Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

8 Abr, 2013

Hi-Fi

Es probable que todos conservemos en algún rincón escondido de la casa discos LP que contengan en la carátula la leyenda “alta fidelidad”, presumiendo que fue grabado con los más altos estándares de calidad posible para su época.

La frase no dirá mucho a los jóvenes que escuchan música en streaming, pero para usuarios de décadas pasadas significó la posibilidad de acceder a tecnologías sofisticadas. Poseer tornamesas que reprodujeran acetatos con sonido estereofónico se convirtió en símbolo de estatus, y no faltó el melómano que se jactara de saber distinguir cuándo se usaba una aguja de diamante y cuándo una de zafiro.

El concepto “alta fidelidad” (en inglés high fidelity) fue acuñado en 1927 por Henry Alexander Hartley, fundador en Londres de una fábrica de bocinas que se propuso “innovar y cambiar el rostro de la industria de altoparlantes para siempre”, según la página web de la compañía.

Autor de los libros Audio Design Handbook, Realistic High Fidelity y New Notes in Radio, Hartley fue pionero en la búsqueda de una reproducción del sonido cada vez más nítida, que cristalizaría a mediados del siglo XX con el advenimiento de los discos long play, la grabación con cintas magnéticas y la radiotransmisión en frecuencia modulada.

La conversión de formatos analógicos a digitales hizo que la frase “alta fidelidad” cayera en desuso. Parte de la nostalgia que evoca fue explotada por el narrador británico Nick Hornby, que tituló precisamente así su novela más conocida, publicada en 1995 y en la que juega con el doble sentido de la frase, tanto en su acepción musical como sentimental, relativa a la relación de pareja.

Ahora el concepto Hi-Fi parece destinado a vivir una segunda vida, más identificada con la búsqueda de innovación tecnológica que le imprimió Hartley.

High Fidelity es el nombre de la nueva apuesta del emprendedor estadunidense Philip Rosedale, creador de la firma Linden Lab, que saltó a la fama en junio de 2003 al desarrollar el entonces bastante atrevido concepto
Second Life.

Generador en su momento de disparatadas profecías sobre el futuro del comportamiento humano en la era cibernética, Second Life consiste en un software capaz de generar un mundo virtual en tercera dimensión, réplica del mundo real, en el que los usuarios (llamados “residentes”) interactúan con otros por medio de avatares, estableciendo relaciones de todo tipo, incluso de propiedad y mercantiles.

Visualmente, Second Life parecía una extensión del videojuego The Sims, con personajes y escenarios trazados en animación realista pero con movimientos más bien toscos. Es factible que este poco amigable entorno sea uno de los motivos por los que el proyecto no logró el arrollador éxito que se le auguraba. Además, la interacción que proponía establecer entre los usuarios es más eficaz en redes sociales como Facebook y Twitter, sin necesidad de bajar programas pesados ni lidiar con complejas interfases.

A punto de cumplirse una década de iniciada aquella aventura, el nuevo giro de Rosedale es una startup asentada en San Francisco, California, cuya página web (http://highfidelity.io) es pródiga en frases grandilocuentes y cómicas, pero poco explícita en la descripción de qué es lo que realmente está haciendo.

Tras asegurar que está trabajando en “grandes ideas”, High Fidelity lanza provocadoras interrogantes acerca de cómo serán los espacios de información del futuro y si habrá otras formas de organizar de manera eficiente el poder computacional a escala masiva.

A los interesados en trabajar para la firma se les explica que se trata, en una primera fase, de crear prototipos de tecnología y experiencia de usuario para una próxima generación de sistemas de realidad virtual. Los aspirantes deben acreditar experiencia en gráficos en tiempo real y ser divertidos en el trabajo y poco proclives a la frustración.

La ausencia de datos duros no impidió que High Fidelity haya recaudado sigilosamente 2.4 millones de dólares en una primera ronda de financiamiento, como documentó el sitio web TechCrunch con base en registros de la SEC (Securities and Exchange Comission), agencia estadunidense responsable de vigilar el buen funcionamiento de los mercados.

Un signo de que la sola presencia de la palabra innovación, así sea virtual, suena para los inversionistas a canto de las sirenas.

marco.gonsen@gimm.com.mx