Opinión del experto

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14 Dic, 2019

La deshumanización hacia el empresariado

 

Por  Martín Rodríguez Sánchez

La dinámica socioeconómica que estamos viviendo en el país está llevando al sector empresarial —responsable en gran medida de la generación de riqueza— a los límites de la puesta en marcha de una distopía emocional, que ha venido acentuándose en la medida en que el empresario, inversionista o emprendedor, es visto como un robot, cuya obligación es mantener el crecimiento económico.

Lo anterior surge después de ver con incredulidad el escenario que actualmente viven los empresarios en México, cuyas acciones deben orientarse a satisfacer necesidades generales de sus trabajadores, sus proveedores, sus socios e, incluso, de las autoridades, pero por otro lado van relegando la calidad del trato humano que deberían tener con cada uno de estos entes.

Desde mi posición como presidente del Consejo Internacional de Empresarios (Coine) he direccionado acciones que promueven, incentivan y generaran el crecimiento empresarial, en sus aspectos más especializados, que van desde temas jurídicos, comerciales e, incluso, políticos, no obstante, hasta apenas hace algunos meses, no había puesto en marcha en su totalidad el concepto de una rehumanización de las relaciones económico-empresariales.

Si bien, actualmente las decisiones a nivel directivo y gerencial se toman con base en los acontecimientos globales, llámense tratados comerciales, alianzas políticas, regulación de marcos legislativos, indicadores comerciales, etcétera, lo realmente cierto es que el gremio empresarial mantiene una línea de acción automatizada, la cual en su mayoría se encuentra limitada, dada la incertidumbre imperante en su entorno.

Por ejemplo, muchos empresarios que actualmente están viendo los resultados de estrategias y metodologías que implementaron desde hace algunos años, continúan un camino cauto, y no porque algunos elementos influyan en su accionar, como podría ser la ratificación y entrada en vigor de un Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), sino porque priorizan la estabilidad sobre la rentabilidad o crecimiento, que de manera directa impacta en todos y cada uno de los componentes de su organización.

Dicha decisión a la que se enfrenta todo empresario es la que en muchos casos está definiendo el rumbo de empresas, industrias, negocios y proyectos, que en su mayoría son pymes, y que carecen de los equipos estratégicos que les brindarían la posibilidad de atender todos sus rubros como organización, incluido el humano.

Al respecto, en el Coine establecimos que la forma de incorporar dichos equipos estratégicos es a través de la inclusión de emprendedores, cuyo intelecto y habilidad de innovación resulta la solución idónea para las organizaciones, ya que las herramientas que disponen conjugan la asertividad de las nuevas dinámicas, la puesta en marcha de teorías visionarias y la adopción tecnológica.

Pero todo esto no será posible mientras se siga acentuando la deshumanización hacia los empresarios, quienes al final del día también son padres, hijos, hermanos, amigos, que tienen las mismas emociones y necesidades como cualquier otra persona y que, además, cargan con el compromiso de proveer no sólo a sus colaboradores, sino a cientos o miles de familias.

Es por ello que iniciativas como las modificaciones propuestas en materia laboral del T-MEC, la propia reforma laboral mexicana en materia de implementación de la NOM-035 e, incluso, las nuevas leyes antioutsourcing, deberían considerar a todos los implicados, porque de lo contrario se genera un desdén hacía el propio factor humano, ya que, como lo planteé en un principio en este texto, empieza a categorizar a los empresarios como máquinas sin emociones. 

 

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