Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

29 Dic, 2018

Prado Churubusco

No he visto Roma por la disputa entre las grandes casas distribuidoras y el limitado número de cines que la exhiben, pero en el país y en medios extranjeros la clasifican como una obra maestra. Por lo pronto, el tema me ha provocado un sentimiento de nostalgia agridulce de mi infancia en la colonia Prado Churubusco, al sur de esta ciudad y, sobre todo, de la inolvidable mujer que fue Matilde Salinas, Mati, quien fue la nana de los tres hermanos Grabinsky.

Mati no provenía de alguna comunidad indígena, sino de Tlaxcala, donde sus padres eran modestos comerciantes y agricultores con casa propia (aunque no tenían luz eléctrica en los años cincuenta). Salió de su pueblo a la ciudad porque quería trabajar y ser independiente.

Llegó a nuestra familia y… salió para ir a morir a su pueblo con su familia y su Filemón.

Mati tenía una personalidad única, rebelde, terca y muy cariñosa. Fuimos sus hijos hasta que decidió aceptar a su eterno novio y casarse en la iglesia de Tlaxco. El cura del lugar no permitió que mis hermanos fueran sus pajes por no ser católicos, cosa que la enfureció.

Mati me enseñó a gozar los pueblos y tradiciones de esta zona del país, a festejar a los santos en las ferias y juegos, que sigo buscando por donde haya. Como no podía aceptar que un niño tan “bonito” no fuera católico, me llevaba a escondidas los domingos en la mañana a misa, antes de desayunar y con mis padres dormidos. La cacharon y prometió no volver a hacerlo, pero, obviamente continuó. Incluso me llevó de rodillas a la Villa con una ofrenda de un piecito de metal para pedirle a la Virgen me curara de la poliomielitis que azotó al país y, milagrosamente, me curé (aunque pasaron l5 años, cuatro operaciones, yeso y muletas). Nunca se lo agradeceré lo suficiente.

Mati era una mujer traviesa y bromista. Me llevó varias veces a Tlaxco, donde me dio pulque diciéndome que era leche. Nos mimaba mucho, sobre todo a mis dos hermanos menores, y creo eso le provocaba celos a mi mamá, que la despidió varias veces por rezongona…para volverla a aceptar unos días después.

Al crecer nos siguió atendiendo, ya casada y con hijos cuidando a sus “niños” e, incluso a nuestras familias. La llevamos a Nueva York y paseó a mi hijo en Central Park mientras nosotros trabajábamos. La colonia Prado Churubusco, junto al río del mismo nombre, ahora entubado, tenía su carácter de pequeño pueblo. Se hacían posadas tradicionales en la calle, donde yo cantaba el Ora pro nobis, jugábamos al bote pateado y los quemados y nadie nos cuidaba. Mis amigos eran los Barroso, los Grimaldi, los Sandoval y, especialmente los Tena, del grupo Rebeldes del Rock y Tacho, el de los caldos de Indianilla.

Así que, señor Cuarón, sin haber visto Roma, le agradezco profundamente transportarme a mi casa de infancia, a mi nana Mati y a un México que aún se resiste a desaparecer.

¡Feliz año 2019 a todos!

 

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