Gonzalo Almeyda

Geopolítica 4.0

Gonzalo Almeyda

7 Oct, 2022

Europa vs. Apple


 

La Unión Europea sostiene una pugna con una de las mayores empresas de tecnología por un asunto aparentemente banal, pero con consecuencias trascendentes. En junio pasado, la Comisión Europea avanzó una propuesta de regulación para obligar a todos los proveedores de dispositivos a uniformar sus puertos de carga al puerto USB-C.

Esta medida enfrentó una férrea oposición por parte de Apple, pero, finalmente, fue adoptada abrumadoramente esta semana por el Parlamento Europeo. Los argumentos de uno y otro bando ofrecen una ventana a la que podría ser una primera escaramuza de la pugna inminente entre el poder político y las grandes empresas de tecnología.

La Unión Europea justifica su decisión en aras de dos criterios principales. El primero es mejorar la experiencia del consumidor y ahorrarle dinero, pues ya no tendrá que conseguir múltiples cargadores para recargar diferentes dispositivos. Se trata de evitar la fragmentación del mercado de los accesorios y promover la competencia, al evitar que compañías como Apple puedan establecer monopolios y fijar precios. La estandarización puede aumentar la eficiencia en los procesos de manufactura y disminuir los precios al consumidor.

El segundo argumento es medioambiental: según los cálculos de la Comisión, los consumidores europeos gastan hasta 2.4 mil millones de dólares en la compra de cargadores adicionales y se producen 11 mil toneladas métricas de basura electrónica tan sólo por cargadores descartados cada año.

La esperanza es que el mandato de cargador universal reduzca significativamente este desperdicio. Desde el punto de vista de la economía circular, la estandarización también facilita la recuperación y reciclaje de los cargadores descartados.

Apple cuestiona este argumento y sostiene que la medida puede tener el efecto contrario, incentivando la compra de cargadores a menor precio y generando montañas de basura electrónica. Sin embargo, su principal argumento para oponerse a la regulación es que limita la innovación, pues obliga a todos los proveedores a ajustarse a una regulación que tendrá dificultad para mantenerse al ritmo de las innovaciones en la industria.

Los resultados de la medida son necesariamente ambiguos y las estimaciones de uno y otro bando descansan en supuestos discordantes sobre una variable naturalmente impredecible: el comportamiento humano.

Con cargadores uniformes y más baratos habrá presiones a la baja sobre el consumo agregado por el potencial de sustitución, pero también al alza por la caída en los precios. Lo más probable es que el consumo —y los deshechos— aumente en el corto plazo, en lo que se sustituyen los dispositivos anteriores, y se reduzca de ahí en adelante.

En el fondo, esta nueva resolución de la Comisión Europea manda una señal de cambio en la aproximación a la industria de la tecnología: de una basada en la colaboración voluntaria y la generación de incentivos a una de ejercicio directo del poder de regular.

La Comisión Europea lleva más de una década promoviendo la adopción de un puerto universal mediante la cooperación voluntaria de las compañías y Apple lleva los mismos años rehusándose. A partir de 2024 ya —casi— no tendrán opción.

Y digo casi porque la siguiente jugada de Apple probablemente sea perfeccionar la carga inalámbrica —todavía no alcanzada por la regulación— y prescindir por completo de los puertos de carga. De ser el caso, el efecto neto de esta regulación será un incentivo mayor para la innovación.

 

* El autor es profesor de política y relaciones internacionales en el Tec de Monterrey.

 

 

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