Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

29 Abr, 2013

Gafas

Debe haber más y mejores ejemplos en el vasto mundo de la ciencia ficción, pero por ahora sólo recuerdo dos modelos de anteojos con poderes mágicos como los que se supone que algún día tendrán los Google Glass, quizás el más ambicioso proyecto que haya desarrollado en su existencia la compañía de Mountain View.

El primero, la fallida película futurista de Wim Wenders, Until the End of the World, de 1991, que muestra un dispositivo capaz de hacer ver a los ciegos mediante una cámara que graba y almacena imágenes que posteriormente son traducidas a un código de impulsos cerebrales cuya reproducción, borrosa y de colores barridos, recuerda más bien a la de una defectuosa película pirata en formato Betamax.

El segundo ejemplo es el videoclip de la canción Amazing, de Aerosmith (1993), en el que un adolescente recrea un alucinante viaje virtual terrestre y aéreo con la actriz Alicia Silverstone mediante un visor conectado a una PC, con una webcam y un software capaces de escanear su rostro, modificar su peinado y exprimirle barros y espinillas.

(De hecho, el feo artefacto empleado en este corto musical parece haber inspirado a los diseñadores del Oculus Rift, una combinación de auriculares y máscara envolvente que promete al usuario experimentar el mayor grado de realismo posible en los juegos 3D, y que por ahora está en fase de desarrollo).

Ambos ejemplos —al que habría que añadir los artefactos luminosos que permiten a Batman localizar el escondite del Guasón en una de las escenas climáticas de la película The Dark Night (2008)— ilustran que las antiparras resultan, al menos en pantalla, un gadget poco estético y práctico... como lo son en la vida cotidiana para mucha gente que prefiere operarse los ojos o usar lentes de contacto.

A pesar de sus inconvenientes, ya hubo un intento previo de comercializar unas gafas hi-tech. Una nota reciente del sitio Buzzfeed reseña que en 1995 una compañía llamada i-O Display Systems sacó a la venta los i-glasses!, unos anteojos que prometían crear una ilusión de imagen televisiva —semejante al de las primeras salas que proyectaban películas en tercera dimensión— con una tecnología muy elemental y muy escasa utilidad más allá de los videojuegos.

Los i-glasses!, de acuerdo con Buzzfeed, pretendían ser “el último producto personal para la realidad virtual y el mercado de la informática portátil”, cualquier cosa que eso significara. A la vuelta de dos años, su propia desarrolladora terminó publicitándolo como un entretenimiento ideal para soportar largas y tediosas sesiones con el dentista... y para presentaciones de ventas.

Por ello, no puedo evitar una sensación de fundado
escepticismo respecto del Project Glass de Google desde que salió del clima de misterio que lo envolvía, justo en abril del año pasado. Un sugerente video lanzado por esos días da cuenta de cómo funcionaría este modelo de “realidad aumentada” (concepto que se distingue del de “realidad virtual” porque combina elementos cibernéticos con experiencias en vivo).

Así, al despertar, los Google Glass desplegarían primero un menú de sus aplicaciones disponibles, así como una integración con la agenda personal y pequeños íconos de reloj y temperatura. Permitirían contestar el teléfono sin dejar de desayunar, saber si el servicio de Metro está suspendido y localizar una ruta alterna con Google Maps. A estas monadas, añádase la capacidad para tomar fotos y videos en tiempo real, para compartirlas en Google Plus.

El proyecto ha generado tal expectativa —y un sinfín de parodias— que prácticamente todos los días hay notas periodísticas que dan cuenta de su progreso, no tan veloz como lo quisieran sus desarrolladores. Eric Schmidt, CEO de Google, dejó en claro hace unos días que el producto no estará listo para comercializarse sino a partir de 2014, e incluso planteó qué tan apropiada es una tecnología que puede grabar videos sin que la gente se dé cuenta.

Google ha decidido ejercer una saludable cautela para que su producto estrella no termine como una de las bromas que acostumbra cada año en April’s Fool (el Día de los Inocentes gringo) o como gag de The Internship, comedia de próximo estreno protagonizada por Vince Vaughn y Owen Wilson, quienes interpretan a dos becarios de la firma californiana, famosa también por ver la vida con humor.

marco.gonsen@gimm.com.mx