Geopolítica 4.0
Gonzalo Almeyda8 Sep, 2022
Nueva ofensiva en la guerra de los chips
En las últimas semanas se han registrado dos desarrollos trascendentes en el frente de la competencia tecnológica entre potencias por asegurar la delantera en la industria de los semiconductores. A mediados de agosto, Estados Unidos impuso controles a la exportación de cuatro tecnologías avanzadas involucradas en la producción de chips de última generación. Esta semana se publicaron los lineamientos para la dispersión de los 50 mil millones de dólares etiquetados para fortalecer esa industria estratégica.
Particularmente sensible es la restricción a la exportación de software de diseño automatizado de electrónicos (EDA, por sus siglas en inglés). Esta herramienta es indispensable para el diseño y la producción de chips crecientemente complejos con miles de millones de transistores en circuitos integrados sobre superficies cada vez más pequeñas.
Aunque se restringe la exportación a más de 150 países —sólo se exceptúa del requisito de licencia a los aliados cercanos de Estados Unidos—, el objetivo implícito es impedir el acceso de las empresas chinas a los chips más sofisticados, necesarios para sostener supercomputadoras y sistemas avanzados de inteligencia artificial.
La industria de este software especializado representa apenas el 1.6% del valor agregado en la cadena global de los semiconductores, pero está muy concentrada: dos empresas estadunidenses y una alemana controlan el 70% del mercado mundial y 77% del mercado en China, que consume alrededor de dos tercios de la producción de semiconductores del mundo.
La principal empresa china en esta industria —Huada Empyrean— apenas alcanza a cubrir el 6% de su mercado doméstico y no tiene la capacidad de cubrir todos los procesos de producción.
Al mismo tiempo, se ha prohibido a las empresas productoras estadunidenses que exporten a China este tipo de semiconductores, lo cual representa una evolución en el régimen de sanciones: de identificar compañías específicas con las que se prohibía compartir tecnología —como Huawei— a prohibir la exportación a China en su conjunto.
Si bien esta política busca retrasar los avances en la producción doméstica de semiconductores avanzados de tres nanómetros en China, también tendrá el efecto de alentar la movilización de recursos adicionales de inversión estatal para desarrollar alternativas y sustituir a los proveedores occidentales.
A la medida defensiva de impedir y retrasar el acceso a la tecnología necesaria para comprar y producir chips de última generación se suma la estrategia de fomento del fondo Chips, que plantea destinar 28 mil millones de dólares en préstamos y donaciones para la construcción de fábricas (fabs) de última generación, 10 mil millones para expandir la manufactura preexistente y 11 mil millones de dólares para investigación y desarrollo enfocados en la industria. Se trata del esfuerzo de política industrial más agresivo que se haya registrado en Estados Unidos desde hace 50 años.
Las condiciones para acceder a estos recursos reproducen la lógica de aislamiento de China, pues se privilegiarán proyectos que sustituyan producción sólo disponible en ese país y prohíbe a los recipiendarios el abrir fábricas de alta tecnología ahí y en otros países de interés por los próximos 10 años. Los instrumentos de la política económica responden a la lógica de la competencia geopolítica, dejando atrás el paradigma de la hiperglobalización neoliberal.
El autor es profesor de política y relaciones internacionales en el Tec de Monterrey