T-MEC sin empresarios

Cada día de los primeros cinco meses del año el volumen de mercancías que intercambiaron México y Estados Unidos ascendió a 1,325 millones de dólares. Las exportaciones y las importaciones las realizaron millones de empresas de ambos países bajo las reglas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual entró en vigor el 1 de enero de 1994.

El nuevo Tratado México-Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que redefine la relación económica más importante del país, está asentado en las empresas, por eso resulta tan extraño que el sector privado no haya sido invitado, hasta ahora, a la visita que hará el presidente

Andrés Manuel López Obrador a la Casa Blanca, justamente en el contexto del comienzo de la nueva etapa comercial.

La visita, como el propio Presidente ha reconocido, entraña riesgos importantes, los que también han sido señalados por varios diplomáticos mexicanos dada la interpretación electoral, la cual identifica un apoyo tácito a Donald Trump en su afán de conseguir la reelección en noviembre.

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La visita ya ha generado molestias todavía no tan visibles en el campo de la demócrata. El caucus hispano que agrupa a los representantes demócratas de origen latino envió una carta muy animosa hacia el presidente Trump señalando omisiones aún más significativas, como son los temas de migración y la frontera común.

Sin los empresarios mexicanos, el encuentro López Obrador-Trump adolece de la falta de sustancia real en el asunto del T-MEC. Adicional a ello, México manda, desde ahora, una señal de mucha debilidad y poca confianza. Si el gobierno no invita a los empresarios nacionales, qué pueden esperar las compañías internacionales, máxime cuando se han dado señales muy negativas, como la cancelación de la planta de Constellation Brands y el último episodio de Iberdrola, en cual se está por cancelar una planta de energía eléctrica en Tuxpan.

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Para nadie es un secreto que la relación entre el Presidente y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) se encuentra en su punto más bajo desde que comenzó la administración.

Según ha trascendido, la relación se deterioró luego de que en un evento virtual, el 7 de abril, el líder del CCE, Carlos Salazar, respondiera a un planteamiento en el que se hablaba de pedir la renuncia de Andrés Manuel López Obrador, a lo que Salazar dijo: “Parece que no entendemos la democracia que tenemos. Por más comunicados que ustedes puedan lanzar de que se vaya, el señor tiene el apoyo que le dio esta estructura democrática y dentro de un año y pico tendremos la posibilidad, porque así lo estableció nuestro congreso, de hacer una revisión democrática, un rechazo de mandato, ahí es el momento. Si alguien cree que ahí es la forma, organícese, yo quisiera que la parte política del país saliera a hacer su trabajo”. Lo anterior fue interpretado como un llamado y no como lo que fue, una respuesta que buscaba separar las inquietudes políticas de algunos de las realidades democráticas.

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Ojalá que el canciller Marcelo Ebrard o alguien del gabinete logre rectificar este escenario de visita internacional, el cual tiene el potencial de convertirse en una herida autoinfligida.