Salo Grabinsky

Del verbo emprender

Salo Grabinsky

23 Dic, 2023

Reflexiones de fin de año

Un poco de filosofía invernal no está de más, en este fin de año. Fue un periodo bastante movido y agitado. Estamos empezando a sufrir las consecuencias de políticas mal diseñadas y sus efectos ya se sienten en el planeta. Me refiero por una parte al desinterés de muchos gobiernos en poner un freno al fenómeno del calentamiento ambiental, resultado de una industrialización forzada y una afluencia de productos y materiales que fueron reconocidos inicialmente como el progreso y las maravillas de la tecnología, pero que ahora resultan un peligro por su larga vida útil.

Quiero dar varios ejemplos: En la famosa película de El Graduado, un pariente le invita al joven profesionista de que, si quiere hacer mucho dinero, la palabra mágica era dedicarse a “los plásticos”. Varias décadas después, la atmósfera está contaminada por micropartículas plásticas que pueden envenenar los pulmones de los humanos y al reino animal, la basura en ríos y mares es casi universal y aves y peces la sufren. Para qué hablar de los combustibles fósiles que siguen creciendo en el mundo, de la contaminación producto de accidentes y de la cada vez mayor amenaza del uso de armas nucleares por líderes enajenados.

Este problema ya se refleja en terribles huracanes debido al calentamiento del agua de los océanos, y de los vaivenes de temperatura en todo el orbe, con un calor tropical en Siberia o las  inesperadas inundaciones  en desiertos de Oriente Medio. El resultado es una creciente inseguridad que afecta a millones de personas y a sus bienes. La naturaleza nos cobra por nuestros excesos.

Otro tema para preocuparse es que, como resultado de la pandemia y del malestar social en muchas poblaciones del país ante la violencia de la delincuencia y la limitada respuesta de las fuerzas del orden se percibe un clima de crisis que afecta la salud mental de muchos jóvenes (y adultos) que han sido golpeados por los acontecimientos y no ven un camino para salir y llevar una vida normal y con perspectivas económicas razonables. La crisis mental en México y muchos países industrializados o subdesarrollados se ha vuelto un problema que rebasa a las autoridades. La falta de interés en progresar de muchos es un caldo de cultivo para las bandas de delincuentes y para caciques nefastos.

Esta apatía se refleja también en las empresas familiares de todo tipo, ya que la motivación inicial de los emprendedores y su gente al principio de las operaciones, se ve mermada por nuevas generaciones que buscan el confort de un buen nivel de vida para evitar tener ambiciones o buscar caminos nuevos.

La tecnología ha sido uno de los grandes fenómenos de la humanidad y ya es indispensable para muchos, pero también ha logrado enajenar a multitudes y reducir la comunicación y dinámica familiares y afectivas. Hay que encontrar límites razonables para que no nos volvamos unos robots en nuestras vidas y trabajo. Y el explosivo crecimiento de la inteligencia artificial no controlada es otro tema para preocuparnos.

 

Perdón si sueno pesimista, pero los peligros están ahí con nosotros. Las oportunidades de salir sanos, en armonía con los demás y el entorno existen, pero nos hace falta un nuevo gran panorama: apoyarnos mutuamente y buscar la convivencia y la felicidad es lograble. Y esos son mis mejores deseos para ustedes.

 

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