Manuel Somoza

Inversión inteligente

Manuel Somoza

17 May, 2012

Alemania, héroe o villano

La posición que ha tomado la canciller Angela Merkel en relación a la crisis de deuda soberana que se vive en Europa, es ampliamente criticada por algunos segmentos y aplaudida por otros.

Alemania con su muy influyente Bundesbank no ha querido salirse de las medidas ortodoxas que deben de asumir los bancos centrales, por esa razón, el Banco Central Europeo no ha tenido una postura tan determinante en el conflicto financiero de Europa como por ejemplo, la Reserva Federal en el caso de la economía norteamericana o el Banco de Inglaterra con respecto a la economía de Gran Bretaña; este último país es un magnífico modelo de lo que sucede cuando un banco central actúa en forma agresiva y cuando no lo hace así.

Gran Bretaña es una nación que vive la misma problemática de casi todos los países europeos (con excepción de Alemania), es un pueblo cuya deuda representa cerca de 85% del PIB, su crecimiento es incipiente, la generación de nuevos empleos limitada y además tiene un sistema financiero que se lastimó sensiblemente durante la crisis de 2008-2009.

A pesar de lo anterior, no enfrenta una crisis de deuda soberana, los bonos a diez años emitidos por el gobierno inglés tienen un rendimiento de 1.89% contra 1.47% de rendimiento de los bonos alemanes; la diferencia es de sólo 42 puntos base, en tanto que los bonos franceses –al mismo plazo– pagan 2.88%, los italianos 5.84%, los españoles 6.3% contrastándose los problemas de refinanciamiento para los tres últimos, contra el gobierno inglés que no ha sido mala noticia cuando menos en este campo.

La diferencia entre Francia, Italia, España y el Reino Unido  es que este último cuenta con el Banco de Inglaterra que ha recomprado cerca de una tercera parte de los bonos emitidos por el gobierno británico; podría decirse que ha sido más agresivo que la propia Reserva Federal en Estados Unidos.

Inglaterra la tiene muy difícil en el plano económico, y su economía no ha empezado a crecer como en el caso de la norteamericana porque sus principales socios comerciales están en su mismo Continente llenos de problemas; sin embargo, insisto, no tiene una crisis financiera y de solvencia como sucede en Italia y España.

El Banco Central Europeo ha ayudado a muchos de sus socios en forma limitada, a través de préstamos a tres años de plazo a los bancos comerciales de la región por cantidades muy importantes y a tasas razonables, con el fin de inyectar liquidez al sistema; pero se ha negado a comprar directamente deuda soberana de los países miembros en forma agresiva, como lo han hecho la Reserva Federal en Estados Unidos y el Banco de Inglaterra para Gran Bretaña.

La posición del Banco Central Europeo, influida principalmente por Alemania, no únicamente ha impedido que el problema de la deuda soberana se haya hecho más fácil de resolver, sino que con esa postura intransigente ha incrementado las posibilidades de contagio así como ha encarecido la solución para los países afectados.

El nuevo presidente de Francia, François Hollande, ha puesto la discusión importante sobre la mesa cuando dice: “No nos oponemos a las medidas de austeridad, sin embargo hay que encontrar un equilibrio entre éstas y otras que apoyen el crecimiento de los países”; por la razón anterior, inmediatamente después de haber tomado posesión de su cargo, se reunió con la canciller alemana para tratar de convencerla de renegociar el pacto fiscal entre los países miembros de la Unión Monetaria Europea, incluyendo en el mencionado pacto, medidas de crecimiento que provoquen la creación de nuevos empleos.

Es difícil, al día de hoy, saber si Alemania va a ceder a las presiones de los países que conforman la Eurozona y que actualmente están viviendo en un círculo vicioso de austeridad y recesión, pero parecería lógico que ese país flexibilizara un poco su postura para lograr un equilibrio entre finanzas públicas sanas y crecimiento.

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