Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

13 Feb, 2014

¿Por qué los cambios que hacemos dificultan las inversiones, en vez de estimularlas?

Escribí hace dos días, aquí mismo: “Algo se está gestando por debajo de la superficie”. Si bien por todos los medios –y con un uso excesivo de recursos– se nos pinta un panorama casi idílico, las cosas –ya no tan debajo de la superficie–, empiezan a mostrarse tal cual son; complicadas a tal grado,  que a veces es entendible por qué funcionarios y gobernantes prefieren voltear la  mirada hacia horizontes menos complicados, pero sobre todo, hacia aquéllos que no les demanden tanto y les exijan menos.

Repito un lugar común cuando afirmo, que de las políticas públicas que hemos diseñado y aplicado desde hace decenios, muchas de las cuales aún están vigentes, la casi totalidad de éstas no pasaría la prueba del ácido en materia de facilitar y estimular las inversiones, menos aún si el criterio fuere estar diseñadas para estimular y facilitar la creación de fuentes de empleo permanente.

No tengo la menor duda que el equipo que hoy gobierna –al igual que los equipos de los gobiernos que antecedieron al actual–, entiende esa realidad del conjunto de políticas públicas vigentes. Sin embargo, de la misma manera que hicieron los equipos que les antecedieron, las medidas que el actual toma, lejos de modificar para bien lo anómalo de aquéllas, lo empeora.

Quizás el ejemplo más claro sea el de la Reforma Fiscal cuyos efectos, como bien sabemos y sufrimos, a escasas seis semanas de haber entrado en vigor ya ha dado pruebas de lo que arriba afirmo.

¿Por qué procedemos así en vez de llevar a cabo modificaciones en la dirección opuesta? Es decir, ¿por qué las modificaciones que hacemos, lejos de estimular y facilitar la inversión y la creación de fuentes de empleo permanente, las dificultan y desestimulan cuando no las impiden?

Por ejemplo, si de modificaciones en el sistema tributario se trata, ¿por qué no hacemos caso de la experiencia acumulada, que demuestra la eficiencia tributaria de los impuestos al consumo? Al mismo tiempo, ¿por qué no entender y aceptar que entre más se gravan el gravan el trabajo y la generación de riqueza, los efectos son contrarios a lo proyectado?

Las razones de nuestra conducta en materia de reformas, tanto la del actual equipo gobernante como la de los anteriores, estuvieron soportadas en razones ajenas a la necesidad de construir un mejor futuro para el país y los mexicanos. Preferimos estar más cerca de los votos y del botox que ayuda a presentar “una cara bonita”, que de una liberación efectiva de la economía.

Somos fanáticos del parche para tapar el hoyo, en vez de construir un nuevo andamiaje jurídico con visión de futuro. Ésa quizás, ha sido la peor  maldición que bruja alguna pudo habernos lanzado; hoy, otra vez, cambiamos para complicar y no cumplir con los compromisos contraídos.

¿No nos hemos dado cuenta que el resto del mundo avanza en dirección contraria a la que hemos elegido? ¿O sí nos damos, pero no nos importa? ¿Estamos conscientes de lo que se está gestando con una conducta así, ya no debajo de la superficie sino por encima de ella?

Todo esto, ¿por qué no decirlo públicamente y discutirlo sin traba alguna? ¿Qué daño le haríamos al país, si dijéremos la verdad? Pienso que ninguno; por el contrario, es lo que necesitamos, urgentemente.

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