Luis Enrique Mercado

Perspectivas

Luis Enrique Mercado

23 Sep, 2019

La IP, asustada y el gobierno sin canicas

 

La falta de crecimiento económico ha sido un constante dolor de cabeza durante décadas y ningún gobierno ha sido capaz de acelerarlo más allá de 2.0 por ciento promedio anual.

Sólo en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo se lograron crecimientos superiores a 4.0 por ciento anual, que no sobrevivieron porque llegó la recesión provocada por el ataque a las Torres Gemelas, en Nueva York, en 2001 o porque se apareció la macro crisis financiera mundial de 2008.

No obstante que una de las promesas básicas de Enrique Peña Nieto fue lograr un crecimiento promedio anual de 5.0 por ciento, ésta, como muchas otras, se olvidó por la ineficacia y corrupción que caracterizó al peñismo.

Ahora, el presidente Andrés Manuel López Obrador insiste en un crecimiento de 4.0 por ciento anual pese a que su primer año apunta a terminar con cifras negativas, tanto que el propio Primer Mandatario ha dejado a un lado las cifras de crecimiento con aquello de que “no habrá crecimiento, pero sí hay desarrollo”.

El ejemplo de China revela claramente que el mejor programa de combate a la pobreza es un crecimiento económico grande y sostenido. China ha logrado tasas promedio anual arriba de 7.0 por ciento y lo ha mantenido ya durante más de 15 años. Gracias a ello, China presume que más de 500 millones de chinos han salido de la pobreza.

En México, las crisis económicas caracterizadas por inflación y devaluación en las décadas de los 70 y 80 hundieron a más de la mitad de la población en la pobreza y cuando menos a una cuarta parte, en la pobreza extrema y ninguno de los programas de ayuda ha sido capaz de revertir esa situación, aunque sí se ha logrado reducir buena parte de la pobreza extrema.

Lo que Andrés Manuel López Obrador llama gobiernos neoliberales decidieron reducir la inversión pública como porcentaje del PIB y  dejar que la inversión privada fuera mayoritaria, con el pensamiento de que siempre los particulares invierten mejor que el gobierno.

A estas alturas, con datos del segundo trimestre, la inversión pública representa  20 por ciento del PIB y la privada 80 por ciento.

Es claro que López Obrador quiere cambiar esa realidad y volver a los tiempos en que el gobierno era el que invertía y era el que reemplazaba al libre mercado como factor esencial del desarrollo.

Para AMLO, la fórmula neoliberal no funcionó y habría que regresar a las épocas en las que el gobierno no sólo creaba un buen ambiente económico, sino también conducía la economía.

Las primeras manifestaciones claras de ese pensamiento es la cancelación del NAIM, que se construiría con inversión privada y su reemplazo por proyectos como Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía que se harán mayormente con dinero público.

Aunque es temprano para pronosticar resultados, el primer signo es que el proyecto no será exitoso. Ya en el Presupuesto de 2020 las inversiones en esos proyectos no son las que se requieren para que se terminen siquiera a finales de ese sexenio; el gobierno no tiene suficiente dinero para hacerse cargo de la mayor parte de la inversión y el sector privado ha preferido guardar sus canicas en espera de que haya seguridad jurídica y un clima que garantice la rentabilidad de las inversiones.

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