Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

20 Nov, 2012

¿Y usted, ya armó el “gabinete”? ¿Lo hizo por estar desempleado, o porque lo estará este 1 de diciembre?

Esta vez, los ejercicios de los “enterados” se han caracterizado por tener una dosis de discreción mayor que la de costumbre; si bien nos hemos modernizado un poco, “armar el gabinete” no ha desaparecido de las prácticas primitivas de nuestro quehacer político.

Infaltable en las pláticas de los ociosos —que por estas fechas no son pocos—, “la gabinetitis” empieza a cobrar facturas; manos temblorosas, regreso al vicio abandonado del cigarro y a la compulsión de ordenar otra ronda —no obstante la borrachera evidente—, son algunas de las muestras más claras del contagio de aquella enfermedad de fin de sexenio, igual o más peligrosa y dañina que la gripe aviar o la influenza AH1N1.

No afecta sólo a los desempleados o a los que aún empleados, saben que “se les acabará el corrido” este 1 de diciembre; también, a cientos de miles de mexicanos que piensan —por lo demás, correctamente— que un buen puesto en el gobierno es la llave que abre puertas a la riqueza mal habida.

Unos y otros, no hacen otra cosa desde hace meses, que imaginar “gabinetes” en los cuales, por regla general, siempre aparece un compadre, un amigo o el que les debe algún favor por pequeño que este pudiera haber sido.

Sin embargo, por encima de lo que pudiéremos pensar y de los gabinetes que pudiéremos “armar”, deberíamos aceptar que algo ha cambiado en este país; no es sólo la discreción que como dije, hoy es mayor que en sexenios anteriores, sino que el responsable de nombrar a los integrantes del gabinete y sus más cercanos colaboradores, se han  comportado de una manera diferente. Ha privado, para decirlo claro, una disciplina no vista en las sucesiones anteriores. 

Esto, aun cuando pudiere no gustarnos, debería ser tomado en cuenta con la debida seriedad. ¿Qué nos dice esta nueva conducta? ¿Es algo que permite vislumbrar una gobernación diferente o como no pocos afirman, es un simple subterfugio para “acalambrar” a dos o tres desesperados?

Nuestra permanente desconfianza a todo lo que provenga de los políticos, junto con el cinismo que nos impide ver que efectivamente algo nuevo hay en el horizonte, nos llevan a desechar las señales que apuntan a un nuevo blanco.

Enrique Peña Nieto tiene, pienso, sentido de la historia y de la urgencia; su conducta respecto a su gabinete y la forma en que se ha y lo ha manejado, es una señal que fortalece mi postura. Espero que los hechos, mañana, no me hagan rectificar.

Ahora bien, en las condiciones que privarán durante los próximos dos o tres años, ¿acaso importa mucho —o tiene un alto peso específico—, que fulano o mengano ocupe tal o cual posición, o esté al frente de ésta o aquella secretaría?

De ser así, ¿cuál sería entonces la importancia de definir prioridades y políticas en áreas como la energía y lo laboral; lo fiscal y el campo; la educación y el combate a la corrupción, y en el manejo de los recursos públicos?

Dejen ya de preocuparse los que sólo buscan que su compadre “quede en una buena posición”; lo que ahora importa, no es quién la vaya a ocupar sino qué ideas y visión de futuro tiene, para esa secretaría, Peña Nieto y sus cercanísimos colaboradores.

Es inútil, no le busquen glándulas mamarias a los ofidios; carecen de ellas.