Paul Lara

Cyberpunks

Paul Lara

20 Nov, 2023

El gran fracaso de Sam Altman

A lo largo de las últimas décadas, se ha mentido sobre que la tecnología puede resolver los grandes problemas de la humanidad y llegar a ese fin utópico de que sean las máquinas las que liberen al hombre del trabajo, del hambre, de las enfermedades, que haya una renta básica universal que democratice las ganancias de las innovaciones, pero se nos olvida que somos seres quienes a lo largo de la historia hemos demostrado que sólo vemos por nosotros mismos y los cercanos, no por la comunidad, no por la región, no por un país, no por el mundo.

Cuando OpenAI se creó, se decía que su estructura estaba diseñada para permitirle recaudar decenas o incluso cientos de miles de millones de dólares que se necesitarían para tener éxito en su misión de construir la inteligencia artificial general (IAG) que muchos desean y otros temen, ésa que es tan inteligente o más que las personas como máximo en tareas cognitivas y, al mismo tiempo, evitar que las fuerzas capitalistas, en particular un gran gigante tecnológico, controlaran esta innovación.

Lamentablemente, eso fue otro sueño de hadas. Sam Altman fracasó en sus principios. Recordemos que hace algunos años atrás, para ser específico 2019, Altman llegó a un acuerdo (inicialmente por sólo mil millones de dólares) con el CEO de Microsoft, Satya Nadella, para impulsar su creación y la de su equipo. A partir de ese momento, la estructura fue básicamente una bomba de tiempo, pues vino más dinero de la gran tecnológica años después. Al recurrir a una única entidad corporativa para obtener la mayor parte del efectivo y la potencia informática que OpenAI necesitaba para lograr su misión, esencialmente estaba entregando el control a Microsoft, incluso si ese control no estaba codificado en ningún mecanismo de gobierno formal.

El espíritu del acuerdo original era que todo lo que hicieran las organizaciones con fines de lucro debía estar al servicio de las organizaciones sin fines de lucro. Se suponía que una junta sin intereses financieros velaría por la humanidad. Según un prospecto que se compartió en línea, “la compañía existe para promover la misión de OpenAI Inc., de garantizar que se desarrolle una inteligencia artificial general segura y beneficie a toda la humanidad.

El pasado viernes, en un fin de semana explosivo para OpenAI, Altman fue expulsado de la empresa, y comenzó una desbandada de empleados de la compañía. Los estira y afloja entre que si Altman regresaba al mando de la firma creadora del Chat GPT, que se expulsara a los cuatro en el Consejo de Administración, que si era un mentiroso y estaba engañando sobre las negociaciones secretas para crear una nueva organización, que si encontraron ya una forma de crear una IAG, etcétera, movieron a toda la industria.

Los cierto es que, si regresa y la junta directiva renuncia, se probará que la estructura de Altman falló: OpenAI no pudo recaudar miles de millones de dólares de una gran corporación tecnológica y al mismo tiempo permanecer libre del control de esa corporación.

Sería la máxima ironía si los defectos de la estructura que diseñó Altman terminaran salvando su puesto como CEO y permitiéndole superar a la junta directiva que creó para salvaguardar la IAG.

Un factor clave de la expulsión fue la presencia de tensiones entre Altman, que estaba a favor de impulsar el desarrollo de la IA de forma más agresiva, y los miembros de la junta directiva de OpenAI, que querían hacerlo con más cautela.

Cuando la junta directiva de la organización sin fines de lucro consideró que era prudente eliminar a Altman, a riesgo de un factor comercial potencialmente devastador, aquellos con una participación en la organización con fines de lucro nominalmente subordinada (tanto empleados como inversores) rápidamente se pusieron manos a la obra para expulsar a la junta y deshacer sus decisiones.

 

 

 

Todo indica que las partes interesadas financieramente saldrán rápidamente victoriosas. Lo cierto es que, como pasó con tecnologías como las criptodivisas, la misión original ha fracasado, y esto pone en riesgo la creación de una IAG en manos de unos pocos y controlada por una empresa.

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