en el establecimiento de un Consejo de Seguridad y una Estrategia Nacional de Seguridad que perfiló por primera vez una gran estrategia y una visión japonesa del orden internacional. La visión de seguridad de Abe fue central en la definición de China como un adversario estratégico y en la consolidación del escenario geopolítico del Indo-Pacífico como una región libre y abierta en la que India y Japón suman fuerzas para contrapesar el poderío de China. 

Como parte de esta estrategia centrada en la contención de China, la alianza con Estados Unidos y el cortejo a los regímenes democráticos de la región, Abe impulsó la reactivación del Quad, también con participación de Australia, como un foro regional de seguridad. Abe se retiró en 2020 afectado por una colitis ulcerosa crítica, pero mantuvo una fuerte ascendencia sobre su partido político, los demócratas liberales, y sobre sus dos sucesores en el cargo. 

Es posible que Abe gane su última batalla póstumamente: su asesinato propulsó una victoria decisiva de su partido en las elecciones a la Cámara alta celebradas el fin de semana, lo cual reabre la posibilidad de reformar la constitución japonesa y consolidar una nueva identidad para Japón como una potencia asertiva y con capacidad de aliarse militarmente para defender sus intereses en el Indo-Pacífico. 

 La consolidación de este giro decisivo en la política de seguridad de Japón, sumada a la reciente actualización del gasto militar alemán detonada por la guerra en Ucrania, supondría el fin de una característica distintiva del orden geopolítico de la posguerra: la debilidad artificial de dos de las cuatro economías más pujantes del mundo. Por el momento, tanto Alemania como Japón se mantienen firmemente como aliados dependientes de Estados Unidos, pero ahora tienen la disposición de normalizar su posición como grandes potencias. 

  

El autor es profesor de política y relaciones internacionales en el Tec de Monterrey 

 

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