Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

14 Ene, 2014

¿Seguiremos con nuestro optimismo infundado, o entenderemos y aceptaremos la realidad?

En verdad, no ha sorprendido escuchar a algunos afirmar en los últimos días que la economía crecerá, este año, no 3.9% pronosticado por Hacienda en septiembre de 2012 —cuando el Ejecutivo federal entregó al Congreso el Paquete Económico—, sino un poco más. Sus dichos, en el colmo del optimismo, hablan de rebasar 4.0% no obstante que 3.9 planteado hace poco más de 16 meses, ya lucía inalcanzable.

Entre los argumentos que funcionarios de aquella secretaría dan para sostener un pronóstico tan optimista como irreal, destaca la recuperación de la economía de Estados Unidos la cual, a pesar de las evidencias en contrario, ya dan como un hecho consumado.

Sin embargo —menos aún en esta época de incertidumbre—, no es conveniente en materia de pronósticos de crecimiento económico, caer en el optimismo sin sustento y el triunfalismo ramplón; al proceder así, no pasa mucho tiempo para que la realidad —esa señora que disfruta representar el papel de aguafiestas—, exhiba nuestra imprudencia y falta de responsabilidad en la gobernación.

Lo anterior se ha cumplido, esta vez, con una rapidez que debería poner a pensar a aquellos declarantes en lo desatinado e inconveniente de su propensión a promover pronósticos del crecimiento del PIB los cuales, a todas luces, están lejos de nuestra realidad económica.

Los datos de la creación de empleos no agrícolas en diciembre en Estados Unidos —74 mil frente a los casi 200 mil esperados—, refuerzan la posición de mantener la mesura y la prudencia que muchos —desde hace meses—, recomendaron en relación con la recuperación de la economía de nuestro principal socio comercial.

Sin embargo, por encima de las evidencias que nos hablan de los problemas que enfrentará nuestra economía durante este primer semestre, aquellos funcionarios —temerosos quizás de que un crecimiento mediocre del Producto pudiere empañar las aspiraciones políticas de unos para 2015 y de otros para 2018—, habrían preferido darle la espalda a la objetividad y vender la ilusión de un crecimiento de 4.0%; es más, algún analista —siempre objetivo y mesurado él—, planteó la posibilidad de que fuere un poco más elevado.

Por otra parte, incomprensiblemente, al coro se unió José Ángel Gurría, secretario general de la OECD; éste, en dos actos públicos celebrados los últimos días sostuvo que las reformas que él mismo hace unos años llamó “impostergables”, son ahora leyes “admirables”. Esto, sorprendió a más de uno pues incluso fue más allá, y pronosticó que la economía crecerá este año cerca de 4.0%. ¿Hablaría como futuro secretario de Hacienda?

Además del dato de los empleos creados el mes pasado en Estados Unidos, hay otros elementos que nos deben obligar a ser prudentes en lo que se refiere a la consolidación de la recuperación —aún incipiente— del crecimiento de la economía de Estados Unidos. Entre otros, hay que tomar muy en cuenta la gravedad de los problemas que enfrentan sus finanzas públicas y la complejidad de la situación que aún enfrenta Europa y la incertidumbre resultante.

Todo ello, entre muchos otros elementos, nos permite pronosticar un primer semestre más que complicado para nuestra economía. Luego entonces, ¿por qué el optimismo desbordado?

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