Paul Lara

Cyberpunks

Paul Lara

5 Jun, 2023

El mundo cambió, ¿estamos listos?

La inteligencia artificial se ha convertido en una revolución constante que amenaza con convertirse en uno de los mayores desafíos de la humanidad. Y muchos países, entre ellos México, deben aprender a lidiar rápidamente con estos cambios.

Hace poco más de seis meses surgió ChatGPT como una aplicación para entretenerse, para saciar curiosidades, pero eso se transformó rápidamente en una interfaz de programación para aplicaciones (API), que ahora se usa para comenzar a crear una red de creadores de apps que están repercutiendo en todas las industrias, como la salud, la manufactura, la educación, el día a día, y no muchos están preparados para ello.

Una regulación sobre su uso, sobre cómo se controla la información que se irá recabando, sobre los entrenamientos de la IA y sobre la manipulación de comportamientos, es urgente.

Aquellos que hablan de que internet es libre no tienen idea de quiénes lo controlan, de las empresas que se desgarran las vestiduras en pro de la democracia y la libertad de contenido, sin saber que son ellos quienes nos dicen qué ver, oír y escuchar. No existe tal libertad y los mismos gobiernos lo saben. Por eso en naciones como Estados Unidos, hoy se reúnen y pactan con los líderes de las grandes tecnológicas por el poder de la información, el control de la misma y mantener el capitalismo de la vigilancia en pro de sus intereses.

Soy incisivo con respecto a la regulación de estas herramientas, de las que muchos las impulsan sin conocer realmente qué hay detrás de ello y de los riesgos que implican si se usan equivocadamente, y los ejemplos están presentes.

Imaginen que millones de personas, como ya sucede, usan a diestra y siniestra estas tecnologías de IA y después de tres meses de conocer gran parte de todos sus secretos íntimos, podemos tener máquinas que van a aprovechar vulnerabilidades en su seguridad, en su confianza personal, en su autoestima, para venderles cosas o ideologías. Y esto no es nuevo, comenzó desde que Google apoyó con todo su poder de información a Barack Obama para llevarlo a ser presidente (lean The Victory Lab, de Sasha Issenberg, para entender más), y continuó con Facebook para lograr que Donald Trump lo hiciera al vender su data a Cambridge Analytica (lean La dictadura de los datos, de Brittany Kaiser) y llevar a que Reino Unido aceptara el Brexit.

Estas tecnologías son un riesgo latente que deben tener límites, regulación. Hay temas éticos, morales, legales, que se deben tener en cuenta. Hay otra pregunta interesante y es cómo todo esto va a condicionar la conectividad humana.

La complejidad y los riesgos que se deben entender en el uso de la inteligencia Artificial son que ha avanzado tan rápido que las máquinas ya pueden adquirir atributos que son cuasi humanos. Lo podemos ver en la generación de ideas, la realización de música o literatura, poemas, arte. Ya no hay gran diferencia en términos de la calidad técnica de las creaciones entre máquinas y humanos.

La capacidad de este cómputo es importante a tomar en cuenta, ya que está superando la velocidad con la cual los seres humanos pueden aprender y usar información. Si pensamos, por ejemplo, en términos de privacidad, en la aplicación en guerras, en la manipulación de la máquina de seres humanos para convencerlos y persuadirlos de ciertas acciones, es realmente algo amenazante.

Sin embargo, es importante aclarar que esta tecnología ha llegado para quedarse, para implementarse, y se requiere de entendimiento por parte de toda la sociedad, todos, políticos, educadores, empresarios, padres, madres. No hay excepción. Poner atención a las alertas en estos desarrollos debe considerarse vital para el corto plazo. Aquellos que ven en las regulaciones un freno a la innovación (no toda regulación es mala) son como aquellos mafiosos afroamericanos del Harlem de los ochenta que luchaban por la supuesta libertad de los negros en Estados Unidos, pero los llenaban de heroína para tener el control del reinado.

Así actúan muchas empresas tecnológicas en el mundo, cuyo impulso a la IA lo hacen constantemente en el día a día, abren la capacidad de ese desarrollo a todos, pero van a sus Congresos a alertar de los peligros y a lamentarse de sus creaciones, pero nunca concretan una agenda para su uso ético, regulado y responsable. Al final de cuentas, todo es control, no dinero, control, y el gobierno lo sabe. ¿Estamos listos para este cambio?

 

 

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