Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

11 Mar, 2012

Spam-a-lot

El término spam se utiliza para nombrar genéricamente al correo electrónico no deseado, producto de cadenas o envíos masivos de remitentes desconocidos y que se ha extendido recientemente a los servicios de mensajería telefónica tipo Whatsapp. Sirve también para denunciar a las cuentas de Twitter que no tienen usuarios reales, sino que fueron creadas para enviar textos automáticamente y generar tendencias de manera artificial: son los famosos bots, cuyo activismo en la red nunca va en proporción a su escuálido número de seguidos y seguidores.

Sin embargo, antes de que existiera internet, spam no era más que una marca estadunidense de carne enlatada (cuyo nombre es contracción de las palabras spiced jam según unas fuentes, o de shoulder pork ham, según otras), que sería objeto de burla en un sketch del antiguo programa televisivo Monty Python’s Flying Circus, de la BBC de Londres.

Disponible en YouTube como El origen del spam, el fragmento de la serie, transmitido en 1970, muestra a dos clientes de un restaurante cuyo menú incluye Spam en todos los alimentos: huevos con Spam, tocino con Spam, jamón con Spam. Entre los comensales hay un grupo de vikingos que repite incesantemente: “spam, spam, spam, spam, spam”. Mucho Spam, que en Europa era distribuido precisamente por una compañía originaria de Dinamarca. El activista canadiense Brad Templeton, gurú de la red de cibernautas Usenet, ofrece en su blog una explicación sistemática de cómo este sketch sirvió de inspiración para bautizar a los e-mail no deseados a partir de 1993, aun cuando el primer envío de este tipo, según su relato, data de 1978. Desde entonces, es mucho el spam que circula en la red.

Esta reflexión viene a cuento para ilustrar cómo la cultura cibernética contemporánea está en deuda con Monty Python, la troupe de comediantes integrada originalmente por Grahan Chapman (ya fallecido), John Cleese, Terry Gilliam (único miembro estadunidense del grupo y autor de las animaciones del show), Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin, quienes protagonizaron de 1969 a 1974 sus sátiras en la pantalla chica y que hoy, por fortuna, son retransmitidas —con aceptables subtítulos en español— por la televisión satelital y de cable. 

Apenas la semana pasada reflexionábamos en este espacio cómo las nuevas tecnologías dieron un nuevo ciclo de vida a clásicos del cine que hoy están disponibles prácticamente en el momento que se quiera. Uno de éstos es precisamente Monty Python and the Holy Grail, parodia mordaz de los Caballeros de la Mesa Redonda que hasta hace apenas unos años sólo podía ser vista en algún ciclo de la Cineteca Nacional o en los canales culturales de la televisión mexicana, un par de veces al año. El video casero, sobre todo el formato DVD, hizo posible que esta joya del humor universal renaciera en ediciones remasterizadas y acompañadas de un sinnúmero de materiales extra, como escenas suprimidas en la edición final y explicaciones “detrás de cámaras”.

La película mantiene su vigencia gracias a su adaptación para Broadway titulada Spamalot, musical que toma su título de una de las canciones de la cinta (We eat ham and jam and Spam a lot) y que en México han popularizado los comediantes conocidos como Mascabrothers, tropicalizando la obra con aceptable fidelidad al espíritu de la original. Sin embargo, el verdadero mérito de Monty Python es mantener el Santo Grial siempre al alcance de las nuevas generaciones mediante su actualización tecnológica constante.

Su espíritu innovador acaba de dar otra muestra el pasado 6 de marzo con el lanzamiento de la película en Blu-ray y de una aplicación para iPad que permite sincronizar ambas plataformas vía WiFi para recorrer en los sets los 28 días que llevó la filmación (una app desarrollada nada menos que por Melcher Media, firma premiada por el e-book Our Choice, de Al Gore, sobre el calentamiento global). Se trata de una sofisticación que resulta paradójica para una película que se mofa justo de los efectos especiales en el cine, representando Camelot con la maqueta de un castillo y simulando el sonido de una cabalgata por medio del golpeteo entre dos cáscaras de cocos.

                marco.gonsen@nuevoexcelsior.com.mx