Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

27 Abr, 2022

Liberales o jacobinos

 

Las democracias y los ideales liberales mueren con los intelectuales que buscan la pureza de ideologías radicales. Así lo ha demostrado la historia de países como Francia y Estados Unidos, mientras que las naciones que se turnaron a ese radicalismo totalitario —como la Unión Soviética, Venezuela o Cuba— terminan en el basurero de la historia.

Y es que el origen histórico de esos ideales liberales nació con esa lucha entre cambios posibles o doctrinas totalitarias: eran finales del siglo XVII en Francia. La población, cansada de la corrupción y las recurrentes crisis económicas, explotó —liderada por la clase media— en una revolución que cambiaría la historia. Inicialmente, ahogados por el idealismo de derrocar a una monarquía absoluta e instaurar un nuevo régimen, los líderes fueron turnándose más y más radicales. El idealismo se transformó en posturas totalitarias de los jacobinos y en una época de terror, en donde la revolución se comió a sus figuras más ilustres.

Maximiliano Robespierre y sus adeptos en la asamblea gobernante se volvieron puritanos de las más irrealizables e inhumanas ideas. Para ellos, la oposición real o imaginaria era el enemigo y cualquier crítica era condenable con la muerte bajo la guillotina o el destierro de la historia. Los “enemigos de la revolución” —así declarados a diario en una lista elaborada por los teóricos más rancios de la revolución— eran considerados traidores a la patria que debían desaparecer por decreto y ejecutados.

Finalmente, Robespierre y los suyos fueron comidos por sus propias ideas. Terminaron ejecutados y puestos en el basurero de la historia. Los moderados tomaron el poder y los ideales liberales de la revolución persistieron no sólo en Francia, sino en los países occidentales. El país que absorbió e implementó esas ideas liberales por excelencia fue Estados Unidos a través de una constitución que plasmó los derechos de los ciudadanos ante el gobierno y eliminaron cualquier posibilidad de que gobernaran los radicales — como luego sucedió con los bolcheviques en Rusia, los comunistas en Cuba o los chavistas en Venezuela.

Ahora, esos mismos ideales son cuestionados en México, Estados Unidos y Francia por nuevos movimientos radicales que quieren volver a un pasado autoritario jacobino, en donde cualquier infracción menor es castigada con el señalamiento y la destrucción. Estos movimientos, nacidos de la caída y crisis del marxismo en el mundo, encontraron en la identidad y los sentimientos individuales la perfecta excusa para buscar culpables en cada publicación de Twitter y otras redes sociales. La constitución, las leyes y los ideales liberales pueden esperar.

Cuestión de oír las declaraciones de ayer, en la conferencia mañanera, del encargado de los materiales educativos en la Secretaría de Educación Pública (SEP), quien calificó el sistema educativo en México como “neoliberal, colonialista, racista, eurocéntrico” y otros calificativos de la izquierda radical y totalitaria, sin tomar en cuenta que el propio ideal de la educación gratuita y universal nació justamente de ese movimiento constitucional y liberal de Francia, Estados Unidos y, así, absorbido en México. Lo mismo sucede con los señalamientos de opositores como “traidores a la patria”.

Al final, los jacobinos serán comidos por sus propios extremos.

 

 

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