Paul Lara

Cyberpunks

Paul Lara

30 Ene, 2023

Automatización y precariedad

 

  • No son algoritmos los que resuelven el desorden en las redes sociales. La basura en el flujo digital se limpia gracias al trabajo de seres humanos reales.

Uno de los grandes beneficios que se buscan con la implementación de la “Inteligencia Artificial”, como actualmente la conocemos, es la automatización de muchos procesos que se consideran repetitivos o algunos que no requieren tanta creatividad o razonamiento para hacerlo. Sin embargo, habrá otros que, considero, serán imposibles de replicar por una máquina.

La semana pasada leí que el portal BuzzFeed utilizará Chat GPT para crear contenido, y que muchas otras empresas de medios de comunicación lo están analizando. Creo que la herramienta puede ayudar para buscar información valiosa en la red sobre algún tema, pero de ahí a que esta plataforma de texto sea capaz de crear notas periodísticas bien hechas, bajo los preceptos periodísticos, y suplir a los reporteros, lo veo imposible. Podrá suplir a los “creadores de contenido”, que no son periodistas, pero a un profesional de los medios, me atrevería a decir que no será posible.

La automatización de muchos trabajos es una realidad, pero este tipo de procesos, a menudo, son mucho menos impresionantes de lo que implica la fanfarronería y la propaganda que los rodea. Con los avances actuales se están produciendo cambios tecnológicos notables, pero eso no significa que la evolución del empleo y del mundo social en general esté predeterminada, aunque sí hay que tomar en cuenta un tema antes que sea demasiado tarde: la precariedad laboral y de los salarios.

Debemos tener en cuenta la ideología de la automatización y su mito concomitante de la obsolescencia humana, como diría la escritora Astra Taylor.

Algo importante a considerar también es que la falta general de curiosidad acerca de cómo funcionan realmente las plataformas y los servicios que usamos todos los días, por lo que a menudo creemos en las exageraciones, dando a la automatización más crédito del que realmente se merece. En el proceso, no vemos ni valoramos el trabajo de nuestros semejantes. Reforzamos la ilusión de que las máquinas son más inteligentes de lo que realmente son.

Para entender un poco más a qué me refiero, les recomiendo ver The Moderators, un documental de 2017 dirigido por Adrian Chen y Ciarán Cassidy que puede verse en YouTube. Ofrece una ventana única a la vida de los trabajadores individuales que filtran y censuran contenido digital. Cientos de miles de personas trabajan en este campo, mirando incesantemente decapitaciones, escenas de violación y tortura de animales y otras imágenes con cicatrices para filtrar lo que aparece en nuestras redes sociales.

No son algoritmos los que resuelven el desorden. La basura en el flujo digital se limpia gracias al trabajo de seres humanos reales que se sientan frente a sus propias pantallas día y noche, etiquetando el contenido como vulgar, violento y ofensivo. Créanme, más personas trabajan en las minas ocultas de la moderación de contenido que las que trabajan oficialmente en Facebook o Google, y reciben un salario bajo, en condiciones psicológicas lamentables por lo que diario ven y filtran, y muchos de ellos contratados en países como Filipinas o la India. A la fecha, los líderes de estos centros de filtrado saben que las máquinas fallan y, por ello, no son las que dicen qué se puede y qué no ver en la red, no son algoritmos.

Por eso cuando se dice que “medios de comunicación” como BuzzFeed están contratando una plataforma para crear contenido, como Chat GPT, es realmente risible si creen que con ello tendrán la información fiable que la gente debe leer para no ser engañada o manipulada.

 

  • Hace más de 2,000 años, Aristóteles soñó con un telar automático que acabaría con la esclavitud y la explotación. En los siglos XVIII y XIX, los luditas rompieron las máquinas de tejer en protesta contra la dominación y la miseria que venían con los nuevos artilugios, sólo para ser injustamente recordados como opositores al progreso. Hoy, en nuestros propios ensueños optimistas sobre los dispositivos que ahorran trabajo, con demasiada frecuencia nos olvidamos de preguntar ¿quién es el dueño de los telares?

 

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