Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

23 Abr, 2012

Big Brother

Estrenada en plena temporada de óscares, la película británica Tinker Tailor Soldier Spy (cuyo título fue traducido sabiamente como El espía que sabía demasiado) pasó prácticamente inadvertida en las carteleras mexicanas. Con el único atractivo para el público nacional de la nominación de Gary Oldman como Mejor Actor, acudí a verla en su primera semana de exhibición, temiendo que fuera retirada casi de inmediato. La sala, llena al principio de la función, fue vaciándose conforme avanzaba la densísima trama. Y es que no es lo mismo adaptar las complejas novelas de John Le Carré que las de Ian Fleming. Y tengo la sospecha de que buena parte del público esperaba ver una historia trepidante al estilo James Bond.

Hay que admitir que el detallado relato sobre la traición de un agente del servicio secreto británico —que sirvió al enemigo ruso en plena Guerra Fría— no tiene en nuestros tiempos el atractivo para sostener un largometraje de más de dos horas sin incluir al menos una persecución o un romance a bordo de un Aston Martin. Eso sí, resulta recomendable para quienes deseen conocer cómo funciona el espionaje de a deveras, cuyas intrigas deben resolverse con mucha mayor inteligencia que habilidad para manejar gadgets.

La dificultad para entender el entramado de las agencias de inteligencia y seguridad nacional puede ser un factor que explique el por qué las versiones periodísticas sobre un nuevo proyecto de ley en Gran Bretaña no han causado, en buena parte del mundo, las oleadas de indignación semejantes a las que hace apenas unos meses se desataron a raíz de la iniciativa conocida como SOPA (Stop Online Piracy Act).

El primer día de abril, los principales medios británicos se hicieron eco de una revelación del Sunday Times sobre un plan para que el Reino Unido permita a la agencia GCHQ (Government Communications Headquarters) monitorear todas las llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos, charlas en Skype y actividades en línea, en apoyo al combate contra la delincuencia y el terrorismo.

De acuerdo con el despacho de la agencia Reuters, este proyecto implicaría ampliar a toda la ciudadanía una facultad que ya tienen las agencias británicas para monitorear llamadas y e-mails de ciertas personas, una vez obtenida una autorización judicial.

La iniciativa, que podría incluirse en la agenda legislativa en mayo, sugiere que se pida a las empresas proveedoras de internet que instalen equipos que permitan a la GCHQ ganar acceso en tiempo real a datos de comunicaciones.

La nueva ley, añade Reuters, no permitirá a esta agencia acceder al contenido de correos, llamados o mensajes sin una orden de cateo, pero le permitiría rastrear con quién está en contacto un individuo o grupo de usuarios, qué tan frecuentemente se han comunicado y durante cuánto tiempo.

Aunque están pendientes de conocerse varios detalles más de cómo se aplicaría en la práctica este modelo de vigilancia, ya comenzó a desatar el activismo de organizaciones civiles, aunque con poca resonancia, aún, fuera del Reino Unido. Mediáticamente, el debate ha sido destacado por el diario The Guardian, que publicó el miércoles pasado como nota principal una entrevista con
Tim Berners-Lee, inventor de la World Wide Web.

Berners-Lee ha sido un férreo defensor de la universalidad en internet y un crítico feroz de los sistemas cerrados de las aplicaciones móviles, como lo refrendó en la pasada conferencia WWW2012 en Lyon. En sus declaraciones a The Guardian, consideró que el nuevo plan para la GCHQ implica una destrucción para los derechos humanos y advirtió cuán peligroso puede ser que un gobierno tenga acceso a información íntima que muchos ciudadanos sólo son capaces de expresar amparados en la inmensidad del ciberespacio.

En tanto se defina el derrotero que tendrá esta discusión, lo único cierto es que volverá a ponerse de moda el nombre de George Orwell y más de un activista de ocasión recordará cuán visionaria fue su pluma. Por esta vez, resulta preferible ese lugar común al de millones de jóvenes de una generación que sólo identifica las palabras “big brother” con un reality show.

marco.gonsen@nuevoexcelsior.com.mx