José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

16 Nov, 2012

Peña Nieto, en EU y Canadá

La visita que prepara el presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, a Washington y Ottawa en la última semana de noviembre, días antes de su toma de posesión, ofrece una magnífica oportunidad para replantear la agenda de México con nuestros socios de América del Norte.

La relación bilateral con Estados Unidos se encuentra en un buen momento, pero es indispensable cambiar el énfasis prioritario que le hemos dado a la guerra al narcotráfico en nuestro país, mientras que las autoridades de EU hacen poco para combatirlo una vez que las drogas entran a su propio territorio.

Como escribí la semana pasada, la tendencia a liberalizar el consumo de mariguana va creciendo en EU, como resultó evidente con su legalización en los estados de Colorado y Washington, pero el gobierno de Barack Obama no se ha pronunciado aún sobre cuál será su posición dado que la prohibición se mantiene a nivel federal.

Al igual que en el caso de plantear una reforma migratoria a fondo que Obama evitó en su primer periodo en el poder, las razones para combatir la mariguana en ese lapso tuvieron más que ver con la elección presidencial reciente, lo que implica que en su segundo cuatrienio tendrá mayor “flexibilidad” para adoptar políticas distintas, como se lo informó al Presidente de Rusia sin saber que había un micrófono “vivo.”

Por ello resulta propicio que Peña Nieto ofrezca a Obama su ayuda para lograr la aprobación de una reforma migratoria a fondo, como lo hizo el gobierno mexicano con la exitosa campaña que armó en EU para ampliar el apoyo y neutralizar las críticas al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hace dos décadas.

Igualmente oportuno será plantarle al Presidente de EU que la prioridad de la nueva administración en nuestro país será la de combatir la violencia causada por las organizaciones criminales, que es la principal preocupación de los mexicanos, para lo que se requiere el decidido apoyo de nuestro vecino del norte para, entre otras muchas cosas, abatir el letal flujo de armas que nos llega desde allí.

La relación económica entre ambos países debe regresar al primer lugar de la agenda bilateral, pues hay mucho por hacer para elevar la eficiencia de nuestra integración comercial.

Ello demanda trabajar en abatir los costos de cruzar la frontera y realizar numerosas obras de infraestructura que mejoren el entorno productivo y permitan aumentar la productividad y la competitividad de América del Norte en su conjunto.

Una de las cartas más importantes que tiene Peña Nieto es la de plantear la integración energética de la región, lo que permitiría no sólo alcanzar en poco tiempo nuestra autosuficiencia en esta materia, sino que se convertiría en un sector clave para estimular efectiva y rápidamente el crecimiento económico trilateral.

A diferencia de nuestra relación con EU, la correspondiente con Canadá no se halla en su mejor momento. La decisión intempestiva y unilateral de imponer visas a nuestros conciudadanos es un tema preocupante, aunque el énfasis que le ha puesto el gobierno del primer ministro Stephen Harper a su propia relación bilateral con EU, en casos en los que correspondía usar el enfoque trilateral, es más grave aún.

Los canadienses tienen la impresión de que los crecientes obstáculos que EU está imponiéndoles en su frontera común, de alguna manera se deben a la inseguridad que ellos perciben está trágicamente sucediendo en la frontera de EU con México, y que la mejor estrategia para Canadá es la de tomar distancia de nuestro país.

Tampoco ayuda que el gobierno mexicano haya enviado como embajador en Ottawa a Francisco Barrio, un político aldeano y mediocre, como lo ha mostrado en todos los puestos que ha ocupado, y que además carece de la menor experiencia diplomática.

Esa falta de oficio resultó evidente con su fracaso en conseguir la extradición de Napoleón Gómez Urrutia, heredero del sindicato de mineros en nuestro país, a los que estafó muchos millones de dólares y que vive cómodamente en Vancouver como “perseguido político”, al amparo del movimiento sindical canadiense.

Es, pues, indispensable replantear nuestra relación bilateral con Canadá enfatizando de nuevo las enormes posibilidades de negocios que existen entre ambos países y que están todavía en su infancia, pero ello requiere fortalecer la relación política y enviar a Ottawa a un representante capaz de entenderse con el primer ministro Harper.

La semana próxima analizaré lo que es necesario hacer para mejorar la relación trilateral en el marco de un TLCAN renovado.