José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

23 Nov, 2012

Futuro de América del Norte

La visita del presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, a la capital de Estados Unidos para conversar con Barack Obama, la semana próxima, presenta una gran oportunidad para replantear la urgencia de avanzar en la integración regional, que se inició con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994.

Ello es indispensable, pues se requiere de una visión estratégica de largo alcance para retomar el auge económico que el TLCAN trajo consigo en sus primeros siete años después del descalabro sufrido por México en diciembre 1994, del que se recuperó con celeridad gracias a ese acuerdo económico.

En efecto, la proporción que representa la región norteamericana del producto global bruto del mundo, que había pasado de 30% en 1994, cuando entró en vigor el TLCAN, a 36% en 2001 ha venido cayendo desde entonces y hoy se ubica en 25%, lo que se debe a la incapacidad de los dirigentes de Canadá, EU y México de adoptar las políticas comunes necesarias para elevar la productividad de la región.

Las cifras anteriores son resultado de un crecimiento en el comercio regional mucho menos dinámico en los últimos 12 años al tiempo que China y otros países de Asia incrementaban su penetración en los mercados de la región norteamericana a costa de nuestro intercambio recíproco.

Las razones que explican el menor crecimiento económico y del comercio en el área tienen que ver con la recesión de EU en 2001-02 y con el colapso económico global, que se inicia también en EU en 2007 y del que no nos hemos recuperado cabalmente. En ambos casos hubo contagio hacia Canadá y México.

La segunda razón que explica el menor dinamismo de la región se puede achacar a las medidas de seguridad adoptadas por el gobierno de EU después del ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York en 2001, que resultaron en un apreciable aumento en los costos de transporte por tierra en la zona.

La infraestructura fronteriza y carretera que ha sido gravemente descuidada y ha recibido muy magra inversión, incide en mayores costos, que se elevan aún más por la imposibilidad de que los camiones de carga puedan cruzar la frontera entre México y EU, y continuar hasta su destino final, problema que se ha empezado a arreglar, pero no está cabalmente resuelto.

La complejidad administrativa derivada de las bizantinas reglas de origen del TLCAN llegó a tales niveles, que muchas de las empresas dedicadas al comercio regional dejaron de utilizarlas y prefirieron pagar las tarifas regulares de los países, lo que anuló la que debiera haber sido una de las grandes ventajas derivadas del tratado.

Han habido también retrocesos proteccionistas graves en los tres países, el más reciente de los cuales fue la decisión del Departamento de Comercio de EU hace unas semanas de iniciar el proceso de cancelación del acuerdo tomatero con México, lo que afectaría casi dos mil millones de exportaciones y el empleo de 350 mil campesinos.

La medida la anunció el gobierno de Obama unos días antes de la elección presidencial bajo la presión de productores de tomate de Florida, estado que ganó el Presidente por un pequeño margen, pero que puede desembocar en una guerra comercial de graves consecuencias, pues México ya anunció que tomaría represalias.

La región falló también en diseñar una respuesta apropiada a la competencia creciente de China, que reclamaba un plan estratégico para elevar nuestra competitividad con la adopción de reformas estructurales largamente pospuestas, sobre todo en México —laboral, energética, educativa, antimonopolios y fiscal— y en EU para finalmente enfrentar sus insostenibles desequilibrios fiscal y externo.

Además, los tres países se han dedicado a buscar nuevos tratados comerciales con otras naciones en lugar de profundizar el TLCAN con la visión original que lo motivó, que fue la de una esencial complementariedad de nuestras tres economías, lo que haría posible un crecimiento en la productividad y competitividad de la región.

Como sugiere mi estimable colega Robert Pastor en su reciente libro La idea de América del Norte: Una visión de un futuro como continente (Porrúa, 2012) es necesario inyectar una perspectiva audaz de lo que se requiere para crear lo que él llama “la Comunidad de América del Norte”, que resuelva los problemas planteados y permita a la región alcanzar una nueva era de prosperidad.

Temas a tratar con Obama no le faltarán a Peña Nieto, lo que será insuficiente son los 90 minutos asignados por la Casa Blanca para su reunión.