Pedro Alonso

Consejería

Pedro Alonso

17 Ene, 2014

El alza mexicana

Pues sí, después del alza del miércoles —que describí en la Consejería de ayer— como suele ocurrir los mercados retrocedieron un poco, pues con los famosos gaps que se generaron, más de uno debe haber ganado rendimientos que no esperaba. Y entonces decide vender por aquello de: nadie se hace pobre tomando utilidades.

Y es cierto, pero también cuando un mercado está en una trayectoria alcista, la decisión de vender tiene que ser ponderada más de una vez, sea porque se tiene un alza fuera de lo común o bien porque apareció una baja que a nadie hace gracia. Pero sé que los movimientos del mercado inducen a decisiones que no necesariamente obedecen a razonamientos o al menos no totalmente.

Como escribí ayer en el último párrafo, al mercado mexicano le está costando trabajo resolver sus “zonas de conflicto”, por llamar de algún modo menos árido a las consolidaciones, espero que estemos en presencia de una de esas condiciones que se presentan en una trayectoria alcista.

Sí, porque nuestro mercado está subiendo. No es una cuestión de buena voluntad o de buenos deseos. Lo digo porque enfrente tengo una gráfica del IPC, que observo todos los días y casi todo el día —en la parte laboral del periodo—, que indica esa trayectoria.

Verá usted, amigo lector, el mercado mexicano empezó a bajar a finales de enero de 2013 y el punto mínimo de esa baja fue el 24 de junio de ese año, cuando llegó a 37,000 puntos. A partir de ahí, con muchos “accidentes” empezó a subir, pues desde entonces no se ha colocado por debajo del nivel mencionado.

Las bajas que hemos visto se han detenido en la zona de 39,000 puntos —a finales de agosto y luego a mediados de noviembre del año pasado— y después de eso la operación se ha ubicado en la franja de los 41,000 a los 42,500 puntos. Así que el IPC sube. Atropelladamente, pero sube. Ayer cerró en 42,167, de tal manera que si medimos la trayectoria desde el punto mínimo de la baja, resulta que en los últimos siete meses el alza es de 14 por ciento.

El rendimiento mencionado, interesante de sí, se ha dado en medio de un semestre horrible, económicamente hablando y con un amplio grado de fluctuaciones que habla de la incertidumbre que los participantes percibieron durante ese periodo. Pero también habla de las grandes oportunidades que se presentaron en la operación de corto plazo.

Y periodos y movimientos como los que hemos visto entre junio de 2013 y ahora, justifican claramente ese decir mío que quizá más de uno lo tome como un “dicho”, nada más: “…el largo plazo es la suma de los cortos plazos”. Pero le aseguro, amigo lector, que no es así. Mis “dichos” en general, son producto de lo que he aprendido en el tiempo.

El 14% no está mal, para nada. Eso es lo que se ha obtenido hasta ahora, considerando el movimiento “primario” del IPC. Es algo así como cuatro veces la tasa anualizada del Cete, que puede ser considerada como un benchmark, “libre de riesgo”. Pero sin hacer “bordado a mano” y operando siete veces (comprando y vendiendo) en el periodo junio 2013–enero 2014, el rendimiento hubiese sido 30%. Y no es tan complicado.

Claro que para operar de la manera que describo se requiere conocimiento, tiempo, disciplina y habilidad, pero no es imposible. Se cometen errores y se incurre en pérdidas o se deja de ganar algún rendimiento. Pero eso es parte de la operación y ayuda a no olvidar que uno es un ser falible… todos los días.

Sí, el largo plazo es la suma de los cortos plazos, insisto. Por eso me niego a aceptar que el largo plazo, sea usado como una excusa para tratar de justificar por qué se perdió o no se obtuvo lo que se esperaba dadas las promesas que se hicieron para captar la atención… y el capital del inversionista. El largo plazo también lo usan algunas personas para no admitir que se equivocaron. Cada quien tiene sus razones. Suerte

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