Gonzalo Almeyda

Geopolítica 4.0

Gonzalo Almeyda

25 Ago, 2022

¿Un nuevo orden global?

Esta semana se cumplen seis meses del inicio de la guerra en Ucrania, un acontecimiento traumático que precipitó la transición hacia una nueva era en el orden mundial. Muchos de los paradigmas del orden de la posguerra fría —el fin de las ideologías y el avance inexorable de la integración económica global— han sido sacudidos hasta sus cimientos. La arquitectura del nuevo orden no termina de consolidarse, pero ya se pueden perfilar algunos rasgos distintivos. 

Los reportes desde el campo de batalla no son esperanzadores: Ucrania celebra su independencia bajo el temor de nuevos ataques aéreos en represalia al atentado que cobró la vida de Daria Dugina, hija del ideólogo principal del Kremlin. Las tensiones crecen en torno a la posibilidad de una catástrofe en la planta nuclear de Zaporiyia, bajo control ruso desde marzo, donde los empleados mantienen las operaciones en calidad de rehenes. 

 Los mecanismos disponibles para prevenir la guerra y para restablecer la paz entre los Estados se han puesto a prueba en una manera que se suponía ingenuamente superada y el riesgo geopolítico ha recuperado un peso prominente en el reordenamiento de la economía global. Todo indica que la guerra se prolongará aún por varios meses, siempre con el riesgo de un escalamiento que aumente su altísimo costo material y humano. 

Mientras las localidades en disputa en territorio ucraniano se preparan para una guerra de atrición, en el escenario regional europeo se configura un doble estado de sitio: el de las sanciones y controles de exportación contra Rusia y el del suministro de energía contra Europa, cuyas convicciones se pondrán crecientemente a prueba conforme se acerque el invierno. La guerra obligó a Europa a salir del letargo estratégico y detonó el rearme alemán, un quiebre en la neutralidad suiza y la expansión de la OTAN a Finlandia y Suecia; sin embargo, la postura y los recursos de la superpotencia siguen siendo definitivos en el equilibrio regional. 

 En el tablero mundial, la guerra en Ucrania busca representarse como el primer frente de una confrontación global entre la democracia y los autoritarismos, pero, más allá de esta pantalla ideológica, su principal efecto ha sido restaurar y normalizar el paradigma de la competencia geopolítica. Las alianzas, el poderío militar y la capacidad de sostener zonas de influencia con inversión y protección frente a las amenazas externas vuelven a imperar sobre otras consideraciones de hecho y de derecho. 

Este escenario es caldo de cultivo para el reforzamiento de los nativismos y aumenta el riesgo de que se detonen nuevos conflictos en los cinturones de fricción entre las potencias. 

Las consecuencias económicas de la guerra refuerzan estas tendencias políticas: la volatilidad en los precios de la energía y las materias primas, la interrupción de los flujos comerciales y la disrupción de las cadenas de suministro, con sus consecuentes presiones inflacionarias, refuerzan tesis y posturas soberanistas alrededor del mundo. La globalización no desaparece, pero sí se vuelve más abiertamente política. 

 En el mediano plazo, el eje que definirá la evolución del nuevo orden internacional será la rivalidad sino-americana. Lejos de alterar esta realidad estructural, el desplante de Rusia la consolida, pues se coloca en una condición de creciente dependencia frente a China. La respuesta detonada por la visita de Pelosi a Taiwán puede indicar mucho más que un cambio de tono y marcar el tránsito de una gran estrategia china de expansión acomodaticia a la promoción abierta de la transición hegemónica. Alea jacta est. 

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