Manuel Somoza

Inversión inteligente

Manuel Somoza

17 Feb, 2011

Seguimos desperdiciando oportunidades

En diversas ocasiones en esta columna he comentado que el balance de México brilla cuando lo comparamos con el balance de otras naciones. He dicho que el total de la deuda pública y privada representa menos de 35% del PIB, en tanto que este porcentaje, en muchos países supera 70%. Naciones como Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España y aún Estados Unidos y Gran Bretaña, muestran signos de sobreendeudamiento; además de lo anterior, también he mencionado que nuestro déficit fiscal está por debajo de 2%, cuando los países antes mencionados se encuentran por arriba de 7%, y todo esto, también lo he dicho, ha fortalecido nuestra imagen ante el exterior; razón por la cual, independientemente de nuestros problemas, somos grandes receptores de inversión extranjera directa y de inversión financiera o golondrina. También he reiterado que llevamos tres administraciones —un poco más de 14 años—, desde los últimos tres años del mandato de Ernesto Zedillo, los seis años de Vicente Fox, y los más de cuatro años que lleva el presidente Calderón, los cuales han sido gobiernos que no se han gastado más de lo que han recibido. Esto nos ha permitido irle ganando la lucha a la inflación y tener, hoy día, tasas de interés en mínimos históricos. Cuando platico de todo lo anterior, la gente me pregunta: “Si todo está tan bien, ¿por qué hay 50 millones de mexicanos que viven en algún grado de pobreza, por qué hay tanto desempleo, por qué la economía informal crece más que la formal? —en fin— ¿por qué seguimos siendo en muchos aspectos un país tercermundista?”

Ante lo aquí expuesto, mi respuesta es la siguiente: Hemos sido capaces de estabilizar, económicamente hablando, al país y por esa razón ya no vivimos con hiperinflación ni tenemos devaluaciones significativas recurrentes; sin embargo, no hemos sabido aprovechar esos cimientos, que con muchos sacrificios, se han hecho en estos 14 años. La razón es que llevamos prácticamente este periodo de parálisis legislativa que ha traído como consecuencia la congelación del crecimiento de México, indispensable, para abatir los problemas que actualmente nos aquejan. Si no crecemos cuando menos a tasas de 6.5% en los próximos años, en lugar de 2.5%  promedio anual que hemos crecido los pasados 14 años, no podremos disminuir el número de pobres que hay en nuestro país. Quiero insistir en que sigue siendo urgente una reforma fiscal de fondo, que le otorgue al gobierno mayores ingresos para poder invertir en educación, salud, infraestructura y ahora, en seguridad. Seguimos requiriendo una reforma energética que nos permita potencializar nuestra riqueza petrolera, dejando a un lado el nacionalismo estúpido que tiene bloqueada esa reforma; asimismo, es importante una reforma laboral que nos otorgue la posibilidad de tener mejores salarios reales, dándole flexibilidad al empresario en los términos de contratación, siempre apoyando la productividad. Probablemente la reforma más urgente es la política, la cual permita a través de los diversos mecanismos que existen en el mundo, que quien llega al poder pueda mandar por un periodo determinado; y no como hoy, que tenemos un sistema, donde es probablemente imposible, que alguien mande.

Por todo lo anterior, creo que seguimos desperdiciando oportunidades.

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