Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

12 Dic, 2011

Sicodelia

Uno de los debates más prolíficos —y ociosos— que ha traído consigo el auge de la cibernética es el referente al futuro del papel como soporte de libros y publicaciones periódicas. ¿Sobrevivirá o no?

La pregunta remite al dilema planteado por Umberto Eco allá en los lejanos sesenta, tras la aparición de su libro Apocalípticos e integrados, en el que no solían admitirse medias tintas. Lo que en aquella época se debatía era la asimilación o el rechazo a la cultura de masas. Guardando las proporciones, una variante de aquella disputa sería la de quienes se resisten a pensar que los libros, periódicos y revistas dejarán de publicarse algún día en papel, contra aquellos cuya biblioteca virtualmente ya reside en una nube.

Quienes se rehúsan a dejar de sentir la textura y el aroma de las páginas sostienen que el vínculo del papel con el ser humano es mucho más que simple materia. En múltiples formas, los compromisos más fuertes de las personas se siguen firmando con tinta y papel: los contratos de compraventa, las escrituras de una casa, las actas matrimoniales. Aun cuando los bancos movilizan millones de dólares en operaciones donde sólo median teclados, pantallas y bytes, el intercambio más simple entre comerciantes y consumidores comunes sigue precisando de la mediación de monedas, billetes y cheques. De ahí que el libro físico (o “edición impresa”, como se le conoce ya en la jerga contemporánea) tenga la vigencia que le da el solo hecho de ocupar espacios privilegiados en las casas de sus lectores, conservando en libreros y repisas un valor análogo al de las fotografías familiares.

Se trata sólo de nostalgia y atavismos, parecieran decir quienes, en el extremo opuesto, comienzan a acostumbrarse al confort de poder llevar consigo a donde quieran una biblioteca entera almacenada en un lector electrónico, con la posibilidad de descargar textos clásicos aun en horas de madrugada, a los que incluso podrá poner marcas virtuales y anotaciones al calce, tal y como acostumbran los lectores voraces que llenan de apuntes y réplicas los márgenes y cualquier otro espacio que el autor y la editorial hayan dejado libres. 

Quien esto escribe confiesa que aún le cuesta trabajo adaptarse a la lógica depredadora de los e-books, que en su afán de ofrecer todas las comodidades posibles (aumentar el tamaño de la tipografía, cambiar la fuente, idear una tinta electrónica amigable a la vista, como ocurre en los Kindle, o cambiar el color de papel a sepia o incluso a negro con letras blancas, como sucede en la más reciente actualización de la aplicación iBooks del iPad), le restan, sí, cierto encanto a la idea antigüita de ir viendo cómo se desgastaban las hojas leídas mientras las restantes conservaban la pulcritud de saberse misteriosas, limpias y sólidas.

Sin embargo, dos recientes, espléndidas y gratuitas experiencias digitales podrían marcar el futuro de los e-books por su forma de explotar los recursos multimedia, aun cuando su contenido es más bien clásico y resulta contemporáneo del libro de Eco, curiosamente. Se trata de la aplicación de la obra Blanco (1967) de Octavio Paz, que de inmediato encabezó la lista de iTunes México para iPad, y la adaptación como libro infantil de la película Yellow Submarine (1968), abigarrada animación protagonizada por los Beatles, disponible también en iBooks.

En ambos casos, el diseño y la tecnología se ponen al servicio de los propósitos lúdicos y transgresores de las obras originales, cuyos autores difícilmente habrían vislumbrado las posibilidades que la animación computarizada ofrece ahora como nueva forma de comunicación, interacción, comprensión y entendimiento con los lectores. Las ilustraciones clásicas de los libros de papel tienen ahora su equivalente en los recursos gráficos que apoyan el contenido en forma de movimiento, sonido y video, cuya emotividad difícilmente se describe con palabras. Una magia que brota al simple toque de una pantalla. Una especie de viaje sin ácido que produce igual efecto sicodélico.

 

marco.gonsen@nuevoexcelsior.com.mx