Mis papás hicieron que trabajara en una fábrica de niño y se los agradezco

Desde que era un niño mis papás me ha inculcado la cultura del trabajo.

Tu dinero -
Trabajar de pequeño puede darte grandes lecciones. Foto: Archivo
Trabajar de pequeño puede darte grandes lecciones. Foto: Archivo

CIUDAD DE MÉXICO. - Desde que tengo memoria mis papás me han inculcado la cultura del trabajo.

A los 4 o 5 años, me pedían que les ayudara a hacer pequeños arreglos a la casa o a los automóviles. Sostener un martillo, quitar algún tornillo, limpiar o recoger eran las cosas que hacía más a menudo.

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Siempre realicé estas actividades en contra de mi voluntad – ¿qué niño disfrutaría levantarse los fines de semana a las 6 o 7 de la mañana para pintar, componer puertas o limpiar a profundidad un automóvil? –.

Al final de las tareas quedaba muy molesto.

Aún más cuando esperaba una recompensa por la ayuda y me decía: “esto que hacemos es para nosotros, no puedes esperar que te dé dinero o te compre dulces si es para tu beneficio y el de toda la familia”. Odiaba escuchar esa “cantaleta”.

Fue hasta la preparatoria, cuando tenía 14 o 15 años, cuando mi papá me dijo que considerara tener un trabajo "serio" en vacaciones. Recuerdo sus palabras: “Tienes que aprender el valor del dinero (sic) y saber lo que es trabajar para poder comprarte algo”.

Afortunada, o desafortunadamente, había una pequeña fábrica a dos cuadras de mi casa.

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Aunque el gerente de la fábrica se rehusó a que yo trabajara, mis papás lo lograron convencer. Después de eso, mi madre y yo fuimos a tramitar un permiso para que un menor de edad pudiera trabajar y todo estuviera en regla.

En la fábrica de telas mis tareas eran relativamente sencillas, debido a que era el más pequeño del lugar. "Sopleteaba" el polvo de las estructuras, limpiaba el baño de los obreros, lavaba los autos de los administrativos y dueños, y también limpiaba ventanas y oficinas.

Mis primeras 12 horas de trabajo continuas fueron difíciles, aunque después logré acostumbrarme a esa jornada laboral. Después de mi primera semana trabajada, de seis días laborales, recibí un cheque por 738 pesos, aproximadamente.

Pocas veces en mi vida había tenido tanto dinero junto, en tan poco tiempo.

En ese momento muchas cosas se hicieron claras para mí. El dinero que mi papá nos daba era fruto de un esfuerzo considerable. Nadie me iba a regalar dinero nunca y conseguirlo no era nada fácil.

A partir de ese día fui más precavido con mis gastos. Dejé de "exigirle" a mis padres que me compraran cosas. Mi mamá me enseñó que siempre debía de aportar a la casa con un "gasto" y por ello aprendí que, desde antes de que te entreguen tu sueldo, una parte ya no te pertenece.

Además, en el tiempo en el que trabajé, aprendí a seguir reglas y órdenes, a cumplir con mis deberes, a ser solidario con los demás trabajadores y a no quejarme.

También gracias a mi experiencia en ese trabajo, comenzaron a surgirme varias preguntas que, de una forma u otra, me llevaron a estudiar economía:

¿Cómo le hace una empresa para ganar dinero?, ¿por qué los trabajadores tienen salarios diferentes, si es que algunos trabajan más horas?, ¿por qué cuando gastaba mi salario en algunos bienes, días después algunos productos subían o bajan de precio?

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En suma, que mis papás me impulsaran a trabajar durante diferentes momentos de mi niñez, fue uno de los mejores regalos que me pudieron haber dado y se los agradezco.

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